Trump el mexicano / Economía de palabras - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

A pesar de lo que pueda pensar la comentocracia mexicana, la llegada al poder de Trump no debería resultarnos ajena. En México la kakistocracia no es un fenómeno nuevo. ¿Le suena familiar a usted el caso del empresario, outsider, misógino, racista, ignorante, de pocos recursos y nulos reflejos lingüísticos que se anunciaba como el presidente del cambio?

Nos parece insultante que Trump, haga señalamientos de este tipo pero somos incapaces de reconocer que en México esta clase de comportamiento no sólo está normalizado, es parte fundamental de nuestra vida política.

Cómo podríamos olvidar cuando un presidente mexicano en turno señaló que los mexicanos hacen (en EU) trabajos que ni los negros quieren o cuando llamó lavadoras de dos patas a las mujeres mexicanas. No hagamos como si aquí jamás hubiera ganado la homofobia, el clasismo y el sexismo. No ignoremos el peso de fenómenos como la retrógrada marcha por un tipo de familia ni a las facciones políticas que lucran con esa clase de sentimientos, filias y fobias del Siglo XIX.

Para equiparar en nuestra realidad el surgimiento de la infinidad de falsedades como una forma de verdad “alternativa” en la vida pública norteamericana sólo sería necesario recordar las innumerables veces en las que al Estado mexicano le han sucedido inverosímiles contrariedades que han terminado por pasar como hechos históricos. ¿De donde se cayó el sistema? ¿Lo tenían en la mesa del dominó?

Es cierto que hay que recordar con frecuencia lo mucho que hemos avanzado en este tema para no perder la voluntad y continuar, sin embargo, habría que hacerlo sin olvidar jamás que “hemos sido tolerantes a excesos criticables” (como un ejemplo) con los encubrimientos, las violaciones a los derechos humanos, la represión y el menoscabo cotidiano de la legalidad. De este lado del muro hemos construido instituciones donde no había ni el mínimo respeto por la legitimidad, no se diga por la verdad.

Con referencia al posible conflicto de interés que supone la llegada de Trump a la Casa Blanca, puntualmente por el hecho de que su yerno sea parte de su equipo de trabajo o que sus hijos administren sus negocios, bastaría recordar a los hijos de “Martita”, al orgullo de cierto nepotismo o los contratos a las empresas de innumerables compadres de servidores públicos tal y como pasó con nuestra propia versión de la “casa blanca”.

Todos perdemos la cabeza cuando Trump no contesta una pregunta a CNN, cuando aquí hay conferencias y eventos oficiales donde no se permite a nadie hacerlas. Se critica que Trump sea incapaz de reconocer sus errores, de la misma manera en la que esta y casi todas las pasadas administraciones han sido igualmente atroces con los suyos. Habría que recordar cómo terminó el sexenio del empleo de Felipe Calderón.

Encuentro fascinante que en el actual contexto norteamericano podamos ver los tan flagrantes errores mientras seguimos escondiendo a simple vista los nuestros, que además son tan familiares. Mike Pence, el vicepresidente, ha sido criticado por homófobo por algunos grupos de opinión que no han atinado jamás a señalar a nuestros, ni tan escasos, retrogradas vociferantes.


Casos como este hay hartos. Trump ha sido tachado de populista por quienes no atinan a hablar con la verdad sobre el gasolinazo por miedo a perder votos. Es increíble que algunos se atreva a tachar a Trump de proteccionista cuando se han pasado la mitad de su carrera política hablando pestes del TLC. No ha faltado el desadaptado que busca que contestemos con un exacerbado nacionalismo a la xenofobia rampante.

Tan penosa ha sido la respuesta, tan anémica han sido nuestras propuestas que parece que el presidente ya tiene lista la mezcla y las varillas para el muro. Tan patético es el estado de nuestra unión que la única pregunta que me surge es cuándo va a terminar la tan vergonzante política de no hacer ni el intento por no hacer el ridículo más de cinco minutos. Si tuvo usted la desgracia de escuchar la conferencia de la presidencia de la República para anunciar la estrategia para encarar la negociación del TLC, entenderá la molestia. Si no la escuchó, hágalo, indígnese.

Finalmente, creo que la virulenta reacción de la clase política mexicana hacia Trump se debe en cierta medida a que, como dice el dicho, “perro no come perro” a que “entre gitanos no se leen la mano”. Me atrevería a decir que son capaces de detectar los mismos vicios. Ven la ausencia de contenido, la falta de criterios, el capitalismo de cuates, las carencias argumentativas y les asusta encontrar competencia.

¿Será que presienten que Trump no es de fiar? tal vez piensan que es un grotesco manipulador. Tal vez suponen que pretende embaucar al pueblo al que debería servir, ¿no será que nuestra clase política entiende tan bien el vacío aplauso de los cretinos a los que sirve que no confía en un hombre que ha sido caricaturizado como un ególatra megalómano? ¿No será que Trump es mexicano?

 

@JOSE_S1ERRA


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