La semana pasada tanto la Secretaría de Hacienda como el Banco de México, dieron a conocer sus perspectivas de cómo se vienen los tiempos en la economía, y hubo diferencias entre las dos entidades. Hacienda con optimismo sostuvo su predicción de que en 2016 el crecimiento será de 2 a 3 puntos del PIB -Producto Interno Bruto-, mientras que el Banco de México lo bajó de 1.8 a 2.3, y no sólo eso, sino que su pronóstico para 2017 lo situó entre 1.5 y 2.5 puntos del PIB, y Hacienda lo puso entre 2 y 3 puntos del PIB.
Las razones de Banco de México, a través de su gobernador Agustín Carstens, es de que la inestabilidad financiera internacional se agudizará, y se necesita que el país se fortalezca internamente con un presupuesto con un mínimo de déficit, o bien sin déficit, pasando a segundo plano la necesidad de que el Banco de México tuviera que intervenir en el mercado de cambios, pues sería un ejercicio que no reportaría ningún beneficio a la situación económica, y si perderíamos la posición de las reservas internacionales, las cuales han bajado de su nivel máximo.
Este fenómeno se deriva de la situación en el país vecino, que a raíz de las elecciones, y que ganó Donald Trump, ofreció, y está haciendo nombramientos para volver al proteccionismo económico, después de que los Estados Unidos se habían caracterizado como la nación más abierta y promotora del libre comercio. Sencillamente a quién ha nombrado secretario en el área de economía es un crítico permanente del Tratado del Libre Comercio. ¿Y qué decir del TPP -Acuerdo de Asociación Transpacífico-, el cual, ha dicho, será la primer acción que tomará en cuanto entre a presidir el gobierno estadounidense el 20 de enero.
Con lo anterior, México debe buscar alternativas para su comercio, que actualmente es dependiente, en más de un 80%, de los Estados Unidos. Ya la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) ha aconsejado que nuestro país debe voltear a América Latina, y buscar desarrollar un mercado alternativo que nos fortalezca.
Esto también nos indica que el año que entra será muy difícil para la economía del país, y los estados deberán prepararse a una astringencia de fondos para su operación y desarrollo; se tendrá que tener un extremo cuidado para que los programas prioritarios no se vayan a lastimar, y no recurrir a los préstamos, así como revisar la deuda pública para analizar cuánto cuesta de los recursos de ingresos, y ver cuánto realmente queda libre para inversión, pues se tendrá que privilegiar el área de la promoción en la generación de oportunidades, tanto de empleo como de apertura de negocios; la disciplina en el gasto corriente deberá ser una constante y optimizar el recurso.
Así las cosas, debemos ver que los nubarrones no se nos conviertan en una tormenta. Hay variables que están más allá de nuestras capacidades.