La publicidad pagada, a través de memes de un famoso personaje con la cara del ombudsman local (no me gusta el concepto ombudsperson) diciendo “supongamos que protejo delincuentes…” ha invadido, con amplitud de recursos, en Facebook. Usando cobardemente una página de noticias fake, tratan de desprestigiar la tarea de una persona que, me queda claro, su larga trayectoria lo respalda de forma contundente; también me queda claro que, para estar donde está, para enfrentar lo que enfrenta, un meme es la menor de las amenazas que ha recibido, él y toda la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH).
La lucha por la protección de las prerrogativas fundamentales lleva cientos de años, la batalla moderna se inauguró con la Revolución Francesa de 1789, y ha continuado durante toda la edad contemporánea, en este tiempo la principal amenaza para los seres humanos, es la que viene de las autoridades, por eso nuestro sistema constitucional, prevé que las comisiones de derechos humanos, sólo actúen exclusivamente contra los entes gubernamentales que atacan cualquier prerrogativa de los individuos, así lo establece al menos el artículo 102 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Los derechos humanos, debemos ser enfáticos, son para todos, no puede haber distinción por motivos de sexo, edad, religión, preferencias y por supuesto, menos aún por ser sujeto de un procedimiento penal o ser un sujeto que reincide en las faltas administrativas. En el caso concreto, la preocupación que tenemos como sociedad de que a los “presuntos delincuentes” se les respeten sus garantías fundamentales, es por varias finalidades: que cualquiera de nosotros, por angas o por mangas, algún día podemos llegar a ser sujetos de un procedimiento penal; porque, en caso de que se compruebe violaciones graves de derechos humanos, muchas de las sentencias de los tribunales nacionales e internacionales, tienen por consecuencia que sean liberados los procesados, en ese sentido, violar derechos humanos puede provocar impunidad y entonces la violencia se recrudece, por el delincuente torturado, la víctima no resarcida y la sociedad indignada por la impunidad.
Extraña que, mientras la clase intelectual, la izquierda o los progresistas, han salido a defender causas pro derechos humanos, sean en su mayoría omisos (o al menos no tan incisivos) en respaldar la actuación de la CEDH, aun cuando, ésta ha sido de las principales impulsoras de las causas hidrocálidas de la materia: los derechos de la comunidad gay (interpuso varios amparos para que pudieran contraer matrimonio) los normalistas de Tiripetío y de Cañada Honda, y por supuesto, ahora, el de personas que fueron presuntamente torturadas por autoridades locales.
La tortura, también hay que ser enfáticos, no es cualquier cosa, significa constreñir el bien más preciado del hombre, su propio cuerpo y desde los tiempos modernos de lucha contra los abusos de la autoridad, se ha buscado erradicarla no sólo por el dolor y sufrimiento que se le provoca al ser humano, sino además porque, se ha demostrado, su utilización no conduce a nada y por el contrario contribuye a crear una espiral de violencia sin límite, que tiene consecuencias funestas, en especial para la sociedad que verá recrudecerse la criminalidad en su entorno.
Cuando el castigo corporal no es suficiente para los fines de la autoridad, el siguiente paso es la sustracción, la historia nos lo ha demostrado, la excelente cinta de Costa-Gavras Desaparecido (1982) es un preciso ejemplo, narra las peripecias de un padre para encontrar a su hijo idealista, durante la dictadura militar del régimen chileno de Pinochet. La película, es pertinente además, porque nos muestra todos los conflictos que tienen que enfrentar aquellos que reclaman algo tan elemental como los derechos humanos. El director Costa-Gavras obtuvo por esta producción la Palma de Oro y el Oscar a mejor guión adaptado.
Ciertamente los hechos que violan derechos humanos que hemos visto últimamente en Aguascalientes no son de la magnitud de otras esferas, justamente por eso no debemos permitir que lleguen a esas dimensiones, porque son como una pequeña bola de nieve que entre más tiempo la dejemos, más grande se hará llevándose, sin distinción, lo que encuentre a su paso. Por ello, tenemos que dar todo nuestro apoyo a la CEDH encabezada por el Mtro. Jesús Eduardo Martín Jáuregui, para que no permita, bajo ninguna circunstancia, que en la tierra de la gente buena se den hechos que provoquen laceraciones en las más elementales prerrogativas de un ser humano, sea cual sea el origen, preferencia o antecedente de esta persona.