La Catrina está sonriente, con esa característica mueca sarcástica que se convierte en risa burlona, la Catrina sonríe coqueta y provoca ese encanto entre los mortales, esa paradójica fascinación que nos genera la muerte a los mexicanos habita en los atavíos exóticos, en esa elegancia grotesca de la más famosa de las muchas calaveras de Posada, símbolo distintivo de Aguascalientes. Todas estas cosas nos sugiere la música que nos propone el maestro Román Revueltas en su tercera versión de las Danzas de la Catrina. Yo no conocía esta obra y lo primero que se me ocurrió pensar fue en algo así como la Danza Macabra de Camille Sain-Saëns, pero no, son posturas musicales completamente ajenas una de otra, pero contemplando el mismo fascinante tema de la muerte. Aunque es una obra que nos sugiere cierto espíritu divertido, no podemos ignorar el acento lúgubre con que inicia hasta que el compositor nos lleva a un vals en el que sus intensas cualidades descriptivas nos hace imaginar a esta calavera llamada Garbancera y conocida popularmente como la Catrina, girando en círculos mientras se mueve al ritmo de este mortuorio vals. El maestro Revueltas fue el director de este concierto y me parece que obtuvo de la orquesta la respuesta que él mismo esperaba para una satisfactoria ejecución de su propia obra.
Las Danzas de la Catrina de Román Revueltas son un tributo a Aguascalientes, es su manera de agradecer a esta tierra, que dice él mismo, le ha dado tanto. El propio compositor escribe lo siguiente: “A Aguascalientes, por todo lo que me ha dado”.
La segunda obra programada para el cierre de la cuarta temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes fue la Rapsodia sobre un tema de Paganini, op. 43 de Sergei Rachmaninov. Este compositor ruso que murió en Beverly Hills, California en 1945 escribió cuatro enormes conciertos para piano, y sin duda esta Rapsodia podríamos considerarla como una suerte de quinto concierto. Está estructurada en 24 variaciones sobre el Capriccio 24 para violín solo de Nicolo Paganini, aunque todas las variaciones están divididas en tres grandes bloques que podrían representar los tres movimientos en los que generalmente se conforma un concierto para instrumento solista, así que cuenta con todos los elementos necesarios para ser considerado como un concierto para piano con acompañamiento orquestal.
El solista al piano fue el maestro Rodolfo Henkel, joven pianista, recordemos que esta temporada que nos invita a vivir intensamente la música nos ha ofrecido una serie de jóvenes talentoso, como el de este séptimo concierto. Me pareció, intentando no perder la objetividad ni dejarme llevar por la emoción, un trabajo extraordinario el del maestro Henkel. Esta fue una interpretación puntual, intensa y por supuesto que muy convincente, no me atrevería a decir que virtuosa, pero sí de un altísimo nivel de calidad de la Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43 de Sergei Rachmaninov.
Después del intermedio escuchamos la Sinfonía No. 4, OP. 36 en fa menor de Piotr Ilych Tchaikovski, una de las más ejecutadas del corpus de seis sinfonías de uno de los máximos representantes del romanticismo ruso, las últimas tres, la cuarta, la colosal quinta y la Patética, la sexta, son las que más se frecuentan en las grandes salas de concierto de todo el mundo.
Muchas veces he comentado lo que me parce una clara preferencia del maestro Revueltas por la música del romanticismo, específicamente por la música orquestal de Tchaikovski, dirigió la Cuarta de memoria, lo que realmente no me sorprende, la música de este ruso, concretamente sus lenguaje sinfónico, es una especie de alter ego del maestro Revueltas, al menos así me lo parece y definitivamente hizo una excelente interpretación de esta exquisita partitura.
La cuarta temporada de la Sinfónica ha terminado con este séptimo concierto, es también el último concierto de esta administración, verdaderamente es lamentable que no haya podido ser terminada la sala de conciertos, la nueva casa de nuestra Sinfónica. La OSA parece judío errante, anda de un lado para otro cuando el teatro Aguascalientes se ocupa para otras cosas, como en este caso el sexto informe del gobernador saliente. Definitivamente el Teatro Morelos no es un escenario que pueda ser apropiado para un concierto sinfónico, aunque los primeros años de aquella Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, allá por 1923 tuvieran este escenario como su sede permanente. Es obvio que la OSA necesita, le urge tener su propia sala de conciertos, que con toda seguridad habrá de estrenar la primera temporada de 1917, ya con una nueva administración esperando que ésta de un mejor trato a nuestra máxima entidad musical, claro en la actual administración sucedieron buenas cosas, como la iniciativa de crear un espacio para la Sinfónica, pero también será recordada como la administración que montó un verdadero circo, un evento denigrante que algunos insisten neciamente en llamar ópera Carmen y que no fue más que una verdadera payasada en la que se trató indignamente a uno de los principales orgullos de Aguascalientes, nuestra Orquesta Sinfónica, también será recordada, aunque esto fue desde el Patronato de la Feria y no desde el ICA, por haber propuesto a la sinfónica para acompañar a una agrupación populachera, creo que se llaman los Ángeles Azules, con todo el respeto que me merece quienes gustan de esto, fue una muy mala idea mezclar dos posturas musicales, no sólo diferentes, sino hasta antagónicas, al menos así me lo parece. Espero que las cosas sean mejores, en general para la cultura, pero específicamente para la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.