Toros / Puyazos - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

Cuando fenecía el día de ayer y doblaba un astado de Marrón, a la cuenta del Zotoluco en la bella Monumental de Zacatecas, se desplegaba el telón para tapar el foro donde se desahogó una feria que al sumarla dejó en trasparencias diáfanas un informe a cerca del mediocre estado que aqueja a la fiesta brava nacional.

En el parte quedó asentado lo rico y pobre de este espectáculo que antaño tenía héroes como protagonistas.

¿Qué se necesita para que las gradas de los cosos se cubran de gente? Buenos carteles propuestos en buenas fechas… Sin embargo esta tesis quedó destruida según el promedio de afluencia en la corta serie. Quizás ese pagador y aguantador público intuyó el paquete de fraudes que se cuajarían y ni una función se pudo llenar en la hermosa cantera rosada.

La administración de esta finca remozada y embellecida fue encomendada a una empresa que se autodenominó “Tierra de toros”, en halago a la tradición ganadera que tiene el estado, empero justamente el toro genuino fue el que no apareció nunca en el anillo.

Y en fila, para presumir su taurinismo, acudieron a todos los festejos los llamados cronistas aguascalentenses, a repetir de modo lacayuno lo que a la empresa, previo condicionamiento de conciencias, le convino. Libertad de prensa es la que no existe en México.

De cualquier modo el central episodio se lo adjudicaron las jóvenes promesas.

El supuesto mejor cartel, a decir de los aficionados, era el pactado para el día más importante de la feria, 16 de septiembre; pero en los estanquillos expendedores de boletos apenas se vendió algo más que el cincuenta por ciento de ellos.

La vacada de Santa Bárbara festejaba su XXV Aniversario; se podría pensar que para honrar el onomástico, sus titulares mandarían una partida de “simples” toros, cuando no un octeto de soberbios ejemplares que en los morrillos ondularan luminosamente los colores de su divisa, pero lo que arrearon de sus rudos agostaderos fue un encierro propio para aficionados prácticos, sin trapío, mal armados y sin categoría, mansos para mayores señas, y no para cuatro coletas titulados profesionalmente y con importantes experiencias europeas, en donde la fiesta se mueve y evoluciona en competencia leal.


“¡Los tratan como a señoritas!” Dijo un vecino de tendido cuando recién pisaba el albero el quinto bovino… refiriéndose a los actuantes.

Y para mis entrañas agregué, reforzando su certera sentencia: “y no como a cuatro jóvenes gallardos, frescos y valientes…”

Joselito Adame es un diestro con diligencias ondulatorias; al igual que su carrera, esa tarde osciló entre lo macizo y lo blandujo. Quede al rescate su empeño, algún par de banderillas y un bloque de naturales cabales ante el obsequio. A él se le entregó, absurdamente, el trofeo en disputa, cuando en todo caso lo merecía Saldívar.

Juan Pablo Sánchez, envuelto en su conocida tenacidad, comienza a estandarizar los trasteos; teniendo por delante casi siempre rumiantes descastados e inofensivos, no le queda más que dar un parón y codillear hasta el hartazgo. Pero el toreo es más que eso y no tardará en aburrir. Si continúan en ese equivocado proyecto de acomodarlo entre algodones podemos perder en el vicio una gran esperanza. En la corrida del sábado 22 desorejó a un animal de buen estilo y nobleza, llegado de los feudos del amable Javier Bernaldo, sin embargo aquél era de rabo; pero el coletudo tardó en entender sus bondades, no obstante le desorejó por el aceptable uso que hizo de la espada, unido a tres tandas cortas en la región del tablero. A su segundo, que llevaba los auriculares pegados con saliva, nunca le entendió la distancia y menos el son.

Lo más torero de la serie lo forjó el gallardo jalisciense Arturo Saldívar; primero aquella fecha del 16, ante el menos mal presentado pero invariablemente soso del encierro zacatecano. Entonces reveló su personalidad, valentía, arte, facultades y suficiencias técnicas, perdiendo las orejas como lógica consecuencia del errático empleo del estoque, apéndices que sí empuñó del sexto en la fecha de ayer, sobre todo por un tramo descarnado de bernardinas y el tizonazo con que despeñó tal de Marrón.

Y llegó el contrato para el sinvergüenza de Chiva, Enrique Ponce que modernizando el trueque de los espejos por oro impuso encierros indignos de alguien que tiene su trayectoria y se hace llamar matador de toros. Hasta en dos tardes –22 y 23–, en las que tampoco logró las entradas de llenos cabales, hizo su toreo chapucero envuelto en su bien dominada estética. Ahora viciado, es más postura que fondo. Y ya de hace buen tiempo a la fecha de hoy.

Zacatecas, lo lamento, sufre de terrible analfabetismo taurino, pese a la visita que tuvo de grupos aguascalentenses, que con ilegítimo orgullo, se hacen llamar los más conocedores de la patria.

Y en todas las funciones anunciadas se raspó la pieza de Genaro Codina y se burlaron de ese público que paga caro pero que es ingenuo e impotente al exigir sus derechos.

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