Tengo dos nombres, Irlanda y Vanessa. Ambos nombres me gustan. No tengo apodos (que yo sepa). Mis apellidos tampoco son comunes. De joven identifiqué claramente las desventajas adscritas a mi nombre, de manera que si algo hacía mal o hacía bien, claramente sabían que era yo y no alguien más. Alguna vez incluso llamé a la radio para pedir una canción, pero no dije mi nombre. En aquel momento busqué el primer nombre que se viniera a mi mente, dije que llamaba Karla González y pedí Friday I’m in Love de la banda The Cure. Sentí que había disfrutado de cierto anonimato aunque en realidad nadie me conocía, pero al menos esperaba pasar inadvertida por mis compañeros de secundaria.
Desde luego, en el ámbito profesional no pude seguir siendo Karla González, y nadie que no lo sea debe serlo. Uno lleva su nombre. Nuestro nombre es símbolo de nuestra identidad, nuestra historia, nuestro legado, el compromiso con nosotros mismos y con la sociedad. Desde lo individual entramos a la colectividad. Y nuestro nombre siempre nos confiere una responsabilidad. Así, desde el ámbito laboral las personas con quienes interactúo me identifican. Usted que lee mi nombre al inicio de este texto, y si bien no nos conocemos personalmente, de entrada, sabe usted que soy yo.
Hace una semana, Donald Trump dio su primera rueda de prensa. La conferencia de Trump fue una muestra de tiranía, despliegue de soberbia y charlatanería de quien en pocos días rendirá juramento como presidente de los Estados Unidos. La actitud de Trump poco sorprende pues se ha asegurado que todos en el mundo lo conozcan, sin embargo el momento más irascible del excandidato fue justo cuando se rehúsa a responder a la pregunta del corresponsal de CNN, Jim Acosta, sobre los reportes rusos que aseguran comprometen al excandidato, “No te voy a dejar hacer una pregunta. Tú representas las ‘noticias falsas’”, exclamó Trump dirigiéndose a Acosta. Y es que CNN había reportado que los oficiales del servicio de inteligencia habían instruido a Donald Trump acerca de información no verificada sobre la relación del futuro presidente con Rusia. Sin embargo CNN no publicó el documento de 35 páginas mientras que Buzzfeed sí lo hizo, a pesar de que como se mencionaba no era información verificable. Sin embargo, desde los ojos de Trump, CNN había construido la historia pero Buzzfeed era también culpable por haber impreso los detalles. Sin embargo CNN nunca imprimió el documento pues no sabía si la información era cierta.
Más allá de las características de personalidad del futuro presidente de Estados Unidos y de la cual ya se había advertido, la causa y origen del malestar de Trump ha dado la coyuntura para cuestionar cuál es el papel de los medios de comunicación hoy en día, cuáles son los valores y la ética de la labor periodística en nuestro tiempo.
En su artículo Buzzfeed was wrong to publish the Trump rumours. Here’s why escrito por Jane Martison, publicado en The Guardian el 12 de enero, la articulista cita al director editorial de Buzzfeed, Ben Smith quien asegura que la publicación del documento “reflejó la manera en que nosotros vemos al labor de los reporteros en el 2017”, la cual debe ser la más preocupante razón de todas, acota Jane Martison. Por su parte Ben Smith asegura no haber estado completamente seguro si la información era falsa o no. Para CNN la acción de Buzzfeed fue irresponsable al publicar una información sin verificar. Jane Martison prosigue “Otras organizaciones de noticias, incluyendo The Guardian, habían visto el documento pero estaban imposibilitados de verificar lo que ahí se expresaba. En sugerir que el papel de los periodistas es simplemente sacar la información y permitir que los lectores piensen lo que ellos decidan, Smith coloca a su persona en el centro de una gran batalla que se libra en los medios. Para los medios actualmente en guerra, en una guerra de la información, una guerra en la que nadie realmente sabe qué o a quién confiar, la naturaleza de la verdad está en peligro. Hablar sin cuidado en cualquier batalla cuesta vidas, lo cual es una manera de explicar el escándalo sobre la decisión de BuzzFeed”.
Pareciera que lo que acontece en la guerra de los medios internacionales no es algo que sucede en los medios nacionales o locales, sin embargo, la falta de responsabilidad y rigor periodístico, particularmente de los medios digitales ha sido una merma para el periodismo en general. Las nuevas formas de recibir información y los tiempos de la inmediatez en esta guerra por la información ha mermado la responsabilidad pública de los medios de comunicación. Incluso podemos percatarnos de una doble moral en algunos periodistas que claman tener una larga trayectoria, que se convierten en corresponsales de los más renombrados medios nacionales, y que incluso difunden su fotografía con la periodista nacional de nuestros tiempos, pero que al mismo tiempo manejan portales de noticias en internet con la menor de la rigurosidad periodística, dejando incluso que el reportero llegue solo a subir su nota y la publique sin el menor cuidado al estilo de Ben Smith “sacar la información y dejar que los demás decidan lo que piensen”, porque si bien en algunos casos no se trata propiamente de información sin verificar, es evidente que la creación de estos medios digitales corresponde a otros intereses políticos e incluso económicos, y que una vez que han cumplido su cometido los dejan en el olvido pues ese portal en línea se vuelve innecesario.
A finales de 2016, la pasada legislatura del Congreso del Estado aprobó la iniciativa de ley para crear el Premio Estatal de Periodismo, la cual para el catedrático Salvador de León Vázquez de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) fue un retroceso democrático argumentando “que poner el premio estatal bajo la tutela del Estado es, precisamente, un obstáculo a la libertad y la independencia necesarias para hacer despliegue de un periodismo de investigación y con calidad”. Si bien Salvador de León hace “un análisis de los puntos problemáticos del documento” dentro de los que menciona la participación de los poderes del Estado dentro del comité organizador, y a pesar de que reconoce la inclusión de la participación de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, De León Vázquez cuestiona las categorías de premiación así como la no existencia de un jurado más amplio y plural. A lo largo de su artículo, el también académico de la UAA habla de la relación de la prensa y el Estado, y las batallas libradas por periodistas y la sociedad civil para garantizar la libertad de expresión, pues Salvador de León menciona que existen “mecanismos importantes para la censura por la vía de la derrama del gasto gubernamental en difusión, que constituye actualmente el esquema para el control de la prensa en todos los estados de la república, y Aguascalientes no es la excepción. Por lo que no es un asunto menor el hecho de que un Premio Estatal de Periodismo se instale desde la estructura gubernamental, puesto que da la pauta para instaurar más controles al periodismo”.
Más allá de los controles que el Estado ha ejercido, no debe olvidarse los controles que los medios han ejercido sobre sus mismos periodistas. Y que los grandes grupos mediáticos en todo el país siguen bajo la aristocracia de algunas familias, las cuales a su vez han impuesto los controles sobre los mismos reporteros quienes incluso ni siquiera alcanzan a firmar con sus nombres su trabajo, dejando su labor en el anonimato, sin identidad y restado la responsabilidad que la labor periodística exige.
El Premio Estatal de Periodismo no es sólo un reconocimiento a la labor periodística en el estado, es dar identidad, responsabilidad y nombre a quienes día con día asumen con compromiso social la tarea de informar desde sus medios de comunicación, y es que, si desde la academia se están formando jóvenes que ejercerán están labor también debería enfatizarse que nunca se debe realizar desde el anonimato y que en su nombre llevarán la gloria o la sentencia de su falta de responsabilidad social.
El lunes pasado regresó a un nuevo programa la periodista más nombrada de nuestros tiempos. En entrevista para La Jornada, Carmen Aristegui aseguró que “con un programa en vivo ahora sólo en la red, reitera su credo: El nombre del juego sigue siendo el contenido, el rigor periodístico, la honestidad del periodista, la libertad de expresión en cualquier plataforma, hacer valer el derecho de la gente a saber y de los periodistas a decir, opinar, informar de los asuntos de interés público. Esos ejes no han cambiado y esperemos que no cambien”.
El contexto internacional de los medios de comunicación, y desde luego lo que sucede en el país, llama a un análisis profundo del cual surjan formas más éticas y responsables en el ejercicio de los reporteros y periodistas en Aguascalientes. Es para mi el Premio Estatal de Periodismo un reconocimiento a la responsabilidad y el compromiso de quienes ejercen la labor informativa todos los días. Es también una distinción a aquellos comprometidos íntegramente con su labor. El premio es sólo el inicio y una propuesta quizá no perfecta pero si perfectible; es también un llamado a la academia desde donde en una primera instancia debió haber sido iniciativa y con ello cumplir también con una responsabilidad social que como institución se tiene respecto a los jóvenes que se forman en sus aulas, y también una forma de vincular con la sociedad el trabajo de sus investigadores.
Y es que queremos periodistas con nombre y apellido, con identidad y con responsabilidad. Queremos periodistas con rigor, con ética, sin doble moral en línea. Queremos también que se reconozca a quienes sí trabajan y se comprometen todos los días. A quienes no corren por publicar en sus medios electrónicos noticias sin verificar basadas en la especulación. Pero también queremos lectores críticos, analíticos y exigentes. Que no se vayan con la selfie del momento, sino que cuestionen, analicen y formen su juicio basados en la verdad, la honestidad, la confianza en la información.
Aquí quiero reconocer el trabajo de La Jornada Aguascalientes que como muy pocos medios reconoce el trabajo de sus periodistas y que son congruentes por dentro y por fuera, con un trabajo íntegro y respetuoso hacia el lector y a la sociedad en su conjunto. Por eso estamos aquí.
Congratulaciones.