Quo vadis? / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Cada era tiene su propia medida del tiempo. Ancestralmente, cuando imperaron los medios tradicionales de producción agrícola campesina, el tiempo del hombre se medía por las estaciones del año, el sol, la luna y la lluvia eran sus regentes. Por ello, el día podía medirse con relojes de sol y las jornadas de trabajo eran de sol a sol, y la Luna como emperatriz de la noche navegaba plácidamente durante las ocho y más horas de sueño. La era de la industrialización, en cambio, impuso la medición del tiempo bajo la maquinaria de los relojes, y comenzó a tasarse el salario por las horas de una jornada laboral que podía ir de las 18 a las 12 horas, tal como ocurría en las minas de carbón y en las fábricas textileras o del papel. Los silbatos de las fábricas marcaban el ritmo del tiempo de vida de la sociedad. Aguascalientes así marcaba su jornada, con referente a los tiempos del silbato del taller ferrocarrilero.

Al estallido de la Era Atómica, se inauguró la marca del tiempo de las velocidades supersónicas, eran ya los minutos que rebasaban las cansonas campanadas de las iglesias cada cuarto de hora; y era un hecho la jornada de ocho horas. El tiempo de los viajes trasatlánticos se acortó; se impuso el régimen laboral de pago/hora/hombre como medida del salario. Las líneas de producción medían sus procesos con base al minuto.

México accede a esta era con buena ventura: Es el tiempo de México conocido como “el milagro mexicano”. A partir de 1940 México inicio una etapa llamada el milagro mexicano, esta etapa se caracterizó por ser de un crecimiento sostenido y fue el cambio hacia la formación de una nación moderna e industrializada. De 1940 a 1956 se da en México un período de crecimiento hacia afuera, basado en el dinamismo del sector primario. Esta política puede definirse como crecimiento sin desarrollo, ya que el número de industrias del país aumentó, pero sin la base sólida que es la libre competencia, que le permitiera desarrollarse económicamente. Durante el mandato de Ávila Camacho (1940-1946) se observó una notable estabilidad política y un crecimiento económico. Entre 1940 y 1945, el PIB creció a un ritmo de 7.3 por ciento, índice nunca antes alcanzado en la etapa postrevolucionaria (http://www.economia.com.mx/el_milagro_mexicano.htm).

La década de los 60 irrumpe con el inicio de los procesos computarizados, que rápidamente desarrollan las tecnologías de la información capaces de procesar cálculos a fracciones de segundo; modelo científico y tecnológico que rompe rápidamente esta barrera y gracias a materiales como el silicón hace posible acelerar los procesos tecnológicos de cómputo a los milisegundos; había quedado instalada la Era de la Información; continúa el vértigo de la velocidad entre un input y un output y la medida del tiempo se fracciona casi al infinito, y toma como referente el nanosegundo, su bonita figura matemática es (10-9 s). 1 Segundo = 1,000,000,000/ mil millonésima de un segundo.

Esta era de bonanza es equidistante del proteccionismo económico de México, que se extiende al mandato del presidente Miguel Alemán Valdés, entonces, “la actividad industrial registró un vigoroso crecimiento. La tasa de crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) alcanzó entre 1947 y 1952 un promedio anual del 5.7%”. (…) De 1956 a 1970 la economía mexicana gira ciento ochenta grados, creciendo hacia adentro, vía la sustitución de importaciones; es decir, México debía producir lo que consumía. (O. Cit. Economía. Ut supra). La tarea que le quedó pendiente a la economía mexicana fue la generar empresas competitivas a nivel internacional. Luego, con Carlos Salinas de Gortari, ingresamos oficialmente a la globalización con el famoso TLCAN/Nafta, para toparnos con la pausa al sistema global que ha impuesto Donald Trump, en espera de una redefinición del libre comercio continental a nivel de América del Norte.

A esta medida del tiempo corren en paralelo las nanotecnologías capaces, por ejemplo, de manejar el nivel mitocondrial de una célula. Comienza la era post-genómica, en que la historia asistirá al relevo del genoma por el proteoma humano.

Exordio que nos permite situar mejor lo que pasa con nuestra dimensión social en el tiempo. Y para ello me voy a referir a un debate de actualidad acerca de los tiempos y la eficacia de nuestro sistema de Justicia. Leemos la nota: “El Colegio Nacional de Abogados Juaristas acusó a la presidente municipal, María Teresa Jiménez, de desconocer el Sistema Penal Acusatorio, luego de declarar que el nuevo modelo judicial no sirve para nada.” Para lo cual se invoca un dicho de la alcaldesa: “Para la delegada de la organización, Juana María Martínez Flores, la falta capacitación de la Policía municipal es responsable de que la justicia oral no esté funcionando adecuadamente en el fuero común, tras recordar que la propia alcaldesa panista dijo la semana pasada que sólo en delitos del fuero federal ha arrojado buenos resultados” (LJA. Sociedad y Justicia. Desconoce María Teresa Jiménez el Sistema Penal Acusatorio. By Hilda Hermosillo | 10/05/2017).

Esta discusión, así se remonte a una era rupestre, nos sirve de referente para entrar a la dimensión desconocida de la procuración e impartición de Justicia, en el tiempo de México. Afortunadamente, ahora contamos con un instrumento de medición altamente perfeccionado, que nos permite situar en su justa dimensión el problema del sistema de justicia imperante en México. En Aguascalientes entró en vigor el Sistema Penal Acusatorio en 2014 pero aún se encuentra en desarrollo, con un avance del 86%. Así lo consignó el Índice Global de Impunidad México 2016, IGI-MEX. Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia. CESIJ. Universidad de las Américas Puebla. Coordinadores. Juan Antonio Le Clercq Ortega l Gerardo Rodríguez Sánchez Lara. Febrero 2016.

El Índice de Impunidad de México (IGI-MEX) se construyó a partir del modelo teórico sobre impunidad y la metodología cuantitativa del Índice Global de Impunidad 2015 (IGI). Por ello su marco teórico se funda en que: La impunidad es multidimensional. Es decir, la impunidad debe ser entendida como un fenómeno que surge de varias dimensiones del quehacer de un Estado como es la responsabilidad de la seguridad ciudadana, la procuración y administración de justicia, el buen funcionamiento del sistema penitenciario así como la protección de los derechos humanos.


De manera que sí, la acción preventiva de la seguridad ciudadana depende de la calidad y eficiencia del operativo policíaco y es el primer eslabón en la cadena de procuración y administración de la Justicia; pero de ninguna manera agota el todo de la composición del sistema. Hay que analizar y medir la eficacia/eficiencia de sus elementos constituyentes. Y bajo este criterio sabemos que: México ocupa el lugar 58 de 59 países con mayores niveles de impunidad que mide el IGI. Posición nada halagüeña para un país en la Era del Conocimiento y la Información.

En México la impunidad tiene sus raíces más profundas en los problemas estructurales y funcionales de las 32 entidades federativas. Es por eso que se necesita encontrar las raíces de los problemas desde el ámbito local. (IGI-MEX, 2016. Ut supra). El índice se define como un instrumento compuesto y complejo. Compuesto porque incluye información de tres dimensiones distintas que construyen la cadena de impunidad: delitos no denunciados (cifra negra), así como el funcionamiento y capacidades de los sistemas de seguridad y justicia. Es un índice complejo porque es un modelo econométrico de 19 variables.

Desde lo local, Aguascalientes se identifica con este perfil: Según lo reportado por las instancias estatales de procuración de justicia, el número de averiguaciones previas iniciadas en 2013 fue de 17,443, correspondientes a 17,402 delitos imputados. De ellas únicamente pudieron ser determinadas 6,170. Destaca como una situación anómala, que se hayan reportado en dicho año 22,930 inculpados con sólo 3,106 procesados en causas penales en primera instancia. De manera que, la cifra negra del estado es de 92.9%, estando así a la par de la media nacional, la cual es de 92.8%. Estas cifras son preocupantes ya que nos permiten observar que sólo alrededor del 7% de los delitos cometidos son reportados.

De modo que en este ancho mar de impunidad, a duras penas se mantiene bajo la línea de flotación la montaña sumergida del 93% de los delitos cometidos en la entidad. Cada vez que veo y escucho el apelativo “Su Señoría” para un-una Juez, o “Sr./Sra. Magistrado” o “se emite Sentencia” se me enchina la piel al ver dónde topa aquello en lo que debiera imperar la majestad de la Justicia, ya sea en su procuración o impartición al común de los ciudadanos. Esas cumbres y alturas institucionales que se elevan al Olimpo judicial, y donde la palabra pronunciada es real poder en acto, se nublan e incluso se tornan sórdidas al calor de la injusticia que por otro lado prohíjan, ahíjan, toleran.

De manera que éste es el verdadero sitio y tiempo en que su ubica la Justicia -oral o escrita-, y nos apremia a poner a tiempo el reloj de México. So pena de manejarnos como hombres de las cavernas en la era espacial y digital de la inteligencia artificial y el conocimiento. Trump, se está demostrando, tiene en el Poder Judicial un peso y contrapeso vital para la sociedad norteamericana. México, sin Justicia, quo vadis?
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