La última semana, el presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica Donald Trump, anunció que como una de las primeras medidas al inicio de su mandato, dará fin a la participación de Norteamérica en el tratado de libre comercio más grande de toda la historia, el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).
La noticia sacudió al mundo, pero ¿por qué? Intentemos responder esta pregunta a continuación.
El Acuerdo Transpacífico o Trans Pacific Partnership es un proyecto de tratado internacional que recién había pasado por la etapa de negociación u que estaba por celebrado entre Estados Unidos de Norteamérica, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, Perú, Chile y México. El proceso de negociación del referido tratado comenzó desde el año 2010 y se proyectaba como el acuerdo comercial internacional más grande de toda la historia, pues sus socios representan casi el 60 por ciento del PIB de todo el mundo.
Para México, la firma de este tratado representaba para México la apertura a mercados con 52 países como nuevos socios comerciales, oportunidades de nuevos empleos e inversión bastante prometedoras, que convertirían a los países firmantes del tratado en polos de desarrollo en sus regiones y en potencias consolidadas.
Sin embargo, existieron (y no pocos) detractores de dicho tratado, principalmente por el tema relativo a la controversia existente con las patentes medicinales, puesto que se consideraba que las medicinas de patente libre dejarían de existir y que serían las farmacéuticas y las empresas transnacionales de diferentes rubro, quienes realmente se beneficiarían del tratado.
Trump, por su parte, para cumplir con su plataforma de campaña que en materia económica se redujo a dos palabras: América First tuvo que tomar la decisión de acabar con las negociaciones y la aprobación del tratado por la cámara de los representantes puesto que a juicio de él y su partido, eliminar las barreras arancelarias pone en desventaja a Estados Unidos y solo beneficia al resto de los socios del TPP. Su plataforma busca no solo levantar muros físicos en la frontera de EEUU, sino construir muros en con el comercio internacional a través de los aranceles, privilegiando el comercio interno (y no de la forma más saludable que existe).
Este es solo el principio. Lo que sigue es una inminente renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) que definitivamente pondrá en aprietos a la Secretaría de Economía y al mercado mexicano.
Se acercan momentos de crisis para el comercio internacional mexicano, pero al tiempo se vislumbran oportunidades, si ampliamos el panorama.
La postura de Estados Unidos durante los siguientes 4 años será de cerrarse al mundo, creyendo ilusamente que eso fortalecerá a su nación y los mantendrá en la supremacía de la economía global. Cometen un grave error.
Cosa totalmente diferente sucede en China, cuyo gobierno ha sabido entender que el comercio internacional y la ampliación de sus mercados son la clave para convertirse en primera potencia mundial.
La construcción de la nueva ruta de la seda para 2040, la cada vez más profunda relación entre Beijing y el continente africano y sobre todo el cada vez más decidido acercamiento de China con América Latina a través de acuerdos internacionales y préstamos, han incrementado el nivel de influencia de esta nación en proporciones insospechadas.
Sin lugar a dudas, China es un socio comercial en potencia que se perfila como el máximo referente internacional en producción y servicios. Aunque a algunos les provoque escozor, la crisis que se avecina puede convertirse en la gran oportunidad para México de dejar de ser el patio trasero de Estados Unidos.
Solo hace falta voltear al otro lado del pacífico.