Hay un deseo que pido siempre que pasa un tren
Recorrer el “Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias” es una lección social, política y económica de México y en menor medida del estado, lo digo sin exageraciones y sin pretensiones de profundidad analítica, porque lo que está ahí es tan evidente que se oculta, es tan palpable que se vuelve diáfano ante la mirada, es un lugar lleno de trabajo, esfuerzo, reivindicación, lucha, cinismo, opresión, olvido y corrupción, todas las convivencias posibles en un mismo lugar de chatarra pulcra y maloliente corrupción debajo de espectaculares atardeceres.
En el barrio de la Estación que debe su nombre a la llegada del Ferrocarril Central Mexicano en 1884 se abrieron nuevos rumbos y oportunidades en una nación empobrecida, marginada, hambrienta y analfabeta en pleno apogeo del sistema porfirista que respondía a intereses sectoriales de las oligarquías locales y a los intereses extranjeros de usufructo de recursos a mansalva, los ferrocarriles tuvieron la dualidad de progreso y explotación dándole coyuntura al país para industrializarse, conectarse y generar crecimiento, los Ferrocarriles Mexicanos fungieron un papel fundamental en la historia del país y en su desarrollo durante décadas como parte del patrimonio industrial, tecnológico y cultural. Poco más de un siglo después lo que sería uno de los lugares más pujantes y vivos de la ciudad se convertiría en un parque memorial a la corrupción y al olvido.
Durante el sexenio de Carlos Salinas en mayo de 1992, un grupo de especialistas del Banco Mundial recomendó la privatización de los ferrocarriles, así basado en la política neoliberal que tanto a devastado al país todo el aparato burocrático se puso a la orden de intereses privados para trasladar los bienes de la nación para vender Ferrocarriles con el artificio de la prosperidad y el bienestar. Sabemos bien no por cuestión cualitativa sino cuantitativa que privatizar es sinónimo de robo, de despojo y tráfico de influencias, aunque Salinas inició las operaciones para desmantelar Ferrocarriles Nacionales, fue Ernesto Zedillo quien envió al Senado de la República la iniciativa para la desnacionalización que sería aprobada en 1995 y definitiva un par de años después entregando un bien del pueblo a tan solo cuatro empresas de las que en la actualidad podemos observar sus vagones pasar (Kansas City Southern, Union Pacific Railroad, Transportación Marítima Mexicana y Grupo México). Terminando Zedillo su sexenio trabajó como asesor del Consejo de Administración de la Union Pacific Railroad que junto con Grupo México se quedaron con la enorme infraestructura ferroviaria del país víctima del abandono deliberado del Estado durante sexenios en complicidad con los gobiernos locales y el sindicalismo mezquino, así la industria y sus enormes instalaciones en todo el país fueron vendidas como chatarra a precio irrisible, ingenuo es pensar que con esto sólo se entregó el ferrocarril, con ello se favoreció sin regulación licitaría alguna a constructoras específicas con miles de kilómetros de carreteras privadas y sus respectivas concesiones a decenas de años, monopolios de transporte terrestre de mercancía y de pasajeros, el consumo de hidrocarburos importados y el punto esencial; la gran pérdida de territorio nacional.
Una muestra de los cientos de lugares destruidos y abandonados fue durante décadas Tres Centurias, posteriormente “rescatado” para otro fin que si bien representa un interesante proyecto cultural e histórico, es en realidad un Complejo de fantasías y mentiras solapadas que estúpidamente muestra orgulloso las toneladas de chatarra que alguna vez fueron máquinas pujantes, bodegas donde se generaba mecánica y alta ingeniería convertidas ahora en salones de fiestas burguesas, explanas sindicales y revolucionarias que hoy son rentadas para eventos de cualquier índole, vías que se pierden debajo de la tierra, una Maestranza hito técnico y tecnológico extraída de sus cimientos solo para montar un cómodo estacionamiento, así cientos de piezas amontonadas y sitios adornados con pintura y lucecitas de colores como la pobre Máquina 2708 que pretende lucir altiva en la entrada del parque (paradójicamente nunca avanza hacia ningún lugar, parece sentir una vergüenza triste y honda, por eso a veces me da pena, pudor, observarla, después me acerco y le pongo una mano por aquellos viejos días de gloria que le arrebataron a ella y a los miles de ferrocarrileros y sus familias, que le arrebataron a la nación). Así el parque solo expone y explota las posibilidades turísticas del lugar, anula y esconde la verdadera memoria sin registro para las nuevas generaciones de saber cómo el tren “desapareció”, si bien en el Complejo se han generado espacios como Museo, Universidad, talleres, biblioteca y zonas recreativas no es más que una obligación de restitución mínima y reflejo pálido del origen de este lugar.
Es así que cuando entro al Complejo Tres Centurias y veo la vieja locomotora, las grandes calderas desechas, los poderosos motores corroídos, las ruedas convertidas en bancas decorativas, los obreros de bronce inertes casi fantasmagóricos, los carros oxidados, las enormes bodegas esperando fiestas y banquetes, no veo un parque, veo el abandono del Estado hacia con el pueblo, veo la negligencia, la corrupción, el olvido, la arrogancia, la prepotencia, la demagogia, el insulto a la Nación y la preocupante ignorancia de un pueblo sin sentido de la historia y sin memoria. Pero también veo la oportunidad de desarrollar ahí mismo ciencia y tecnología, un nuevo proyecto ferroviario de última generación que sería clave para el país no sólo en términos de competitividad y productividad sino también de seguridad y medio ambiente que desarrollaría empleo requiriendo técnicos y especialistas de todas las áreas, mano de obra local y operarios calificados, que produciría demanda interna de acero, concreto y otros materiales, un nuevo ferrocarril que impactaría en la reducción de precios en el traslado de las mercancías y activaría la conexión industrial regional mediante estaciones convertidas en polos de conocimiento en el intercambio de ideas y proyectos, la reducción del consumo energético y la implementación de vías alternas de energía renovable entre decenas de impulsos mas que se realizan a diario en trenes de otras partes del mundo con sociedades comprometidas que colocan en el gobierno a cuadros capaces y vanguardistas. Por ahora, al recorrer Tres Centurias no siento más que lástima y náuseas.