No soy economista, pero tampoco estúpido / El Foro - LJA Aguascalientes
21/11/2024

En definitiva, la sociedad actual ha encontrado formas de conducirse que dejan mucho que desear (bastante diría yo). Y cuando se habla de “la sociedad” quiero dejar en claro que el que escribe es bastante consciente de que todos (inclúyame) formamos parte de ésta. Una de estas formas de conducirse es la de neutralizar la más mínima expresión de crítica en la opinión pública sobre los temas de actualidad, a través de un modelo de rechazo que excluye a todo aquel que no está de acuerdo con el estado de las cosas: el miedo a parecer chairo. Tal parece ser que quienes defienden el establishment encontraron en esa palabra una suerte de argumento que lanzan a la primera provocación a modo de ataque, siempre bajo la premisa de que “todo aquel que piensa distinto a mí, está equivocado”.

Si una persona no está de acuerdo con una decisión gubernamental, con una obra pública, con una idea generalizada, automáticamente se le tilda de chairo, estudiante de sociología, pejista, feminazi, nini, mediocre y seguramente no se baña por las mañanas.

Me viene una pregunta a la cabeza derivada de esta situación ¿Cuándo perdimos el legítimo derecho a disentir? Para esto tenemos que empezar, para variar, desde el origen.

¿Qué es un chairo? En realidad no es tan sencillo de explicar. Resulta ser que en la época de los 90 pegándole a los 2000, surgió una tribu preparatoriana en la Ciudad de México a la que un grupo de estudiantes decidió llamar chairos. Los chairos eran aquellos estudiantes de las escuelas públicas que provenían de un contexto social más privilegiado, egresados de colegios como el Madrid, hijos de profesionistas o intelectuales. Vivían en la Roma o en la Condesa. Mientras el estudiante promedio de las prepas, CCH y otros sistemas de educación pública soñaban con salir del país, los chairos ya habían ido de vacaciones dos veces a Europa. Aun viviendo a veces en la opulencia, no eran escuchados o reconocidos por sus bienes materiales como los mirreyes, sino por su forma de ser. Eran los intelectuales del sistema de castas preuniversitario, casi aristócratas en el sistema. Pero ya en la universidad, particularmente en la facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, se pervirtió el término. Los no chairos de cuna quisieron aparentar la intelectualidad de los chairos aristócratas y como todo intento de plagio, por falta de congruencia, fracasó. Llegó la elección presidencial del 2006 y se imaginará cómo terminó la historia de los chairos: la mayoría de ellos eran ya dogmáticos y feligreses de una ideología a la cual nunca le construyeron sustento. Dejaron de lado la visión crítica e intelectual y se convirtieron en anti-lo-que-sea.

Entonces, los jóvenes partidistas, priistas y panistas, acuñaron el término de una manera peyorativa para invalidar la opinión de cualquier voz crítica de las decisiones de su partido-gobierno. Y vaya que les funcionó (¿funciona?). Al día de hoy un presidente de la República priista o un gobernador panista puede prometerle a su “pueblo” que el día de hoy por la noche va a hacer que caiga nieve para que pasemos una bonita noche de Año Nuevo; los jóvenes de sus partidos son capaces de creerles y de defender esa idea a costa de su propia credibilidad. Y si alguien se atreve a dudar o a criticar la promesa de sus amados líderes, prestos responderán “tú cállate, chairo” o “chairo detected, ponte a trabajar. El presidente está haciendo su mejor esfuerzo para que caiga nieve hoy mientras tú solo eres un mediocre”: falacias ad hominem para defender lo indefendible.

Y el problema no es que ellos defiendan lo indefendible. El problema es que nosotros, por miedo a parecer chairos, no señalemos sus absurdos. El problema es que cada vez seamos menos los que digamos: no, señor presidente, usted no puede hacer que por decreto caiga nieve del cielo en Año Nuevo, básicamente porque eso depende de la naturaleza y la geografía.

¿A qué viene todo esto? A que durante esta semana, en las redes y en las calles, las voces del Revolucionario Institucional reaccionaron al desánimo social que provocó el aumento del precio de la gasolina. Algunos con argumentos creíbles, otros diciendo que a nosotros no nos afecta el incremento del precio de la gasolina porque no somos carros, somos personas.

A los apasionados defensores del tres veces heroico presidente Enrique Peña Nieto debemos decirles en las palabras que me restan: no somos economistas (mucho menos chairos), pero tampoco somos estúpidos.

Somos capaces de aplaudirle cosas al presidente, como la necesaria reforma educativa o los esfuerzos en materia de equidad de género y derechos gay. Pero no nos impidan tener sentido común. Es por eso que decidí hacer una réplica sencilla a las principales justificaciones del Gobierno Federal y de la clase política, todo basado en el respeto.


  1. La gasolina es cada vez más cara porque el petróleo del mundo se está acabando y, al escasear, se encarece. Esto es falso. Si bien es cosa de sentido común el hecho de que cuando un bien o servicio escasea su precio aumenta, lo cierto es que el petróleo a nivel internacional no se está acabando. Prueba clara de ello es el incremento de extracción exponencial en los últimos años. El año 2011 la producción media de petróleo era de millones de barriles diarios (mbd). Para 2012 llegó a 86,152 millones de barriles diarios. Al 2016 oscila en los 100,000 millones de barriles diarios. Es decir, hay petróleo suficiente, bastante y la sobreproducción es tal que ha provocado la reducción en sus precios. Que Pemex extraiga cada vez menos es otro cuento.
  2. Estamos ante el cénit del petróleo, los mercados están apostando a nuevas formas de producir energía y el petróleo es cosa del siglo pasado. Mentira. La era del petróleo no ha llegado a su fin. Eso se ha venido diciendo desde los 90. Del 2005 al 2008 con la caída de la producción media mundial en casi 2,000 millones de barriles diarios, esa idea fue todavía más popular. Pero fue solo un pequeño valle. La producción y demanda del petróleo están a tope y no hay aún suficiente voluntad política y económica para que esto cambie, por lo que es mentira que la gasolina sea más cara por una estrategia verde y moderna del gobierno.
  3. Todo es culpa de los mercados internacionales, el gobierno nada tiene que ver. También mentira. El litro de gasolina se compone de diversos conceptos. Uno de ellos es el impuesto especial sobre producción y servicios a las gasolinas (un impuesto regresivo) que pagamos por cada litro y que representa un porcentaje bastante considerable. Ese impuesto es, por ser los combustibles un bien de primera necesidad para el desarrollo de un país, absurdo. Básicamente el país extrae petróleo, lo exporta, importa gasolinas, una empresa pública comercializa esa gasolina y sobre ese costo pagamos además un impuesto. ¿En los impuestos y en el desarrollo de las empresas públicas el gobierno no tiene nada que ver?
  4. La solución total va a llegar cuando se liberen totalmente los precios de la gasolina y cuando Pemex deje de ser empresa pública. Esta es una falta de precisión de los liberales más empedernidos. El hecho de sostener que el fracaso de Pemex deriva de su calidad de empresa pública exclusivamente es un error. Basta con voltear a la Petroliam Nasional Berhad de Malasia, que es una empresa del Estado que enriqueció a ese enclave (porque extrae, refina y hasta hace lubricantes). La diferencia entre las empresas petroleras de Malasia y México no es que “allá haya malayos con visión emprendedora y aquí mexicanos mediocres”, la diferencia es que aquí el PRI utilizó a Pemex para financiar sus campañas (pemexgate) y el PAN despilfarró el dinero del petróleo en las épocas de vacas gordas, cuando producíamos 4,000 millones de barriles diarios en el 2003, 2004 y 2005 y en lugar de reinvertir en Pemex, lo repartió a los gobernadores para hacer cuanta obra inútil y populista les viniera en gana. Olvidan además que un día quizá el petróleo vuelva a los gloriosos 100 dólares por barril y con el precio liberado las gasolinas también lo resentirán.
  5. La gente se queja por nada. El usar un carro es un lujo, la gente solo tiene un carro por status. Que agarren la bici o el transporte público. La gente se queja con justa razón, porque no son imbéciles. Nadie niega que debamos usar las bicicletas (si hubiera la infraestructura necesaria para ello y si nuestros trabajos no estuvieran al otro lado de la ciudad respecto de nuestras casas). Todo mundo preferiría usar el transporte público y reducir el nivel del tráfico (si tuviéramos un transporte público digno y eficiente). Pero basta recordar que las últimas decisiones en materia de transporte público de la pasada administración priista fue el aumento a la tarifa del camión y el otorgamiento de concesiones de taxis a amigos y familiares. Francamente no nos pueden pintar como monstruos dependientes de los vehículos porque la realidad es que los usamos por necesidad, no por status.
  6. Se queja la gente pero lo que no saben es que en países como Guatemala, la gasolina es más cara. Gracias, ahora nos sentimos mejor de no estar “tan peor” como Guatemala, que tiene 100 veces menos plataforma continental que nosotros.

Perdón por pensar que la culpa era del presidente, de su incapacidad de aumentar la recaudación en impuestos progresivos; de su política económica basada en endeudarse más y más; de los líderes sindicales de Pemex y del PRI como Romero Deschamps cuya fortuna se calcula en miles de millones pesos. Perdón por pensar que era culpa del presidente al nombrar secretario de Energía al ex presidente de su partido, que puso a Pemex en crisis a grado tal de que a algunos de sus proveedores no están recibiendo sus pagos a tiempo o se les está pagando a 180 días y más caro. Perdón por creer que el hecho de que Pemex está comprando gasolina a precio spot en Texas es porque no hizo una planeación correcta sobre la demanda de invierno y estamos pagando más. Perdón por pensar que el fondo de 2,000 millones de dólares de Greensill Capital para Pemex era porque ya estaba ahogada por culpa de la incompetencia de Coldwell, seguramente como ustedes dicen es un fomento internacional que nunca nos van a pedir de vuelta y que para nada es deuda. Perdón por ser unos quejumbrosos que preguntamos ¿y qué pasó con la refinería que Calderón iba a construir en Hidalgo para hacer nuestra propia gasolina y dejar de importarla? Perdón por ser unos malditos comunistas y pensar que una solución sería cambiar el modelo de política energética pasando de la exportación de crudo e importación de gasolinas refinadas, a una de extracción y refinación de petróleo orientada a la producción de gasolina nacional y a la exportación a otros países de la misma ya con el valor agregado de la refinación.

Bueno “¿y tú qué propones, maldito chairo?” dirá el lector. El espacio se termina y podría proponer muchas cosas, pero muchas de ellas van implícitas en palabras arriba. Lo que sí tengo muy claro es que en el 2018, tenemos algo muy importante que hacer.

Feliz Año Nuevo.

 

[email protected]

 


Show Full Content
Previous LJA 31 de diciembre 2016
Next Masturbadores navideños / Esencias viajeras

1 thought on “No soy economista, pero tampoco estúpido / El Foro

Comments are closed.

Close

NEXT STORY

Close

No hay orden de aprehensión contra Reynoso Femat: PGJE

03/07/2013
Close