La coyuntura y sus dos narrativas / Anatomía del poder - LJA Aguascalientes
25/11/2024

Como todo lo vivo, las sociedades también van montadas en la rueda de las transformaciones: es evidente que las cosas están cambiando en México. En ocasiones, se tiende al equilibrio en las metamorfosis: son lentas y discretas cristalizaciones que se desarrollan en procesos de largo aliento. En otros momentos la energía del cambio es tal, que se produce una conmoción compensadora que desmonta y corrige un orden fracturado. Las coyunturas políticas corresponden a este último tipo: son condensaciones de tiempo y dinámicas sociales que hacen coincidir lo económico, lo cultural, lo jurídico y otros campos del sistema de vida en la esfera política. Por su naturaleza, son breves momentos en donde se definen caminos y condiciones.

Estamos en el cierre de una coyuntura. Es electoral, pero también social, porque los arreglos y pactos que se construyen en este momento no sólo se deben a la conformación de un gobierno, sino también respecto a la relación que éste tendrá con la sociedad y con actores claves en ella. En este proceso ha surgido el movimiento #YoSoy132, que sin duda es y será un referente obligado para la comprensión cabal de este momento histórico. Pasamos así a un tema clave: la relación entre los acontecimientos del hoy y la mirada de la historia.

Por un lado, se está escribiendo lo que será el relato de la historia oficial que busca legitimación: elecciones limpias con resultados inobjetables y acatamiento al sufragio, bajo condiciones de respeto a la legalidad. Algunos analistas y académicos señalan que existen ciertas notas al pie de página que se deben incluir: la influencia “x” en el uso propagandístico de las encuestas, el tratamiento equilibrado en tiempos pero faccioso en contenidos de los candidatos por parte de los medios, así como el uso de recursos económicos millonarios para comprar votos y su coacción en poblaciones donde el sistema de cacicazgos lo permite. En suma: tenemos instancias democráticas consolidadas y procesos electorales sanos, con situaciones marginales que deben corregirse. Ésta es una visión que confía en las instituciones más que en los actores y que espera que aquéllas funcionen a pesar de nosotros mismos.

Por otra parte se desarrollan los correlatos de esta historia oficial, que tienden a invertirla. Así visto, los elementos que aparecen al margen en la argumentación testimonial del poder son la piedra angular para comprender este proceso electoral, en tanto que la presencia en el diseño institucional de mecanismos democráticos independientes y con patrimonio propio son condiciones ya implícitas. La existencia del IFE o del TRIFE y la FEPADE como premisas de trabajo, no la resolución misma de los problemas. La democracia no es tan sólo un sistema de artefactos y modalidades para la distribución del poder, sino mas bien una situación que puede o no darse una vez que ya existen tales. La denuncia de fondo es la caída en el fetichismo institucional, cuyo peligro más grande es olvidar que toda institución es una creación humana artificial, no mandato divino. Desde ellas se cometen errores y tienen que adaptarse a las necesidades colectivas. Pero sobre todo, la lógica del culto a las instituciones es peligrosa en tanto que vela el hecho de que éstas pueden instrumentarse para diversos fines y que su manejo avieso tiende a conducir a un círculo de sofisticación de las reglas informales, que eventualmente prevalecen de facto sobre las reglas formales, reinventando los albures para evadir la ley actual y las que vengan, así como para corromper su espíritu normativo. Por ello, para los correlatos que interpelan al manejo de la historia como justificación, el ciudadano es el factor clave, de manera que las instituciones funcionan gracias a nosotros. En tanto la visión institucionalizante desea distribuir la soberanía entre poderes, al correlato le interesa que la mantengan los ciudadanos, más allá de las elecciones, con instancias de participación permanente como el presupuesto participativo, la revocación de mandato, la iniciativa ciudadana, el plebiscito y el referéndum. Un ejemplo de que las instituciones son necesarias pero no suficientes es el movimiento #YoSoy132, que surge para establecer nuevas condiciones en los medios de comunicación, con el objetivo de desmontar el más grande monopolio de la historia moderna de México, aun cuando sabemos que existe la COFETEL.

El movimiento, ya social aunque de base estudiantil, también elaboró un contrainformal que se dio lectura el primero de septiembre. Ése es el correlato ciudadano del sexenio de Felipe Calderón, que establece otros balances y cortes de caja históricos. Por eso afirmo que éste es un periodo de construcción de narrativas. Implica interpretaciones paralelas de la realidad que compiten por instalarse, para bosquejar las pautas cardinales en las relaciones sociales. Es por ello un episodio emblemático de la historia de la ciudadanía con poder contra la historia del poder sin ciudadanos. n
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