La iglesia católica se equivoca (otra vez) / Memoria de espejos rotos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Give yourself over to absolute pleasure,

swim the warm waters of sins of the flesh.

Erotic nightmares beyond any measure,

and sensual daydreams to treasure forever

Can’t you just see it?.

Don’t dream it — Be it …

Don’t dream it – The Rocky Horror Show

 


Voy a hacer un periplo. El filósofo Mario Gensollen nos obsequió la semana pasada una columna (https://goo.gl/f6whW6) en la que hace un delicioso repaso por las aproximaciones filosóficas del placer. Comienza por decir que “El placer ha sido disonante en la historia del pensamiento y en la conciencia humana. Se le ha condenado, vituperado, exiliado, soterrado; también se le ha buscado, entronado y alabado. El placer, como quizá ningún otro de los fines humanos, ha generado emociones maniqueas. La historia del placer no es una de prudentes grises, sino una de extremos violentos y dogmáticos”. Para que este periplo esté completo, le recomiendo ampliamente la lectura del texto de Mario, así como la que ayer publicó en este mismo diario Juan Luis Acevez (https://goo.gl/WGa3up). Bien, esa es la parte bonita, ahora viene lo feo.

En enero del año pasado, el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), José Ángel Gurría, le entregó a Luis Enrique Miranda Nava, titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) de nuestro Gobierno Federal, el paquete documentos “Panorama de la sociedad 2016” y “Construyendo un México inclusivo: políticas y buena gobernanza para la equidad de género”. De estos documentos se desprenden varias realidades: somos el país de la OCDE con la tasa más alta de madres adolescentes, entre 15 y 19 años de edad. En México, desde la década de 1970, mientras que para las mujeres adultas la tasa de fertilidad ha descendido (las mujeres tienen cada vez menos hijos una vez que llegan a la etapa adulta), las tasas de fertilidad en adolescentes han disminuido de manera lenta -cuando no han aumentado- por los bajos índices de uso de métodos anticonceptivos, afirman los estudios mencionados. De los mismos documentos también se desprende que “En 2013, cerca de medio millón de niñas y mujeres menores de 20 años de edad se convirtieron en madres, lo que equivale a casi uno de cada cinco nacimientos en el país. Cerca de la mitad de los embarazos en mujeres de 15 a 19 años en 2014 fueron no planeados”. En el estudio se destaca que los cortes sociodemográficos más afectados por este fenómeno son las mujeres adolescentes con menor nivel socioeconómico, o de ascendencia indígena, o de entornos rurales; en contraste con otro sector de privilegios interseccionales que sí han podido mitigar el fenómeno del embarazo adolescente: las jóvenes ricas, mejor educadas, que no son indígenas, y que viven en entornos mejor urbanizados.

Sobre estos datos de la OCDE, el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), que depende de la Secretaría de Gobernación, advirtió que México tiene “una tasa de fecundidad de 77 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años de edad. Asimismo, en México, 23% de las y los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y los 19 años. De estos, 15% de los hombres y 33% de las mujeres no utilizaron ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual. Es así que, de acuerdo con estos datos, aproximadamente ocurren al año 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19 años”.

Por otra parte, de acuerdo a la Encuesta Nacional de la Juventud 2015, el 49% de los jóvenes en México no utiliza anticonceptivos en su primera relación sexual, y de acuerdo al mismo reporte, nuestro país tiene el primer lugar de embarazo en adolescentes en toda América Latina. Igualmente, de esa encuesta se desprende que las razones de los jóvenes para no usar anticonceptivos van (de mayor a menor) por las siguientes razones: decisión voluntaria para no utilizarlos; desconocimiento de los métodos existentes; deseo explícito de embarazarse; y por vergüenza de conseguirlos. Aquí hay un enorme hueco de educación sexual de por medio. Pero el problema no es sólo la previsión de los embarazos, sino la propagación de enfermedades de transmisión sexual.

Más datos. De acuerdo a la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid), que publica el Consejo Nacional de Población, la tasa de fecundidad de las adolescentes entre 15 y 19 años subió -en el lapso de 2007 a 2015, de 70.9% a 74.4%. Sobre el aspecto de embarazo no deseado en adolescentes, 25.7% declaró que hubiesen querido esperar más tiempo, y el 25.3% dijo que no quería embarazarse. En la Enadid hay un dato escandaloso: en 2015, en nuestro país, 35,358 niñas, niños y adolescentes contrajeron matrimonio. De ahí, las niñas y adolescentes, en 4 de cada 5 casos con edades entre 10 y 14 años, se casaron con hombres mayores de 17 años. El embarazo en niñas y adolescentes tuvo mucho que ver en esta cifra. En ese sentido, la Secretaría de Salud data en sus registros de 2015 el nacimiento de 11 mil niñas y niños cuyos padres tenían entre 10 y 14 años de edad. Como si esto no bastara para la alarma, destaca en las niñas y adolescentes que “muchas de ellas fueron víctimas de abuso sexual”, de acuerdo a una nota periodística del diario Excélsior. En consecuencia, afirma la misma nota, el Inegi informa que “las y los adolescentes que se convierten en madres y padres, viven 36 por ciento más condiciones de hacinamiento, 7 por ciento más insuficiencia alimentaria y 22 por ciento menos acceso a servicios básicos en los hogares, lo cual acrecienta la pobreza y las desigualdades”.

Ante esta dura problemática, el SIPINNA anunció que el Gobierno de la República desarrolló la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enapea), “producto del trabajo conjunto de 16 dependencias del Gobierno Federal y de la participación de organizaciones de la sociedad civil, de organismos internacionales y de personas expertas del ámbito académico, en esta temática”, con el ambicioso objetivo de reducir el número de embarazos en adolescentes en México, con la bien intencionada meta de “disminuir a cero los nacimientos en niñas de 10 a 14 años y reducir en un 50% la tasa específica de fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años (TEF15-19) para el año 2030”.

Pero esto, tanto la problemática como las acciones sociales para corregirla, a la diócesis de Aguascalientes le valen un caraxo. El pasado lunes -en la rueda de prensa semanal del obispado- el vocero de la Diócesis de Aguascalientes, Carlos Alvarado Quezada, afirmó (según la nota que Adriana García hizo para este medio) que no se debería orientar a los adolescentes sobre el uso del condón, ya que “para la Iglesia ortodoxa, reglamentaria y anticuada, es pecado, pero para la sociedad hoy no”. La iglesia católica, muy en su cruzada para evitar que el Estado cumpla con su responsabilidad educativa y de prevención, endosó -otra vez- la responsabilidad de la educación sexual (que, sabemos, va de la medicina y la biología, hasta la ética y el derecho) a los padres de familia (que, sabemos, en su gran mayoría podrían entender poco de lo uno y de lo otro), al afirmar que “Un padre de familia tiene la grave responsabilidad de conciencia, porque desde que se da el rito del matrimonio prometen educar a sus hijos cristianamente en la fe según la Iglesia; se están comprometiendo a educar en valores morales y éticos”; claro, los valores de la misma “Iglesia ortodoxa, reglamentaria y anticuada” para la cual todo lo que implique placer es culposo y pecaminoso, porque -a palabras del sacerdote- “Al final del día vivimos en una sociedad donde se vive tanto el hedonismo. La cultura del placer, la vida fácil, la vida sensual, la vida del confort, de la sexualidad encausada; el hombre vive su propia libertad, pero la libertad recobra un reclamo a la conciencia. Estamos viviendo en la etapa de la permisibilidad y el relajamiento moral”.

Es probable que a la Iglesia le preocupe la problemática ilustrada en cifras en los párrafos de arriba. Hace bien en preocuparse, pero definitivamente se equivoca en su hipótesis para resolver el problema. Peor aún, presiona a los católicos a que sigan conductas no sólo anacrónicas y esquizoides, sino a que -si quieren llamarse católicos- promuevan prácticas que claramente atentan contra la sociedad, como la estigmatización del uso de anticonceptivos y medios para la prevención de enfermedades de transmisión sexual, la exigencia de que el Estado limite la educación sexual en adolescentes, y el discurso culposo de que el placer es esencialmente malo. Visto así ¿cómo ser buen católico de acuerdo a sus dogmas, y aun así conservar el sentido común y las prácticas socialmente sanas? No tengo la respuesta, pero es una pregunta que valdría la pena pensar. No sólo por el goce y el beneficio propio, sino por las implicaciones sociales que tiene el abandonar o abanderar esfuerzos en pro de una educación sexual indispensable, con un perfil laico, ético, científico, promovido por el Estado, ante una problemática enorme y cruel que amenaza la vida de miles de niñas, niños y jóvenes.

Por eso, y así termino este periplo, me permito suscribir las palabras de Mario Gensollen en la columna citada, que cierra al decir: “el placer que acompaña la consecución de otros fines, muchos de ellos más relevantes que el placer mismo, adereza y lustra esos otros fines. El florecimiento personal -lo creo- es imposible sin el placer, y el placer es una de las mejores cosas de la vida”. La conjunción de placer, responsabilidad social, información, y formación, la podremos encontrar en varios lados, no en la iglesia católica, no por ahora. Tampoco esta columna pretende decir a los sacerdotes cómo tienen que llevar su apostolado; sostengo y defiendo que la libertad religiosa es un derecho inalienable, y que cada quien es totalmente libre de depositar su fe en lo que le plazca. Pero, por el bien de la sociedad, aspiro a que los católicos cuestionen y cobren el sentido común que tanto nos hace falta. Los números ahí están, y la Iglesia -en su inmenso poder de influencia- no puede atentar contra la propia sociedad de la que emana.

[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9

 


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1 thought on “La iglesia católica se equivoca (otra vez) / Memoria de espejos rotos

  1. Ya nadie toma en serio a Alan Santacruz F luego de la demostración de cobardia e intolerancia de este periodista al rehuir un debate vs Laje y Marquez.

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