- Mi aprendizaje ha sido que una canción es una emoción, y eso es lo que estamos tratando de llevar a Fragor
- Tres conciertos en el Teatro Morelos del líder de La Barranca con la Banda Sinfónica de Aguascalientes
Fue la música la que me trajo a Aguascalientes -escribió José Manuel Aguilera-. Vine aquí por primera vez a principios de los 90, con Sangre Asteka. Desde entonces he desarrollado una relación cada vez más profunda y entrañable con la ciudad y su gente. Encuentro aquí una energía y una personalidad absolutamente distinguibles, un impulso que tiene que ver con la creatividad. Vinimos a tocar por primera vez en 91 o 92, en una formación que en ese momento incluía al Bola Domene y a Federico Fong. Al siguiente día grabamos aquí rápidamente el video de La Resistencia. Compartimos escenario esa vez con la mítica banda El Que Ríe Al Último, de Abraham Velasco, incansable músico y agitador cultural. Ya desde entonces militaba ahí, como niño prodigio de la batería, el querido y recordado Julio Díaz. Muchas veces en Aguascalientes me he visto también involucrado en otros proyectos, pero ninguno de esos proyectos ha sido tan extraordinario, tan diferente y tan novedoso para mí como el que ahora me tiene de nuevo en la ciudad: Fragor.
Del 15 al 23 de octubre el Instituto Municipal Aguascalentense estará presentando el Festival Cultural de la Ciudad de Aguascalientes, y en ese marco, tres conciertos en el Teatro Morelos de José Manuel Aguilera con la Banda Sinfónica de Aguascalientes.
José Manuel Aguilera (JMA): Este proyecto ha sido nuevamente una iniciativa de Abraham Velasco, en ésta ocasión junto con Alex Vázquez Zúñiga: un par de aventureros de la música. De entrada resulta tan inconcebible la propuesta que, justamente por eso, acepté en cuanto me lo plantearon a mediados de 2015. Pero creo que ninguno de los involucrados alcanzábamos a imaginar qué podría resultar de todo esto. Ahora, después de un año de intercambio de ideas, de selección del repertorio, de selección de arreglistas y de su trabajo inmensamente sutil y meticuloso, la idea se materializa y estoy aquí absolutamente sorprendido.
Es un aprendizaje tremendo, además de que es un reto cantar con la Banda, lo he estado diciendo y luego no soy muy claro, no es lo mismo cantar con un grupo de rock, que es lo que he hecho yo toda mi vida, donde hay un pulso muy exacto a entrar a esta sonoridad de la Banda, hay un reto ahí, digamos, de performance como músico, técnico si lo quieres ver así; aparte de estos retos prácticos y muy técnicos, el gran descubrimiento, el alumbramiento para mí es descubrir qué es una canción, porque estas canciones han sido en esta adaptación, magnífica, despojadas de su instrumentación original, de su rítmica, se les ha cambiado la métrica, unas cosas que eran en 4/4 ahora son en 3… ha cambiado su color tímbrico, incluso los acordes también se han modificado, bueno, entonces si cambiamos todo eso, ¿qué queda?, lo que queda es lo que en realidad es la canción, además de la letra, lo que queda es una emoción, mi aprendizaje ha sido que una canción es una emoción, y eso es lo que estamos tratando de llevar a Fragor.
La sorpresa está dada por los arreglos y por la sonoridad propia de la banda: son todos instrumentos de aliento (metales y maderas) y percusión; no hay cuerdas, lo cual es una característica muy particular de la Banda. Yo había trabajado ya con algunos alientos, específicamente en Eclipse de Memoria. Una dotación pequeña de saxo, trompeta y trombón que se puede escuchar en “El futuro más distante” o “En cada movimiento”, por ejemplo. Pero nunca había trabajado con tubas, cornos, flautas, fagots, oboes. Instrumentos de diseños fantásticos, metales brillantes y laberínticos que producen sonoridades únicas y hermosas. Y cuando hablo de trompetas y trombones, en este caso no se trata de uno, sino cuatro o cinco. La potencia de la banda por lo tanto es formidable: 42 músicos tocando coordinadamente forman ya de por sí una entidad sumamente poderosa. Me maravilla ver cómo cada una de las cosas que hicimos nosotros originalmente para los discos, con un bajo, unas guitarras, acaso un piano, aquí se multiplican y se reproducen en flautas, saxos barítonos, cornos, clarinetes. Como si cada cuerda de la guitarra se hubiese transformado en una trompeta o un clarinete, cada glissando del bajo en un corno, cada pulso en un timbal… Desde adentro, uno siempre es el menos indicado para calificar las cosas, y puede excederse en los adjetivos. Esto es un estruendo insólito, pero diría que suena a una combinación de música balcánica (tipo Kusturica), banda ceremonial oaxaqueña, un poco a Bach, otro poco a Morricone, algo más que me resulta indescifrable e hidrocálido y, por supuesto, La Barranca.
Edilberto Aldán (EA): ¿Por qué Fragor?
JMA: De pronto la sonoridad de la banda es bien fuerte, es estridente, es un estruendo, queríamos ponerle un nombre a esto, porque para mí este proyecto, experimento, esas palabras gastadas que usamos para describir lo que estamos haciendo, esta cosa pues, tiene una personalidad específica, ya rebasó el José Manuel con la Banda, es como una cosa que ya tiene su sonido, su personalidad, había que ponerle un nombre y llegamos a Fragor.
EA: ¿Cómo sales de la experiencia, y cómo revaloras el acto de la composición?, ¿antes qué pensabas que era una canción?
JMA: Creo que una canción, ahorita lo sinteticé mucho porque una canción es una combinación de cosas técnicas, un juego de acordes, una melodía, es una estructura, en el caso de una canción es una letra, y sigue siendo, pero con Fragor me di cuenta de que la esencia de la canción es la parte emocional, ¿cómo salgo de esto?, bueno, por un lado, más allá del enorme privilegio y honor que significa estar con la Banda, yo creo que de aquí salgo como renovada mi confianza en la canción, no en las mías, en la canción como una invención que tiene miles de posibilidades, con el aprendizaje inmenso de estar cantando en medio de este Fragor que es una experiencia muy diferente a todo lo que había hecho. Salgo de este Fragor con la fe en la canción renovada, y yo creo que cualquier músico, cualquiera que trabaje con la música, necesariamente tiene que creer en lo inmaterial, hay como una cuestión mística, hay un misterio.
EA: Como compositor, como músico, ¿qué te pasó?
JMA: A veces es difícil contestar esas preguntas tan desde adentro, si te pongo un símil, es como si estuviéramos en un partido de futbol, en el minuto 30 del segundo tiempo y le preguntaras a uno de los jugadores: oye, cómo te fue en el partido; espérate, cabrón, deja que acabe; ahorita me siento en el centro del Fragor y no tengo aún aterrizada esa conclusión que me pides, naturalmente alguna lección sacaré de aquí si es que no soy tan lerdo, alguna cosa pasará, por lo menos mi perspectiva de las cosas está cambiando, de lo que se puede hacer con una canción.
A veces no digo mucho sobre el proceso de la composición de las letras, en la banda estamos acostumbrados a que eso lo haga José Manuel después, nadie me pregunta: oye, ¿por qué dijiste eso, por qué usas esas palabras? No, es más, pongamos la música, estos acordes y la letra es como algo que casi casi estorba a la rola, no tan así, pero a nadie le importa, y a mí me parece bien, ya después me dicen: oye esa rola me gusta o esa frase estuvo chida, pero el proceso de las letras no es una cosa que entre a discusión con la banda, quizá por eso no estoy acostumbrado a hablar de eso por lo mismo, ahora que estamos hablando de eso, tomando como referencia a Bob Dylan, yo diría que hay formas de aproximación, Dylan es más narrativo, la obra de Dylan es enorme, tiene cosas narrativas, cosas poéticas, abstractas, diálogos… en fin, pero hablando del tipo de escritores de textos de canciones, yo diría que se pueden dividir, básicamente, en dos, unos que son más narrativos, y otros que somos más destilados, no quiere decir que una cosa sea mejor que la otra, pero sí creo que en mis canciones hay un poco menos de palabras, una vez leí a John Fogerty, decía: lo más importante de una canción es el título, esa idea está chingona, yo lo que quisiera es que cada frase de mis canciones, idealmente fuera como el título de una rola, en ese sentido soy más destilado. Mis influencias, bueno, siempre he pensado que soy una mezcla de la cuestión sonora del rock, pero letrísticamente me considero más insertado en la tradición de la canción mexicana, yo me inscribo más en la continuidad de Agustín Lara o de José Alfredo Jiménez, por decir algunos nombres, ¿por qué?, porque soy en español, y la literatura no sólo son ideas, son los sonidos de las palabras.
EA: Uno es del idioma en el que sueña.
JMA: Totalmente de acuerdo, yo soy en español; aunque por supuesto me he nutrido de frases, poesía, literatura en inglés, aunque el acabado final es en español, tiene más que ver con este tipo de tradiciones, que tampoco conozco tanto, la verdad es que soy bastante empírico en todo lo que hago; yo me siento más parte de la emoción de los compositores en español, que de la emoción de Roger Waters, por citar algo, pero el resultado va a ser parecido a lo que hablamos.
EA: ¿Cómo elegiste las canciones para estos conciertos?
JMA: Un poco por intuición y otras porque hay canciones mías que, naturalmente, y yo creo que también por eso a ellos, a Alex Vázquez y Abraham Velasco, se les ocurrió esta posibilidad, hay unas canciones mías que desde mi trinchera de banda de rock ya sugerían algo, quizá lo imagino, pero creo que hay algunas canciones que como que ya intuían esta posibilidad; todo esto es una cosas que hemos ido inventando sobre la marcha, responde mucho a la intuición, una muy específica “En cada movimiento”, una canción del último disco de La Barranca que ya trae esta instrumentación de metales, ese es un ejemplo de canción que podría adaptarse, hay otras que son mucho más, arriesgadas o el salto está un poco más al vacío, canciones que no nos la imaginábamos así, pero las queríamos tener en el espectáculo, y ahí viene el trabajo delicado y meticulosísimo de los arreglistas que no hay que dejar de mencionar todo el tiempo, a los hermanos Fernando y Carlos Calvillo y al mismo Alex, un poco así se formó el repertorio, por canciones que ya apuntaban para allá y otras que queríamos que estuvieran ahí.
EA: Te pido pensar de Fragor hacia atrás, ¿cómo ha sido la evolución de tu primera banda, La Barranca, a este momento en que te presentas con la Banda Sinfónica de Aguascalientes?
JMA: La Barranca para mí, vuelvo a usar la misma palabra que usé para las canciones, es un vehículo, y por lo tanto tiene una continuidad graduada en estos veinte años, claro que tiene etapas que están determinadas por los músicos que han estado en La Barranca en sus diferentes encarnaciones, la primera etapa con Federico Fong y Alfonso André y Cecilia Toussaint, quien graba varias armonías y arreglos vocales para El fuego de la noche y luego los hermanos José María y Alonso Arreola, y yo mismo como el habitante constante de esa barranca, el que ha permanecido, vamos cambiando gradualmente, yo como individuo, La Barranca como entidad musical; ¿cómo me veo en comparación de hace veinte años?, como cuando ves una foto tuya de hace muchos años y dices: órale, no estaba tan feo pero ese pantalón estaba gacho, hay una cosa como de inocencia, estas canciones quizá mi postura era un poco inocente pero creo que así es la vida misma, vas cambiando conforme vives, cuando pienso en el José Manuel que hacía esas cosas hace veinte años, lo que sí de pronto veo es que había como un arrojo, temeridad, ¿por qué estaba yo tan seguro de estas rolas? y no hay ninguna cosa técnica o algo que justificara mi seguridad, eso era que tenía con quien era hace veinte años, estas canciones hay que hacerlas, ese arrojo lo veo desde lejos y no sé de dónde salió, pero si no lo hubiese tenido no estaría aquí, hay veces en que hay que obedecer a la intuición, a la idea, a la emoción.
EA: ¿Cómo ves la escena del rock nacional?
JMA: Somos parte de eso, generacionalmente también estamos en un espacio específico, pero mi postura, que seguramente es muy arrogante, es despegarme de eso lo más posible, reconozco y asumo que soy parte del rock nacional pero al mismo tiempo quisiera no serlo, hay muchos colegas, muchas bandas con los que hemos compartido momentos, pero creo que en el fondo todo artista quisiera ser una voz propia, yo quisiera pensar que La Barranca tiene su voz y ha seguido su camino y en la medida en que estuviera menos ligado a lo que es el rock en español, para mí, mejor. Así lo quisiera ver yo, como una voz propia.
EA: En alguna entrevista aseguraste “Dios cree en mí cuando toco”
JMA: Sí, bueno, es una bravuconada, la idea de esta frase que alguien la citó y quedó fuera de contexto, la frase completa es Creo en Dios en la desesperación, y él cree en mí cuando toco, así era la cosa, a veces uno puede pensar que uno es autosuficiente, pero en los momentos de verdadera desesperación quisieras creer en un dios, y en los momentos verdaderamente puros, que es cuando estás tocando, quisieras pensar que alguien cree en ti.
Excelente entrevista… Casi encueraste al JM y ahora lo conocemos mejor, al perpetuo de La Barranca y sus entrañas musicales!! Enhorabuena por esa experiencia y triunfo en el Fragor de la batalla hidrocálida.