Durante el mes de enero en Aguascalientes y demás ciudades del bajío, todas aledañas a San Juan de los Lagos, somos testigos de un fenómeno bastante interesante: las peregrinaciones, cientos o tal vez miles de personas, acuden año con año caminando (además de otras formas de transporte) a ver a la pequeña patrona de aquella ciudad de Jalisco, pero sobretodo, protectora y bienhechora de todo aquel que, ante la adversidad y la angustia, puede encontrar en ella el refugio y la quietud.
Dice Igor Übelgott que “Una manda es una promesa hecha ante un santo, la Virgen, Jesús u otro sujeto de culto que, de acuerdo con la fe del solicitante, tiene el poder de interceder ante Dios y facilitar la realización de un milagro: recobrar la salud, de uno mismo o de un ser querido; salir airoso de una situación comprometida o peligrosa; recuperar algún objeto valioso que se daba por perdido o, incluso, a un pariente extraviado” (Algarabía, número 95, Mandas, juramentos y otros trueques de fe). En la definición de la Real Academia Española, también se da esta connotación: “1. f. Oferta que una persona hace a otra de darle algo… 3. f. And. y Chile. Voto o promesa hechos a Dios, a la Virgen o a un santo.”
Caminar o visitar el santuario de la virgen de San Juan, constituye una de las mandas más representativas de la fe en México, se trata de corresponder a un pedido que fue concedido por la divinidad, un auténtico contrato con dios. Aquellos que hemos pactado esta clase de acuerdos hemos sido testigos ya de la magnificencia de Cihualpilli, o el formidable fenómeno que implica socialmente hablando; de alguna forma resulta extraño que a pesar de ser la segunda figura religiosa con mayor fervor en el país (5 millones de peregrinos al año) no existan cintas dedicadas a esta advocación mariana, como sí hay decenas para la de Guadalupe, apenas y podemos encontrar un par de documentales (videhomes en realidad) de baja manufactura.
Culturalmente, llama la atención la propia imagen artesanal elaborada en pasta de caña; su santuario, una iglesia de corte barroco en cuyo interior son admirables la enorme colección de exvotos que van desde zapatitos, pasando por playeras de la selección mexicana o de las chivas, los clásicos de lata en forma de alguna parte del cuerpo, hasta las hermosas pinturas o exvotos escénicos que narran visualmente cómo se concedió el milagro, la historiadora Gabriela Sánchez Reyes señala que se caracterizan por “ser un producto que está fuera de la religión oficial, por ser una manifestación del pueblo laico; es por lo tanto, una expresión popular, en su búsqueda de lo divino”. El aspecto gastronómico es rico, literal y metafóricamente, no sólo en cuanto a la cajeta, el alfajor o la pléyade de dulces, sino las tortas o flautas de pierna, jamón, cueritos o queso de puerco que, a pesar de traer los pies destrozados, se disfrutan a horrores con la salsa deliciosamente picante a base de chile de árbol tan característica de los Altos de Jalisco.
La religión, en especial la católica, tiene un profundo sentido jurídico, la estructura formal del rito posee una connotación de derecho positivo, que se robustece por la gran cantidad de documentos y figuras de corte legal que regulan la vida de la iglesia: encíclicas, concilios, código canónico y una Biblia meticulosamente clasificada que a su vez se compone de algunos libros netamente jurídicos.
Fuera de la forma contractual o de obligaciones jurídicas, lo cierto es que el encomendarse a esta figura materna de dios deviene en un regresar a la seguridad de la madre (¿Puede una madre olvidar a su hijo?) cual posición fetal, implica pedir ya no a dios sino a su madre, cuando nada nos puede ayudar. En mi camino a San Juan de los Lagos pude ver mandas de todos los tipos: gente descalza, ancianos que a duras penas podían caminar, uno que iba en zancos, incluso varias parejas con su hijo en brazos. No podría de estar de acuerdo con las que dañan a terceros o ponen en riesgo la salud, fuera de esto, no deja de ser un fenómeno social y culturalmente interesante digno de presenciar o vivir al menos una vez en la vida.
[email protected]