El pasado 13 de marzo de este año, la doctora Margaret Chan, directora general de la OMS (Organización Mundial de la Salud) inauguró la 60ª Reunión de la Comisión de Estupefacientes que dirige la noruega Bente Angell-Hansen. La reunión se realizó en Viena. La doctora Chan en su discurso inicial llamó la atención sobre un tema crucial; la separación del manejo de las drogadicciones como un asunto policial, del enfoque como un trastorno de la salud mental. Llamó a los cientos de asistentes de todos los países a que los trabajos se dirijan más al cuidado del paciente drogadicto que a las medidas internacionales para combatir el narcotráfico. Bien, pues con profunda pena tenemos que informarle a la doctora Chan (china de 70 años) que ella como experta en enfermedades infecciosas transmisibles, no sabe nada de adicciones y mucho menos conoce bien las políticas en ese asunto, de la OMS que ahora conduce. Ella debería saber que a la OMS la salud de los drogadictos le tiene sin cuidado. Nunca desde que se formó la Comisión de Estupefacientes en 1946, ha promovido políticas internacionales para la atención a las personas que caen en la terrible dependencia a las sustancias psicoactivas. Anualmente se reúnen en congresos a todo lujo, en ciudades del centro de Europa, hoteles de cinco estrellas y ceremonias fastuosas, en sesiones diarias de tres horas durante toda una semana. El programa es exclusivamente político, se habla de normas, reglamentos, declaraciones, en las que predomina el marco policial. La drogadicción se maneja como narcotráfico no como enfermedad. ¿Cual es el objeto de hacer tal reunión dentro de la OMS que es un organismo sanitario? México no podría ser menos y siempre asiste y participa. Para este año acudieron el embajador Miguel Ruiz Cabañas, político y diplomático de oficio y la senadora panista por Iztapalapa Laura Angélica Rojas Hernández también política de profesión y por supuesto expusieron una ponencia, que los diarios oficiales de nuestro país refirieron como “muy destacada”. No fue así. Ninguno de los dos es experto en adicciones, ni en narcotráfico, mucho menos en atención psicológica o médica al adicto. Presentaron una declaración de diez puntos que son mero discurso político, cargado de buenas intenciones, y totalmente carente de propuestas reales. Tenemos que preguntarnos ¿Para que asiste México si no lleva ninguna propuesta útil? ¿Por qué asisten representándonos, tales funcionarios que pasan una semana en una ciudad europea, a cuerpo de rey, sin saber una sola palabra del tema? Creo que Usted ya tiene la respuesta, es que, para nuestro país, los adictos son delincuentes y como tal deben ser tratados. No merecen ser considerados enfermos. El combate al narcotráfico debe hacerse, pero ¿Que no sería necesario que también se destinara el mismo presupuesto, esfuerzo, instalaciones y equipo humano al tratamiento de los adictos como pacientes? Sin embargo, tampoco hay que preocuparnos mucho, mal de muchos consuelo de pocos. Resulta que en todo el mundo están igual que nosotros. La misma directora de la Comisión de Estupefacientes de la OMS, Bente Angell-Hansen es política y diplomática de oficio, con nula experiencia en el campo de las adicciones. No sabe nada de las acciones del importante comité internacional que dirige. Y pues así, francamente no se puede. La realidad es impactante, ningún país latinoamericano tiene resuelto el problema. Ninguno ha logrado ofrecer una atención satisfactoria, ya no digamos definitiva a los adictos. He tenido la oportunidad de tratar a los profesionales de la salud mental de España, Argentina, Chile, Brasil, Holanda y Panamá y todos ellos han intentado medidas que se han quedado muy lejos de la solución. Y ante la contundencia de los hechos consumados solo queda la aceptación. La drogadicción es el poderosísimo y abrumador Quinto Jinete del Apocalipsis. ¿Qué es lo que sí podemos hacer? Por principio de cuentas separar de una buena vez por todo narcotráfico de adicción. De los delincuentes se hagan cargo la policía, el ejército y la marina. De los pacientes, todos nosotros las instituciones del Sector Salud y la sociedad civil. Una vez más, el gobierno no puede solo, el conflicto rebasa cualquier acción oficial. Nosotros los ciudadanos debemos hacer nuestra parte.