Pro homine. Estar siempre a favor de la persona. Eso significa. Primero la gente, luego la gente y después la gente. Algo así como la máxima de Benjamin Franklin sobre la democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Algún columnista lo entendió en sentido literal y reclamó que a una mujer, Margarita Guillé Tamayo, se le otorgarse el galardón Pro homine de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Pero el término debe interpretarse en el sentido hermenéutico en favor del ser humano y sus derechos, ante cualquier interpretación contraria.
Un close up a Margarita. Hace unos treinta años que el canal de noticias local, el público masculino solicitaba que las cámaras dejaran ver de cerca el rostro de joven estudiante en medios de comunicación. Con su compañera, Ivonne Alfaro, Margarita hacía las delicias de los madrugadores varones y sonreía coqueta, ante la solicitud frecuente.
Una revista, el origen. Luego vino Mujer contemporánea, la revista. Creo de publicación mensual, Mujer Contemporánea, que se entregaba impresa al público joven, ofrecía temas de interés para las mujeres de la región y de manera particular analizaba situaciones de violencia o discriminación femenina, a manera de mera denuncia pues, era entonces impensable que las leyes individualizaran la problemática, mejor aún: era impensable que las leyes reconocieran como problema lo que formaba parte de la cotidianeidad: el maltrato, la violencia y el trato discriminatorio; era la época del “es tu cruz”, “es parte de ser mujer”, “hay que mirar para otro lado”, “ojos que no ven” y del ¡sí, me pegó, pero es mi esposo!
Una pequeña esquina. En una casa pequeña, pero de dos plantas, que hace esquina en Zaragoza y Álvaro Obregón, abrió el primer albergue para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, Margarita Guillé Tamayo. Mira, Coco, me decía orgullosa la joven activista, aquí está el área de juegos para los niños; estos son los colchones en donde puede dormir la madre con sus hijos, cuando corren peligro inminente y debemos sacarlos de su casa; aquí en este escritorio estará un abogado, en ese un psicólogo y allá un trabajador social; ésta es la cocina y el área de lavado. ¿Cómo ves? ¿Qué opinas?
Una acción inusitada. ¿Un albergue para víctimas de violencia intrafamiliar? Pensaba yo, entonces joven diputada federal (la primera por Aguascalientes) y me reservaba mi opinión. No por temor a la acción de protección emprendida por Margarita, sino porque en 1996, no se hablaba de víctimas, no se hablaba de violencia intrafamiliar, no se hablaba de proteger a sujetos en riesgo inminente sustrayéndolos del ambiente doméstico ni de órdenes de protección (restricción).
Me preocupaba Margarita. ¿Qué vas a hacer si albergas a una mujer violentada en su hogar y te llega aquí, al albergue el iracundo esposo? La cuestionaba yo, asombrada. La verdad no lo sé, me respondía, ya lo pensaré en ese momento. Yo miraba fijamente la figura delgadita y el rostro delicado de la activista, con su hermosa y abundante melena rizada, parada en el medio de ese albergue, aún sin refugiados; de ese albergue vacío pero que anticipaba el horror que habría de acoger, y sentía el vacío en el alma de no poder evitar que la valerosa muchacha se atravesara a mitad de una golpiza.
¿Nos ayudas con algo de víveres mensuales? Me preguntaba Margarita, en vez de pedirme vigilancia de alguna empresa privada o mi gestión para que se le brindara protección policial pública ¡No! Le preocupaba a ella, que madres e hijos maltratados tuvieron algo para comer ¡Ah! y si puedes -me decía- algunos juguetes para los niños. Esa era Margarita: estar siempre a favor de la persona (pro homine).
El galardón Pro homine. Al término de mi legislatura perdí de vista a Margarita. La llegué a encontrar en un par de ocasiones en el entonces Distrito Federal donde ambas radicábamos. Y no supe más de ella, hasta que en diciembre pasado recibió un reconocimiento otorgado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
En la ceremonia de entrega me enteré que Margarita Guillé Tamayo es fundadora de la Red Interamericana de Refugios; Que ha dado conferencias y talleres en Islandia, Austria, España, Italia, Inglaterra, Honduras, Argentina, Guatemala, Ecuador, EUA y Holanda.
Supe también que ha colaborado con la OEA y que actualmente produce un documental sobre violencia contra mujeres y niños en contextos de conflicto armado, crimen organizado y migración, con la Agencia Internacional para los Refugiados de Naciones Unidas.
¡Ja! Pensé entretenida: yo preocupada en 1996, por gestionarle a Margarita seguridad privada para ella y su refugio, y ella hoy metida en medio de conflictos armados y crimen organizado para defender a sus mujeres y sus niños. Seguro que los dos guardias de Omega que yo pudiera pagarle, no le servirán de mucho, reflexioné entre divertida y alarmada.
Margarita: La fuerza de la fe. No me acerqué a saludar a Margarita en la ceremonia realizada el pasado diciembre de 2016, en el vestíbulo del Congreso del Estado. No sabía qué decirle. La verdad es que habría tenido que confesarle que cuando la vi parada en medio de su primer refugio en 1996, treinta años atrás; creí que su sueño no se cristalizaría, supuse que al recibir a la primer familia en plena crisis, ella se daría cuenta de la titánica tarea que se echaba a cuestas con tan corta edad, anticipé que esa mujer de aspecto frágil y notoria belleza, terminaría dedicada a sus propios hijos, lejana de todo el horror y la cruel realidad de la violencia atestiguada en hogares ajenos. Pero no fue así. Quizá reflejé mis propios temores en quien no los tenía, o quizá los tenía, pero su fe era más fuerte que ellos. Su fe era más fuerte que ella misma.
Imagino a Margarita en medio de un campo de batalla; tal y como hace treinta años en el vacío de su primer refugio. Presta para acoger a las víctimas: mujeres y niños; preocupada como entonces, por la seguridad de las víctimas… y no por la de ella misma.
Que bella labor la de Margarita Guille
Así es Gilberto. Mil saludos!