Hasta hace poco yo creía que sólo había una Doña Corrupta, sin embargo, en un diplomado del trabajo me puse a platicar de ella con varios de mis compañeros, compartiendo experiencias e historias de la susodicha me di cuenta que todos hablábamos de diferentes personas y que el mote era un nombre genérico para esas mujeres que una vez que termina el horario legal de venta de alcohol en la ciudad, empiezan a recibir personas aferradas a seguir la fiesta para surtirlos de bebidas embriagantes.
En la ciudad de Aguascalientes, la última hora para vender bebidas alcohólicas es a las 10:00 de la noche, una vez que llega esta hora, los establecimientos deben ponerle candado a los refrigeradores donde almacenan las cervezas, en algunos casos literalmente.
Si algún negocio desea vender cerveza más allá de las 10:00, debe pagar una costosa extensión de permiso a la que sólo pueden acceder pocos negocios como las famosas tiendas de conveniencia de logo amarillo y rojo que de hecho, han optado por pagar la extensión sólo los jueves, viernes y sábados, cuando la gente está ansiosa por beber y no les represente un riesgo.
La cosa es que la dichosa extensión alarga el tiempo de venta solamente hasta las 12:00 de la noche, más allá de esta hora resulta teóricamente imposible conseguir una cerveza en algún lugar que no sea un bar, antro, cantina o restaurante; por lo que aquellas personas que deseen beber en una fiesta particular hasta muy entrada la madrugada tienen que hacerse de unas buenas provisiones.
Un escenario común que se repite como un ritual cada fin de semana en Aguascalientes, es llegar a una tienda de conveniencia 15 minutos antes de que den las 12:00 sólo para encontrarse con largas filas de jóvenes eligiendo entre la promoción del ron o el güisqui y unas cajeras que describen la frase “trabajar bajo presión”.
Desconozco cuál sea la motivación por la que el municipio decidió poner un límite horario a la venta de alcohol en la ciudad pero intuyo que tiene que ver con el control de las adicciones. He de decir que si ese fuese el propósito algo está saliendo mal pues, en carne propia puedo atestiguar que en muchas ocasiones, por miedo a que se acabe el alcohol, los jóvenes terminan comprando bebidas de más que se acabarán tomando para no desperdiciar lo cual al final, es contraproducente.
Todo parece indicar que si no has sido uno de estos precavidos compradores de alcohol y se te acabaron las provisiones, no tendrás de otra que terminar la fiesta ¿no?… Pues no, en Aguascalientes la gente ama la fiesta y los comerciantes con visión y sin miedo abundan, así que no hay porque preocuparse.
Como lo expliqué al principio de este texto, Doña Corrupta no es sólo una mujer emprendedora, sino que son varias las que la sociedad aguascalentense ha bautizado de esta manera ante el anonimato que encubre todo este negocio clandestino.
Las Doñas Corruptas son, por generalizar, mujeres aventureras que han decidido vender cerveza en sus domicilios particulares más allá de las 12:00 de la noche a precios cuestionablemente altos, serían el equivalente a los árabes que venden latas de Mahou en la calles de España que salen corriendo en cuanto ven las luces de una patrulla, solo que en el caso de Aguascalientes uno como comprador es el que emprende la penosa huida.
Como mencioné, hasta esa nutritiva dinámica laboral yo sólo conocía a una Doña Corrupta, de hecho era la original, conocida también como Doña Rosita cuyo domicilio quedaba en las cercanías del Templo de San Marcos, por donde, según se puede leer, llegó a ser la vivienda del grabador José Guadalupe Posada.
No fueron pocas las veces que llegué a ir a comprar con Doña Corrupta, pero sí es importante aclarar que han pasado algunos años desde que visité la casa de la famosa mujer por última vez. En esa ocasión las cosas fueron diferentes a las anteriores, para empezar Doña Rosita había fallecido, noticia de la cual muchas de las personas que disfrutamos de la fiesta nos habíamos enterado de boca en boca.
Cuando Doña Rosita estaba viva las puertas de su cochera permitían acceder a quienes fueran a comprarle, por supuesto, siempre de manera sigilosa; en cambio una vez que la mujer falleció y que sus familiares tomaron el control del lugar, la transacción se hizo más discreta; atrás quedaron los días de, literalmente, meterse hasta la cocina.
Yo llegué a entrar unas tres veces a la casa, si mi memoria no me falla había un estante para garrafones de agua y por lo menos tres jaulas grandes ocupadas por pericos que lejos de querer convivir como suelen hacer esos animales se mostraban esquivos y callados, tal vez porque tenían sueño.
Entre los pericos y los garrafones, en la casa enorme claramente construida entre los sesentas y ochentas, no era raro encontrarte a conocidos tuyos en la misma situación, incluso era bastante común que se acordara “juntar los afters” para hacer más divertida la ocasión.
De pronto, entre la charla, llegaba alguno de los familiares de Doña Rosita quienes desde entonces realizaban todas las tareas bajo la mirada vigilante de la hoy difunta.
Recuerdo que en una ocasión uno de mis amigos, quien siempre tiene alguna forma novedosa de incomodar, le pidió a una de las familiares de Doña Rosita si podía usar el baño, la mujer no supo qué responder y en su lugar, volteó a ver a la jefa, quien miraba desde la sala y respondió asintiendo con la cabeza inexpresivamente; demostrando que a su edad, continuaba llevando la batuta en el hogar.
Si bien, Doña Rosita se mostraba seria, sus familiares por otro lado, eran amables, de hecho, eran notablemente amables tomando en cuenta que se dedicaban a vender alcohol a deshoras. En general, las personas que realizan actividades fuera de la ley suelen comportarse de manera fría con los clientes, manteniéndose distantes y no intercambiando mucha información; ellos en cambio, no dudaban en reír cuando algún borracho hacía una payasada.
Una vez que los familiares te ofrecían sus dos opciones de cerveza: latas de León en 150 pesos el ocho o barrilitos de Modelo en 120 pesos el seis, uno tenía que elegir cuáles y cuántas iba a querer para pagar de inmediato.
Cuando dabas el dinero, quien te estuviera atendiendo se dirigía a una habitación al fondo de la casa y en cuestión de minutos salía del lugar con tu dotación y tu cambio; a continuación uno agradecía y se largaba.
La última vez que me vi en la necesidad de comprar con Doña Corrupta ella ya había fallecido, ya no se podía entrar a la casa, ahora uno tenía que pedir y pagar por una de las rendijas de la puerta y esperar a que quien te atendiera saliera y te entregara tus cervezas.
Como mencioné, Doña Rosita no es la única Doña Corrupta que hay, había o habrá en Aguascalientes; por el momento, al menos hay otras tres distribuidas por varias zonas de la ciudad, además hay un Chocker que en lugar de cerveza vende licor en las cercanías de la Normal y un taquero que no duda en sacar los seises del refrigerador aunque sean las cuatro de la mañana, sin contar a todos aquellos motociclistas que llevan botellas a domicilio con hielos y refrescos para acompañar; es decir, hay de todo para todos.
Fue durante la administración de Lorena Martínez cuando los Oxxos pudieron empezar a vender alcohol hasta las 12:00 de la noche, en esa ocasión la alcaldesa señaló que este permiso se había liberado para combatir la venta de alcohol clandestina en la ciudad; fue también durante esa administración municipal, cuando se definió que la venta de alcohol clandestina sería multada con 500 salarios mínimos.
En el año 2012 la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma a través de su gerente de Relaciones Institucionales, Héctor Antonio Michel Flores, dio a conocer que Aguascalientes era el estado donde más venta de cerveza clandestina había. ¿Cómo no va a ser? si aquí hay mucha sed aunque pase de las 12:00. Tan sólo el año pasado, según el secretario del Ayuntamiento Manuel Cortina, fueron cerrados 20 puntos de venta de alcohol clandestinos.
Lo cierto es que mientras Aguascalientes siga siendo uno de los lugares más fiesteros del país, la cerveza seguirá jugando un papel importante, y mientras haya restricciones de horarios para la venta de alcohol, las Doñas Corruptas de la ciudad seguirán con su labor nocturna.
Y como dijera la Purísima Grilla en su edición del 23 de julio de 2010, “el problema no radica en la ampliación de horario en la venta de vinos y licores, todo mundo conoce a Doña Corrupta o al taxista que te lleva el pomo a tu casa. Comprar a altas horas de la noche una botella de alcohol no es un calvario y a primera vista el ampliar las horas le vendría bien a un grupo poblacional que vive bajo una doble moral”, ¡salud!