St. Augustine, Florida, Unión Americana. 25 de octubre de 2016. Ante una multitud delirante -la cual lo percibe como el salvador de la América anglosajona, blanca y protestante-, el candidato republicano, Donald Trump, proclama: “Creo que estamos ganando”. Luego, sin mostrar signos de ablandamiento, retoma su retórica combativa y añade: “Es un sistema amañado”.
Trump abraza tiernamente la bandera de las barras y las estrellas y grita a sus seguidores: “La prensa no está contra mí. Está contra todos ustedes. Está contra lo que representamos”, y concluye diciendo que su triunfo “será mayor que el Brexit”.
La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar, desde una perspectiva histórica, a aquellos candidatos presidenciales estadounidenses -William Jennings Bryan, Barry Goldwater y Donald Trump- quienes han sido poco o nada convencionales. Es decir, los mavericks.
Samuel Augustus Maverick fue un abogado y político texano que tenía por costumbre no herrar a su ganado. Con el correr de los años, el inglés americano adoptó la expresión “maverick” para describir a una persona que utiliza prácticas o ideas controversiales. Es decir, alguien que muestra iniciativa o independencia.
A principios de la década de 1890, una mezcla de especulación financiera, una legislación inadecuada -la Ley de la Plata de Sherman- y malas cosechas provocaron la salida de millones de dólares en oro de los Estados Unidos. Para evitar la debacle, el célebre financiero J.P. Morgan urdió un rescate financiero con sus socios europeos y lo impuso al presidente Grover Cleveland.
El pueblo norteamericano reaccionó indignado: creían que la Unión Americana era una meretriz vendida a los banqueros extranjeros, en especial los británicos. La indignación era encabezada por el joven congresista por Nebraska, William Jennings Bryan, quien era un formidable orador.
“El Gran Plebeyo” lanzó su candidatura por el Partido Demócrata en el verano de 1896 y basó su campaña en un furibundo ataque contra “los monopolios, los precios elevados, la corrupción en el gobierno y su desatención por la masa del pueblo”1. Asimismo, Bryan estaba a favor de la libre acuñación tanto de la plata como del oro.
Bryan acusó a los banqueros de Wall Street querer crucificar “a la Humanidad en una cruz de oro”. Su ruidosa campaña provocó “un grado elevado de nerviosismo y de incertidumbre, con una oleada de venta de dólares a cambio de libras esterlinas y una elevación del tipo de interés”2.
“El orador de la lengua de plata”, sin embargo, fue derrotado porque un segmento de su partido rehúso apoyarlo y los financieros de Wall Street apuntalaron al candidato republicano, William McKinley.
Habrían de pasar más de seis décadas para que otro maverick hiciera su aparición en el escenario político norteamericano: en 1964 el senador por Arizona, Barry Goldwater, fue nominado como el candidato republicano a la Casa Blanca. Sin embargo, su postura en contra de la Ley de Derechos Civiles -la cual prohibía la segregación racial en los lugares públicos- y su militancia anticomunista provocaron un boicot a su candidatura por el ala moderada de los republicanos.
Durante la Convención Republicana de 1964, Goldwater parafraseó al abogado romano, Marco Tulio Cicerón: “Yo les recordaría que el extremismo en defensa de la libertad no es un vicio, y les recuerdo que la moderación en la búsqueda de la justicia no es virtud”.
Esta posición fue apoyada por un viejo político llamado Prescott Bush, su hijo George H.W., y un exactor de películas llamado Ronald Reagan, quien se fogueó en la política mostrando su apoyo a Goldwater.
La postura de permitir a los militares estadounidenses utilizar, sin previa autorización presidencial, armas tácticas nucleares en Europa y Vietnam lo alejó de la corriente principal. Por ello, la prensa ligada al establishment lo tildó de “atizador de la guerra”. Por último, Goldwater fue vapuleado por el candidato demócrata y presidente Lyndon B. Johnson por 486 votos electorales contra 52.
Como reacción a las derrotas militares en Afganistán e Irak, la Gran Recesión de 2007-2009, el ascenso económico de China y el resurgimiento de Rusia, el 16 de julio de 2015 el millonario Donald Trump lanzó, con el lema “Hacer de nuevo grande a los Estados Unidos”, su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos.
Su temática fue: la subcontratación internacional, la deuda pública estadounidense, el terrorismo islámico y la inmigración ilegal. Este último tema fue particularmente controvertido, pues el magnate inmobiliario calificó a los mexicanos de: “narcotraficantes y violadores”. Asimismo, anunció la construcción de un gran muro, cuyo costo sería pagado por México.
Al igual que Bryan y Goldwater, Trump provocó la división en su partido, pues un grupo nutrido de republicanos prominentes rehusaron endosar su campaña. Entre éstos destacaron: los Bush y John McCain.
Al leer estas páginas mañana, el amable lector sabrá cuál ha sido el desenlace de la una de las campañas presidenciales más brutales y corrosivas en la historia política de los Estados Unidos, cuyos protagonistas han sido Hillary Clinton y Donald Trump.
Finalmente, Bryan, Goldwater y Trump nos muestran que, en tiempos de crisis, el pueblo estadounidense tiende a dejarse seducir por el canto de las sirenas de la demagogia y el populismo.
Aide-Mémoire.- Alepo, Mosul y Raqa hacen recordar el célebre dictum de Carl von Clausewitz: “La guerra es una mera continuación de la política por otros medios”.
- – Bernstein, Peter L. El oro: historia de una obsesión. Ediciones B Argentina, Buenos Aires, 2002, p. 274
- – ibídem, p. 276