Estoy convencida que el contexto es la base de la comprensión entre personas. Un mismo signo puede tener sentidos diferentes dependiendo del contexto. Como los códigos sociales: lo que representan los tatuajes en la Polinesia es diferente en una sociedad como la de Aguascalientes, por mucho que estén de moda. Por lo mismo nadie puede negar que la lengua refleja la naturaleza de una sociedad, la manifestación del inconsciente de toda una cultura se presenta en un sistema de signos, en una sola palabra, a veces.
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El capitalismo despojó de toda naturaleza humana al obrero, redujo su ser a la fuerza del trabajo, transformándolo en objeto, en mercancía susceptible de compra y venta sin que sea suyo el fruto de su esfuerzo, el asalariado no tiene conciencia de la obra que realiza, no vale más de lo que genera. Así concebimos a las putas. Puta: 1. sustantivo femenino malsonante. 2. prostituta. 3. adjetivo malsonante usado como calificación denigratoria.
Hace unos días, el Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes pidió el reconocimiento de los derechos humanos y laborales de las trabajadoras sexuales, y la necesidad de encontrar espacios seguros en cualquier punto de la ciudad para que éstas no sean estigmatizadas al ejercer su trabajo, sólo permitido en la Zona de Tolerancia, lugar regentado por el municipio capital. Estado proxeneta, dice Lydia Cacho. Las putas son susceptibles a que se violen sus derechos humanos y laborales en Las Violetas, como se le conoce mejor, pues ahí es común conocer casos de mujeres víctimas de trata y vulnerables a la delincuencia organizada. Hay que hacer la distinción muy clara: en todo el mundo hay mujeres que son obligadas a prostituirse en su casa, en otro estado, en otros países, esto es un delito y antes una aberración. Hay otras que creyeron que era lo único para lo que servían, para prostituirse, que no les quedaba de otra para mantener a sus hijos, y que cargaron con una culpa y un silencio agobiador entre cliente y cliente. Otras, tal vez las menos, han decidido hacer de la prostitución un oficio digno.
Hace muchos años, una amiga muy cercana me contó que de joven fue prostituta. Quería conocer el placer con extraños y ganarse unos pesos para brincar a Europa y recorrer el primer mundo. Para lograrlo tuvo que irse lejos de casa y decir a su familia que iría a trabajar de niñera, pero el gusto le duró poco, de forma cruel se dio cuenta que el espectro laboral estaba ya ocupado por una red de tráfico de personas que no tardó en interceptarla y obligarla a “afiliarse” a una especie de sindicato que le pedía una cuota fija a cambio de derechos de piso, de clientes, de espacios como hoteles o burdeles, todo dentro de un horario establecido. Agotador. Inhumano. Infame. Regresó a su casa destrozada y con miedo.
El señalamiento del Observatorio llamó mucho mi atención pues en este contexto, en Aguascalientes, ninguna institución gubernamental habla de la prostitución como no sea para mostrar el mismo discurso básico e indolente con su Feria de la Salud realizada por la Secretaría de Servicios Públicos y el Instituto de Servicios de Salud del Estado, que llevan a las putas de la Zona de Tolerancia exámenes para detectar enfermedades de transmisión sexual o condones. Al final todo se traduce en índices de cuántas están enfermas o cuántos anticonceptivos fueron repartidos, pero no más. Hace poco leí de la existencia de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar), que busca incansablemente que se otorgue un marco legal y reconocimiento de derechos a las mujeres que han decidido ejercer el trabajo sexual: “Nadie tiene el derecho a decirle a otra persona lo que debe hacer con su cuerpo”, son las palabras de la secretaria de la asociación, quien luce en las fotos una blusa que reza PUTA. Porque ellas han decidido reivindicar esa palabra para que la manifestación del inconsciente cultural las desestigmatice, para que el término no tenga una calificación denigratoria ni malsonante, para que se comprenda que son autónomas y que ese es el trabajo que han elegido, que su fuerza de trabajo no las transforma en objetos, que no son mercancía susceptible de compra y venta, porque también gozan con lo que hacen, que buscan que el fruto de su esfuerzo sí se vea reflejado en su bolsillo, pues tienen plena conciencia de la obra que realizan. Ser putas no las descalifica como mujeres, como hijas, o madres.
Escribí que los códigos, la lengua, refleja un estado real de la sociedad, de sus valores y de sus jerarquías. Cuando salió la declaración del Observatorio los comentarios mostraron el estigma que pende sobre el tema. Putas fue la palabra que más leí acompañada de una estructura social moralista, que de tan moral es doble, pues mientras unas personas se escandalizaban porque las putas salieran de la tolerancia, otras agradecían que estuvieran más al alcance, como Oxxos, una en cada esquina… Nadie escribió sobre lo que versaba la propuesta: otorgar los derechos que por ley universal todas las personas tenemos, derechos que evitarían la victimización y discriminación de las putas, evitar la violencia institucional que se manifiesta a través de la represión policial a la que están constantemente expuestas; nadie dijo nada de un marco regulatorio de una actividad que implica, como todas las empresas, un permiso que ofrece salud pública y vivienda, para empezar, que no sean vulneradas ni se les obligue a trabajar a escondidas, a mentir para esconder su oficio, o que sean llevadas a prisión por estar fuera de la ley.
La percepción de la realidad es muy diferente en cada contexto, una homologación de esto implica una nueva estructuración del sistema cultural en su conjunto. Un sueño. Un tema que no se toca en Aguascalientes como en Holanda, Ámsterdam o la Argentina, incluso ni como en la Ciudad de México, pues en el estado ni siquiera hemos entendido que el derecho al matrimonio igualitario, la legalización de la interrupción del embarazo en casos de violación o por decisión propia, o la tipificación del feminicidio como delito autónomo, no deberían debatirse y mucho menos negarse, lo que significa que no hemos aventajado nada en derechos humanos para las mujeres. Imagínense una Ammar aguascalentense: Asociación de Mujeres Meretrices de las Aguascalientes. Ojalá ya exista y yo sea ignorante de ella.
Quedan muchos cabos sueltos en la discusión: la postura abolicionista, que más que defender derechos se torna paternal y sobreprotectora; la prostitución homosexual y trans, que ni siquiera deberíamos separarla pues no importa quién se prostituye, sino si lo hace o no voluntariamente y en qué condiciones; la criminalización de los clientes; la protección contra la violencia a mujeres que ejercen; y sobre todo, que quien hable de prostitución no sea yo, ni las trabajadoras sociales ni las academias ni la policía ni la prensa ni la Iglesia, sino las putas. Solo ellas saben qué necesitan para trabajar, como el artista que sabe lo que quiere para realizar su obra, porque el sexo es un arte también.
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Que nuestra lengua, actitudes y creencias no discriminen, nuestros signos, de nuestras palabras, todavía tienen origen en situaciones arcaicas, inconscientes e irracionales, dice Pierre Guiraud: “La conciencia de nuestros signos podrá convertirse, en el futuro, en la principal garantía de nuestra libertad”.
@negramagallanes
La nota evidentemente no tiene en cuenta los DDHH. No existe el derecho humano a ser prostituido o prostituirse, y cuidado, cualquier cosa que de dinero o que permita subsistir no es trabajo. La base de los DDHH es la dignidad y ella implica que ninguna persona puede ser tomada como objeto, la persona prostituida es para el prostituidor-“cliente” un objeto de uso, abuso, y descarte.
La asociación Ammar de Argentina es solamente una de las organizaciones de personas en prostitución existentes, claro, es la que recibe financiamiento y mucho, del exterior. Hay otras tantas, por ejemplo Amadh, M.A.L, A.N.A. y otras que rechazan la idea de ser consideradas trabajadoras, que abogan porque los gobiernos les faciliten dejar la prostitución.
Reconocer a una persona como prostituta no es reconocer sus derecho, sino convalidar que desde un comienzo sus derecho fueron violados, que no tuvieron posibilidades o las tuvieron extremadamente limitadas. Los estudios dicen que el 80% de las mujeres en prostitución encuestadas, si pudieran, la dejarían.
En una verdadera sociedad democrática, por lo tanto, con igualdad, la prostitución no existiría, no habría unas mujeres destinadas a los hombres que quieran usarlas. Si se convalida la prostitución se está aceptando la desigualdad y por lo tanto la falta de democracia.
Interesante aportación; saludos