Regular el mercado de drogas: tarde, demasiado tarde / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
24/11/2024

 

En su última participación en la Asamblea de las Naciones Unidas nuestro aún presidente de la República se pronunció por una apertura de la política de restricción de drogas, es decir, que es momento de plantearnos como humanidad hasta qué punto debemos abrir el mundo de las drogas y regular su mercado, algo que desde casi todos los puntos de vista –social, científico, histórico, psicológico– es promovido, pero que desde la perspectiva política no puede concretizarse. Y es que basta esbozar la mayor parte de cualquier segmento de la cultura para darnos cuenta que las drogas (las duras y las blandas) forman parte de nuestra vida cotidiana: así sea desde la simbología de una cultura  indígena como los huicholes y su mítico peyote, la kitsch y prominente –aunque a algunos nos duela que así sea– cultura pop del uso de sustancias ilícitas, desde lo kitsch como “Ando bien arreglado” de los Tucanes de Tijuana y toda la parafernalia de los narcocorridos, el intelectual Oscar Chávez (“Mariguana, ya no puedo ni levantar la cabeza…” etc.) hasta algo tan pero tan folclórico como la canción La Cucaracha.

Y no se trata de cualquier cosa, las drogas (insisto, desde las permitidas, como el cigarro o el alcohol, hasta las prohibidas, como la mariguana o la cocaína) son un imán de prohibición que puede provocar en sus consumidores conductas desesperadas por conseguirlas, cualquier persona que viva de la mano de este vicio haría lo que fuera, hasta asaltar farmacias, por conseguirlas. Ésa es la historia de un clásico como Cowboy Drugstore (1989) una de las obras clave del gran director Gus Vant Sant. Un grupo de adictos utiliza la técnica de asaltar farmacias para poder conseguir dinero para sus drogas, un divertido contraste del también director de Elephant (2003) y Milk (2008) que así hace énfasis en lo irónico del mundo de las drogas, que permite o restringe su venta en establecimientos en función de criterios convencionales.

La política que habla sobre la permisión de drogas no es nueva; por el contrario, las reglas que prohíben a gran escala el consumo de sustancias de esta naturaleza no tendrá ni siquiera 100 años. La prohibición como estimulante ha sido un enorme perjuicio para la humanidad: no sólo la ha privado de ganancias lícitas que podrían derivar en una enorme cantidad de empleos, sobre todo ha provocado mucha sangre derramada, esta guerra librada a nivel mundial además de atentar en contra de la vida de millones de personas, violenta de un principio fundamental, ya no digamos de los derechos humanos, sino de la vida misma: la sana práctica de que cada quién haga con su vida lo que le parezca mejor. Y aquí es bien importante ser muy precisos, cada quién debe ser libre de elegir qué consume su cuerpo; cierto, las instituciones oficiales deben insistir y proscribir conductas que puedan ser perjudiciales para la salud de la sociedad, y obvio, las finanzas estatales, pero por regla general debe permitir que cada quién decida qué hace con su vida. Ejemplifiquemos: el Estado establece políticas de salud en materia de obesidad, pero no puede exigirle a nadie que las adopte (a pesar de que algunos rebasemos en exceso nuestro peso ideal); a lo sumo podrá establecer reglas que inhiban las conductas, como el control de venta de algún tipo de alimentos en ciertos lugares, exigencia de uso de consumibles saludables en el sistema educativo, requisitos para poder acceder a un producto, etc. Pero bajo ningún esquema puede exigirme a mí como ciudadano que adopte un padrón de vida conforme a los criterios que pudieran considerarse ideales.

Es interesantísimo que en Aguascalientes se encuentre el campus región centro del CIDE, que precisamente se centre, entre otras cosas, en la política sobre las drogas, como lo señala su coordinador de comunicación el licenciado Anibal Salazar (ex colaborador de este diario). “Este proyecto busca generar la capacidad institucional para estudiar el fenómeno del consumo de drogas en México, la política de drogas de los gobiernos, sus consecuencias y propuestas de políticas públicas…contribuirá a la formación de una mesa crítica multidisciplinaria que estudie sistemáticamente la materia… Además, estamos muy interesados en sistematizar y difundir avances de  la idea de discutir la legalización de las drogas…” Este centro arrojará sin lugar a dudas un gran éxito en el mediano plazo.

“Haiga sido como haiga sido”, recordando las propias palabras del próximo ex presidente, después de seis años de establecer una lucha cruel –pero sobre todo absurda y sin estrategia– contra las drogas, hoy por primera vez plantea al mundo –¡vaya contribución!– la idea de su legalización; bajo el contexto de un legado de sufrimiento y dolor, lo único que se puede decir es: tarde, demasiado tarde.

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