Tal vez sea el secreto más obvio, ingenuo y peor guardado en la creación de contenidos. La teoría del mullet parte de aceptar una realidad: el grueso de tu audiencia quiere basura. Clama por ella, se queja, se engancha, la extraña, rechaza algo mejor. Es como si tienes un queso de pútrida calidad y lleno de químicos que alentan el metabolismo pero también tienes casi al mismo precio (pero mayor costo de producción), un queso fresco y de la más alta calidad, con el mejor sabor. Como los ojos que te ven siempre han comprado el queso horrible, rechazan el bueno. Dicen “ay no” y se van con lo mismo. Los menos darán oportunidad al producto macizo, fresco y de calidad.
El mullet es este peinado en apariencia común de frente pero cuando lo ves de lado o por detrás dices “pensé que esos cortes no se usaban desde 1991”. Es arriesgado, incómodo y llama la atención. En las actuales economías de consumo de contenido, los medios deben recurrir al mullet si su modelo de negocios es tener la mayor cantidad de ojos posibles.
BuzzFeed usa el mullet, gracias a su privilegio de empresa privada sostenida por dinero de VCs y tener de padrinos a dos cofundadores del Huffington Post. Digo gracias al privilegio ya que no se queda o envicia en los beneficios de las listas, posts retro, videos de Tasty o hacks de decoración. Con eso podrían tener un montón de ganancias y dar por ganado el día. Pasa que los números y ganancias de la basurita (que en caso de BF, la verdad no es basura) cubren una necesidad para la gente del dinero y así BuzzFeed puede usar parte del dinero para contratar periodistas con talento o renombre, así como voces diversas, y generar contenidos periodísticamente relevantes que cambien el mundo. O ganen premios. O demuestren la suciedad del mundo, ustedes saben. Pero esas dos operaciones coexisten con respeto. El caché de BuzzFeed en un sector para reunir más dinero y anunciantes notables no depende al 100 de Muuy Tasty.
Gakwer.com llevó esto al extremo. Los editores allá por 2010 tenían que conseguir clics a como diera lugar, entre exclusivas, agregación vil y chismarrajos. Para 2012, un editor (el mismo que Hulk Hogan llevó a la ruina) quitó el estrés a la redacción al contratar a un hombre-máquina (Neetzan Zimmerman) para que se dedicara enteramente a posts virales (y cuestionables en calidad) para que así el resto de los redactores le metieran coco a sus textos. Alrededor del 65% del tráfico era por Neetzan pero Gawker obtenía su prestigio del 35% restante.
Pasa que por avaricia, en México algunos se quedan felices en el error de irse a algún extremo. Sitios de editores de carrera batallan en financiamiento porque se quieren manejar como los grandes diarios de CDMX, con todo y lo aburrido al leerse, pero con la medalla de la superioridad moral.
Y cosas como Deforma fallan en convertirse en el Onion mexicano por buscar el chiste fácil, clasistas, racista, a como dé lugar. O qué decir de Batanga, Cultura Colectiva o Pijama Surf. Son felices con los clics y likes, evadiendo la responsabilidad. Como los tubers. Hay que abrazar el mullet y si es necesario ser cínicos, venga. De manera separada no es posible.
francisco@bocadillo.mx / @masterq