I want your sex
I want your love
George Michael
El sexo con amor. El sexo rabioso. El sexo en público, en privado, sucio, quisquilloso, prohibido, gozoso, doloroso.
Silencio.
Nuestra sexualidad es muda e hipócrita. Hacemos gala de nuestra productividad lingüística al inventarnos tantos eufemismos que aparenten mínimo decencia en las palabras. Nos prohibimos nombrar, preferimos la risa o el insulto sobre las palabras del sexo y todo lo que hay alrededor de él porque nos parece grotesco e impúdico.
No hay personas con quien más hable de esto que con mis amigas y es evidente que aún entre nosotras a veces nos cuesta tocar el tema a profundidad, en confianza, el juego de los placeres, los pensamientos, las sensaciones, aunque si el color nos sube al rostro es más cosa del calor del recuerdo que de la pena.
A los primeros organismos unicelulares no les interesaba el sexo, puede ser que duplicaran su ADN para dividirse en dos células idénticas. Cuando llegó la reproducción sexual, dicen que inició como una forma de canibalismo (todo tendría sentido ahora): una célula se comía a otra pero en lugar de digerirla incorporaba su ADN o pudo ser que un virus transportara genes de un cuerpo a otro, una forma primitiva de pasar esperma. Henos aquí, después de 700 millones de años desde el primer vestigio del humano, con un hipotálamo, el caldero de las emociones y las conductas sexuales, que ha evolucionado tan poco y con él la sugerencia de una gran continuidad entre hombre y bestia. Aun así, con esa tendencia a la animalidad, hemos racionalizado el sexo de tal forma que nos encargamos de elevarlo a lo sublime o demonizarlo, y esto último con todo a su alrededor, por ejemplo, la ecuación sexo más religión por lo general no da como resultado el pecado; lo que es moral para unos, para otros basta con agregar prefijos para inmoralizarlo o amoralizarse. En pleno siglo XXI nos seguimos enfrentando al poder que se ejerce en cada sujeto y su condición política respecto a la sexualidad.
Mientras, crecimos aterrorizados ante la idea de encontrar a nuestros padres en el acto amoroso, cogiendo, pues. Hasta la fecha mis tías siguen creyendo que mi yo niña no entendía de lo que hablaban cuando cuchicheaban sobre sexo, mis padres creerán que nunca vi las películas clasificación C que me prohibían, pero las veía y me gustaban por la falsedad en los amores. Como el porno, que aún me sigue provocando risa. La prohibición aumenta en nosotros el morbo por el tema.
Tan orgánico y natural es, tan de todo el tiempo y todos los días, que sin embargo lo que tiene que ver con sexualidad nos escandaliza, perturba, o no lo queremos pronunciar o escuchar, como se muestra en un video fa-bu-lo-so de chicas cantando sobre el asco que les produce a los varones nuestro periodo menstrual, una de las bases fundamentales de la existencia humana, dicen, que termina con un grito estremecedor de estos después de haber escuchado la canción; o el ‘escándalo’ (¿podemos tachar de escándalo algo en estos tiempos?) que suscitó la actriz Gwyneth Paltrow al “perder el pudor a la hora de hablar de las cosas más privadas”, como escribieron en el portal de E!, al publicar en su blog un artículo sobre dudas en torno al sexo anal: “Si el sexo anal te excita, definitivamente no estás solo”, reza el texto; o Cher y los comentarios obtusos sobre su vestimenta “Cher triunfa y se exhibe en Premios Billboard 2017”, sin dejar de recalcar que acaba de cumplir 71 años, lo que de seguro significa para todos estos que no tiene oportunidad de ser sensual y sexual como siempre lo ha sido. Hasta las tetas de Emma Watson fueron motivo de comentario como si fueran sexosas. Porque la revolución sexual trajo los anticonceptivos, un impulso más a ejercer la sexualidad sin fines reproductivos, no por eso todavía las mujeres podemos decidir sobre nuestros cuerpos por completo, ni en cuestiones de sexo ni en torno la maternidad.
Y en este, mi ranchito doble moral aguascalentense de la gente buena, uno donde más embarazos adolescentes ocurren en el ámbito nacional, el diputado Jesús Morquecho Valdez del grupo parlamentario del Partido Encuentro Social y PAN (dios los hace, ellos se juntan) exige que no haya educación sexual para los niños en las escuelas, y se opuso por completo a la repartición de condones en la Feria de San Marcos, que porque el sexo solo se aprende en casa. Eso sí, tenemos nuestra zona de “tolerancia”, donde darle rienda suelta al cuerpo y al desenfreno tiene el visto bueno del municipio, que como dijo Lydia Cacho se vuelve un estado proxeneta al recibir los beneficios, pero que no es capaz de reconocer los derechos humanos y laborales de las trabajadoras sexuales. ¿O a poco ya no se acuerdan de la censura en marzo del 2016 de los espectaculares con la campaña del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/Sida, “Mil formas de amar, una sola de protegerse. ¡Usa condón!”. Aguascalientes, un estado que registra 456 pacientes diagnosticados con VIH, más los que no saben que portan el virus, más los que sí saben y no quieren decir.
O los comentarios verdaderamente aterradores e ignorantes sobre la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano aplicada a niñas de once años, que hará, para sus detractores, que estás niñas se vuelvan promiscuas de grandes al saber inmunes, o que las dejará ciegas, sordomudas, discapacitadas. Lo que es un hecho es que, según la Organización Mundial de la Salud, miles de mujeres mueren todos los años a causa del cáncer cervicouterino causado por el virus, y que una vacuna salvará a muchas de este final, tal vez por personas que decidieron no protegerse o que no sabían cómo a la hora de tener sexo.
Con todo esto, las mujeres aún padecemos el ejercicio de nuestra sexualidad. La libertad para hacerlo no se despliega en todos los aspectos por este silencio perturbador que nos impide hablarlo y escucharlo. El amor ronda y acecha siempre, y luego nos da por ser víctimas de los otros, los que deciden cómo debemos hacerlo; o si no mencionamos al amor nos volvemos de una casta menor, menos valiosas por gozarlo sin ataduras, putas nos llaman. Desde los factores sociales y culturales, la monogamia o el agandalle del poliamor cuando no se establecen las condiciones, las emociones, las fantasías, los deseos y los placeres de las mujeres siempre están cuestionados y relativamente restringidos. La construcción sexual de las mujeres empezó desde que nos dieron a escoger dos profesiones, esposas-madres o cortesanas, desde que nos hacen elegir, lesbiandad o heterosexualidad, pero nunca estas opciones como una institución política en la que podamos decidir. Porque podemos decidir entre una identidad sexual erótica por una sexual política.
Hace poco, la madre de una amiga le llamó por teléfono y la plática torno sobre su sexualidad. Grande fue mi sorpresa cuando le narró con la mayor soltura una experiencia sexual. Esa intimidad que nos reservamos, ella la transformó en un vínculo con su hija porque aparte de eso también es su amiga.
¿Qué tan moralmente aceptable es hablar de sexo? La enseñanza y difusión de la sexualidad nos puede librar de la muerte, puede hacernos sentir más seguros, puede hacer que desaparezca el estigma que ha atravesado millones de años de diferentes maneras, puede enseñarnos a decir No, o a decirle a Macorina dónde nos ponga la mano. El sexo con amor, el rabioso, el que hacemos en público, o en privado, ese mencionémoslo, perdamos el pudor a la hora de hablar de las cosas más privadas.
Después de todo, qué añoramos más del sexo sino las palabras que surgen en el después inmediato, cuando todavía agitados comenzamos a reír o a hacer confesiones.
@negramagallanes