Con el final de Mad Men terminó la era de los hombres complicados de la televisión por cable. Su inicio fue con Los Soprano, aunque algunos especialistas en historia televisiva van un par de años atrás con Oz o incluso toman en cuenta 24 o NYPD Blue. En 2016 hay una plantilla acerca de lo que se espera de una serie original para adultos contemporáneos por parte HBO, AMC o Netflix: un protagonista imperfecto de cuarenta años, el amigo comparsa, la esposa, la aventura, escena de sexo sin desnudo por parte del titular femenino, algunas bubis de una modelo sin nombre, violencia, varios fuck y alguna intriga.
Difficult Men: Behind the Scenes of a Creative Revolution de Brett Martin es una lectura seminal para comprender dicha etapa de la televisión, una que ya ha terminado cuando la fantasía épica de Game of Thrones o la acción marca novela gráfica de The Walking Dead gobiernan la audiencia y fandoms. Mientras Low Winter Sun fracasó por su planteamiento pasado de moda (detective complicado se vuelve malo), la crítica especializada ha sido benévola con Halt and Catch Fire, serie de la que no se habla mucho en Estados Unidos o México.
Halt es de AMC y ya la hemos comentado en Bocadillo. Es acerca de la revolución tecnológica de los años 80 en Texas (la padrera del silicio) y el la zona de la bahía en San Francisco. Dicho espacio temporal tiene similitudes con la era actual de la mentefactura, los emprendedores después de Mark Zuckerberg y Jack Dorsey. La primera temporada fue un poco rara y no se encontraba a sí misma, además de formarse a partir de Mad Men: Joe McMillan es un hombre misterioso que llega a Texas para encontrarse a sí mismo, siendo alguien formado en IBM ahora busca joder a sus antiguos empleadores clonando la PC mientras guarda un gran secreto. La revelación no es una identidad tomada de la guerra de Corea sino qué es bisexual y además realizó un gran berrinche en big blue: inundó sus mainframes al no obtener lo que quería. Lo más rescatable fue las tramas con el reparto: un matrimonio de emprendedores (Gordon y Dona) que perdieron muchísimo dinero y batallan para lograr las cuentas; y Cameron, una joven prodigio para la programación que se acuesta con Joe en los primeros 15 minutos, pero luego emprende una compañía de juegos en línea. Todo en 1984.
La segunda temporada tiene a Dona y Cameron emprendiendo Mutiny, una especie de antecesor de Steam que finalmente pivotea a una curiosa sala de chat. Gordon y Joe se quedan sin mucho que hacer, volviéndose los personajes menos relevantes en una serie con sus nombres al principio. Un golpe al ego de los actores en pro de la trama. Un soft reboot para una serie solamente renovada gracias al éxito económico de Walking Dead. La segunda temporada fue lo mejor del 2015 en televisión. Me atrevería decir que más que el final de Mad Men, como unidad, y mucho más relevante que True Detective 2.
Estamos en el capítulo cuatro de la tercera temporada, con los protagonistas fuera de Texas y localizados ahora en California, qué es donde están los venture capitalist y todo el ecosistema para hacer grande un emprendimiento de tecnología. Joe ha interactuado si acaso 5 minutos con los coprotagonistas, ya que su personaje mutó a un avatar de Steve Jobs, con pausas suaves y decisiones morales cuestionables. Pero el hombre complicado ahora es una trama secundaria dentro de la historia de dos mujeres que buscan vencer el sexismo de los inversionistas y sacar a flote su compañía. 2016.
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