- Según el dramaturgo, es preferible un público de derecha, conservador y religioso, que no esté de acuerdo con sus ideas con el que se pueda entablar un diálogo
- El dramaturgo no debe tener una postura respecto a un tema sino que debe presentar un hecho de la manera neutral
Para el dramaturgo y director Alejandro Ricaño es preferible hacer montajes para públicos que no estén de acuerdo con él y sus posturas que puede encontrarse fácilmente en el circuito comercial, que para un público que sea condescendiente.
Este viernes Ricaño, dramaturgo creador de exitosas obras como Más Pequeños que el Guggenheim o El Amor de las Luciérnagas estuvo en el auditorio Ramón López Velarde del Museo de la Muerte, donde ofreció una conferencia en la que habló a estudiantes de artes escénicas sobre los diferentes modelos de producción teatral.
En específico, Ricaño habló de los tres modelos con los que ha dado forma a su carrera: el independiente, sustentado exclusivamente por sus propios ingresos, el subrogado por el gobierno y el comercial.
El modelo comercial, indicó, no parecer ser el más adecuado para su forma de pensar y la estética que prefiere para sus montajes, debido al público que suele tener este aforo no se suele identificar con su postura, sin embargo, es precisamente este donde puede hacer cuestionar a sus interlocutores sobre las verdades hegemónicas en las que creen.
Según Ricaño, el dramaturgo no debe tener una postura respecto a un tema, sino que debe presentar un hecho de la manera neutral, lo cual se logra al establecer dos enfoques diametralmente opuestos con la misma fuerza argumentativa para que sea el espectador quien emita un juicio o para que por lo menos reflexione sobre esa problemática que se le plantea.
Una vez que se establece esa problemática y los dos enfoques son dotados de fuerza, es importante que el dramaturgo se pregunte quién debe ser su interlocutor, es decir, su público.
“Hacer teatro es establecer una discusión, pero para mí, hacer teatro es pelearme con un espectador que no esté de acuerdo conmigo, no me interesa discutir con alguien que sea igual a mí, ¿Cuál sería el sentido de eso?”.
Ante ello, comentó, si quiere realizar un montaje de denuncia social, el mejor público para exhibirlo, según su apreciación, no es ni el de los circuitos independientes ni el de los circuitos culturales que suelen asistir a ver teatro de modelo independiente o subrogado por el gobierno, sino que es mejor hacer montajes en el circuito comercial.
“Hago teatro comercial porque ahí el público no está de acuerdo conmigo, en el teatro comercial yo sí identifico a mi interlocutor: de derecha, conservador, religioso, con el que sí puedo establecer un diálogo en el que él se cuestione si verdades hegemónicas a las que está ceñido son ciertas o no (…) Justo ese es el papel del arte, contradecir verdades hegemónicas”.