Las transformaciones que México requiere en materia legislativa e institucional son muchas. Sexenios han pasado y legislaturas han negociado y traficado infinidad de intereses, menos los ciudadanos.
En esta ocasión atestiguamos, como simples observadores, sin participación directa de un circo mediático y un jaloneo estéril en el desastroso tema laboral, pues las condiciones de millones de trabajadores son las que están en juego y el futuro de esas familias es lo que negocian las bancadas plenipotentes en San Lázaro del PRI y del PAN.
¿Y por qué hasta ahora? Las condiciones adversas, políticas y de rechazo que enfrentan las administraciones entrantes tendrán que minimizarse con un clima complicado en cuanto a la incertidumbre que genere tocar fibras sensibles de la ciudadanía, como la cuestión de la protección del trabajo. 42 años transcurrieron desde que se elaboró la ley que regula las relaciones obrero-patronales de nuestras empresas. En aquella época era un logro alcanzado por la clase trabajadora, motivo de orgullo y colocó al país como uno de los más “avanzados” en el reconocimiento de los derechos y el otorgamiento de beneficios a los trabajadores. La lucha de millones de agrupaciones de trabajadores rendía frutos y se prevenía un panorama alentador para el desarrollo y progreso de la industria en México, arrastrando a la gloria a sus trabajadores.
Si bien sí concedió privilegios, protegió derechos y resguardó garantías para los trabajadores, la labor apenas comenzaba, pues el país cambiaba y era necesario ir acomodando el marco legal según fueran resultando algunas cuestiones a mejorar, toda ley siempre es perfectible.
Y la lucha de los derechos laborales y la protección de los trabajadores se convirtieron en un botín político. Se dejaron de lado las necesidades y reformas importantes y se tornaron en un asunto meramente de negociación entre grupos de poder gubernamental, sindicatos y empresarios.
Durante las últimas dos décadas se han presentado ante las cámaras, sin ningún resultado, más de 300 iniciativas de ley para reformarlas integral o parcialmente.
Sobrevivieron 40 años aquellas arcaicas leyes, pues hoy, pese a los avances, crisis, necesidades y variantes laborales, siguen vigentes y junto con ellas conviven el desempleo y el subempleo, pues han sido el marco idóneo para que el comercio informal y la migración crezcan.
Un país mide su nivel de pobreza y retraso según el número de trabajadores desempleados y eso es lo que más nos aqueja.
Es evidente que se requiere transformar totalmente las actuales leyes laborales, pues han sido rebasadas y resultan obsoletas, incentivando que se generen menos empleos, se tengan peores salarios, que las prestaciones sociales sean insuficientes o ignoradas, dotando bienes y servicios de menor calidad y caros para los trabajadores, con baja competitividad, trabajadores sin contratos, ni derechos, en la informalidad, teniendo año con año a más jóvenes sin empleo, mujeres excluidas, dificultad para regir adecuadamente la actividad económica y como resultado final un bajo crecimiento en todo el país. Ésas son nuestras grandes crisis internas, las que han generado violencia, desintegración familiar, inseguridad, drogadicción, suicidios, pobreza e inestabilidad social.
Felipe Calderón hereda los peores números en materia laboral y por ello, a meses de dejar su usurpación en los Pinos, lanza una iniciativa de Reforma Laboral, misma que viene tratando de meter desde el año 1995, sólo que ahora la parcha y justifica echándole la pelotita de las calamidades al sindicalismo, poniéndolos como los malos del cuento y enfocando la atención de la opinión pública en ese sentido para justificarla.
En su momento, la creación de los sindicatos fue uno de los grandes logros alcanzados en las luchas laborales, aunque poco les duró el gusto, pues más tardaron en crearlos que estas instituciones en desviarse, apartándose de los legítimos propósitos de protección y defensa de los derechos de sus agremiados, convirtiéndose en la principal arma de negociación del cochino sistema político, perdurando como tal por más de 70 años, supliendo con el voto corporativo la apatía ciudadana.
Muchos han sido los líderes “charros” que han aprovechado y vivido de la derrama de poder económico y político que los mantiene bajo la protección del erario.
Claro que necesitamos que los sindicatos actúen con transparencia y se conviertan en reales protectores de los derechos laborales. La Reforma Laboral es urgente, pero es tan importante y determinante que no debe hacerse al vapor y privilegiando intereses de unos cuantos, prestándose a la mezquina negociación, dando como resultado, una vez más, un reforma de ley rasurada, manoseada y meramente de parche.
La pretendida por Calderón e impulsada obscuramente por el PRI no toca en lo más mínimo a esos monstruos sindicales que viven del erario público, como el de Pemex, CFE, IMSS, ISSSTE, INEGI y SNTE. Sin embargo sí cuestiona y persigue a las agrupaciones meramente laborales, metiéndolos en su juego de negociaciones y presionando para que sigan apoyando sus intereses de poder.
A los grandes empresarios los blinda y a los trabajadores los desprotege. Un punto absurdo, por ejemplo, viene a ser la temporalidad que da de 12 meses como máximo para ser contemplados como sueldos caídos, con lo que los patrones pueden alargar los procesos durante años, sin que esto les genere más responsabilidades, todo en detrimento del trabajador.
México lo que requiere es justicia laboral, no reformas parchadas que vengan a complicar más las cosas. Se requiere que las juntas de conciliación y arbitraje dejen de ser el ring y oficialía de partes de los patrones, en donde siempre lleve las de perder la clase trabajadora.
La Reforma Laboral debe ser realizada con el mayor sentido común, analizando de fondo las necesidades de los trabajadores, defendiendo equitativamente los derechos patronales y resguardando las oportunidades laborales de las próximas generaciones. Seguramente, como ya es costumbre, se convertirá en una cortina de humo, aprobarán lo que más les convenga y dentro de otros seis años se estarán rasgando las vestiduras en San Lázaro por los derechos de los trabajadores, votos, son votos.