Sobre la relación entre los artistas y la aristocracia se ha escrito extensamente a lo largo de los siglos recientes. Si bien es sobre la relación de mecenazgo de la que más se ha dado testimonio, es indudable que las relaciones de poder que ambos han establecido ha conferido legitimidad a sus propios intereses. La aristocracia fue y sigue siendo una clase social con alto impacto en la vida pública y su participación en las estructuras de gobierno ha prevalecido a lo largo de varias décadas. Ello particularmente por asociaciones de poder. De hecho, al considerar la aristocracia dentro de una estructura de gobierno es hablar del acceso de un grupo reducido de personas cuya herencia, apellido y capital intelectual es estimado para el ejercicio del gobierno. Si bien la aristocracia entra en conflicto a partir de la Revolución francesa, aquella continúa presente a través de la salvaguarda de la cultura en virtud de que se les confiere un alto nivel por sus capacidades intelectuales. De esta forma, narrar el movimiento diacrónico de la aristocracia es entrar en años de transformación, sin embargo, a pesar del debilitamiento de su poder como clase social derivado de los avatares de la historia, continúa con un alto poder simbólico que hoy en día sigue presente.
Aguascalientes, como el resto del país y del mundo, históricamente no ha sido ajeno a estas circunstancias. Sin embargo, en nuestro estado, el poder que tienen las familias aristocráticas es aún más evidente ante el indudable rezago educativo y social que sufre nuestra sociedad. Si bien la aristocracia conlleva un alto poder político en su estructura, dicho poder también se transmite, se hereda, a las familias en distintas generaciones, asumiendo incluso que la genética es garantía de los rasgos que distinguen.
Así en Aguascalientes ello no ha sido la excepción, incluso nos permite ver una distinción principalmente por las condiciones geográficas y demográficas del estado al dar cabida a una aristocracia de artistas que hoy en día reciben trato de héroes estatales de la cultura, en su mayoría reconocidos como grandes hombres de las letras, principalmente por su fuerte presencia a mediados del Siglo XX, que además fueron favorecidos, en algunos casos, por una gran necesidad cultural de la población de esa época que hoy en día las instituciones y sus las pequeñas élites nos hacen reconocerlos y conmemorarlos como próceres de las artes y cultura en nuestro estado.
Estos artistas, escritores, cronistas fundadores de la historia reciente de las artes y las letras en Aguascalientes respondieron a su tiempo a través de su legado y plasmaron en su trabajo artístico e histórico la ruta que muchos artistas aún siguen hoy en día. Sin embargo, su descendencia poco o nada, y en algunos casos, tardíamente ha logrado enriquecer ese legado con el trabajo propio a pesar de vivir del reconocimiento profesional y artístico de quienes descienden.
La aristocracia, semejante a la monarquía, se norma implícitamente por ciertos valores hereditarios, de esta forma frases como “mi padre” o “mi abuelo” suelen ser el inicio de muchas de sus conversaciones, atribuyéndose un valor superior en su persona como si implícitamente el mencionar su apellido de “abolengo artístico” debiéramos el resto de los ciudadanos hacer una reverencia y reconocimiento a la familia de frente a quien estamos.
Bajo esta premisa, hay los quienes asumen como parte de sus derechos incluso asumir puestos en instituciones públicas o educativas tan solo por su apellido, y en donde su desempeño deja mucho que desear, ya sea porque se apropian del cargo como si se tratara de un título de la corte, o casos en que incluso han encubierto su carencia artística o discursiva a través del plagio. Es decir, los hijos o incluso los nietos de la aristocracia artística de Aguascalientes mucho deben a las instituciones la preservación de su abolengo, sin embargo, quizá desde la ausencia de sus padres y abuelos, poco a nada estas familias han contribuido, ni siquiera para mantener el legado de sus padres en el resto de las generaciones, no así la perpetuidad de sus privilegios.
Las hijas o los hijos de, las nietas o los nietos de, han olvidado que su apellido en nuestros tiempos no es razón suficiente para tener el reconocimiento de los demás; al querer preservar una élite aristocrática que han olvidado que era herencia conlleva la responsabilidad moral de promover las artes y la cultura en el estado, llevando las crónicas y los poemas de sus padres al conocimiento de todos.
Si los hijos de la aristocracia artística se presentan en el sector cultural como una clase dominante con superioridad, y sustentada en las relaciones sociales en donde la herencia artística es la que los distingue, eso no puede seguir fomentándose. El reconocimiento en las artes debe ser de quien lo trabaja, y no un derecho de cuna, y muchos menos secuestrado por unos cuantos.
Muy de acuerdo con Irlanda, en todo su discurso, pero fundamentalmente en los dos últimos renglones. Felicidades Irlanda !!!