Si la crisis de los circos en México comenzó de la mano de la depresión económica de los noventas, sumada al factor del acceso casero a las películas piratas (la aparición masiva del DVD) parecía que el tiro de gracia era la prohibición de usar animales en sus espectáculos que entró en vigor en el 2015. Eppur si muove, y, sin embargo, esta clase de artes escénicas goza de cabal salud y para muestra el show que monta el tradicional Atayde hermanos que cumple ya más de 125 años de tradición en nuestro país.
Excluir la vida silvestre del ámbito circense fue una idea del PVEM, apoyada por los defensores de animales miopes, pues la verdadera crueldad no está aquí, sino en toda la industria destinada a la alimentación de los humanos y que implica el sufrimiento, maltrato y crueldad de millones de ejemplares. La satanización de los animales en espectáculos trae aparejada una fuerte tendencia elitista y de clasismo. Me explico: los animales exóticos sólo eran accesibles al mexicano común y corriente a través de este tipo de exposiciones itinerantes; el costo de viajar a las selvas o pagar un safari en la sabana africana es prácticamente inaccesible para el grueso de la población. Por este mismo argumento, me pronuncio en contra de la idea de prohibir los zoológicos: se trata pues no de la prohibición, sino de una adecuada regulación que logre empatar el correcto desarrollo de una especie en cautiverio (que es perfectamente posible) con un legítimo derecho e interés de los seres humanos por conocer la vida salvaje de cerca.
El cortometraje El circo de la Mariposa (2009) es una belleza desde el punto de vista humano y de los circos. Se trata de un espectáculo de carpa donde el principal atractivo son personas. El maestro de ceremonias llamado Méndez (encarnado de forma muy brillante por el mexicano Eduardo Verastegui) reúne un elenco de humanos que sufren, transforma sus problemas en oportunidades de show para participar en su circo, de tal suerte que, por ejemplo, un bravucón alcohólico se convierte en el aplaudido hombre más fuerte del mundo. En este sentido, conoce a Will (Nick Vujicic) un hombre sin extremidades que es tratado como fenómeno y exhibido como burla en otro espectáculo. De una u otra manera, Will logra escapar para unirse al circo de Méndez, donde buscará encontrar una cualidad que lo sume al elenco, no como fenómeno, sino como un hombre virtuoso.
Pude asistir en compañía de mi familia al nuevo espectáculo del Circo Atayde hermanos, y digo nuevo porque no había acudido a una función circense desde que se prohibieron los animales, así que la expectación, en lo personal, era mucha. Y no hubo decepción: los payasos, malabaristas, trapecistas, todo fue un espectáculo de diez, como para no parpadear. Los animales han sido sustituidos por la tecnología, un transformer espectacular y un King Kong que en verdad no tiene desperdicio en el aspecto visual. El jingle con el que se titula a esta columna forma parte de la cultura mexicana, casi me atrevería a decir que no hay persona que no lo haya escuchado en su vida.
El circo no desaparecerá, es clásico, y toda la parafernalia que gira en torno a él forma parte del imaginario de la niñez. Las crisis por las que ha atravesado provocan una depuración; por desgracia, en esa purga han desaparecido muchas compañías. Ésto, tiene efectos positivos en la medida de que la función mejora su calidad, pero también aspectos negativos en tanto que, por obvias razones de mercado, el costo aumenta y causa que sea menos accesible para las clases media y baja de este país.
Como El circo de la mariposa, la diversión del Atayde se centra ahora en potenciar a los hombres y dejar de lado a los animales. Excluir la vida salvaje significó una nueva era en este show familiar que forma parte de nuestra memoria infantil; acudir en edad adulta de la mano de nuestro hijo nos hace rememorar tantas y tantas cosas. Será, como plantea el capitán Alastriste, porque La verdadera patria de un hombre es su niñez.