Buscando a Dory vuelve a demostrar la apuesta de Disney a través de Pixar a un cine para niños que sabe salirse de forma brillante de los patrones del padre de Mickey Mouse, y es que si en la precuela sobre Nemo, vimos a una familia diferente (integrada por un pez con capacidades diferentes y su padre) ahora nos encontramos con una comunidad a donde se integra la pez cirujano, no con la idea de una pareja heterosexual sino de una asociación donde los amigos se transforman en los parientes que nosotros escogimos; la forma en que Pixar vuelve a trabajar sobre sentimientos y situaciones no comunes en las películas infantiles, la transforma en un producto que vale la pena, dice Fernanda Solorzano que esta empresa de animación explora “emociones difíciles… como el duelo, como el sentimiento de pérdida, como la separación o incluso estados de ánimo que no se consideran ideales”.
La película se centra en la olvidadiza Dory quien se enfrasca en una aventura para poder encontrar a sus padres, su falta de memoria la lleva a desafiar la forma moderna de hacer las cosas, lejos de seguir un plan concreto, traza su ruta con base en la percepción, sensibilidad e improvisación, en clara oposición al racionalismo que en todo momento se le contrapone, muestra de ello es el Instituto de la Vida Marina cuya voz oficial, en la traducción de mexicana, corrió a cargo del astronauta Rodolfo Neri Vera (¿Ya en precampaña?). Los personajes secundarios dan mucho de qué hablar en esta cinta, desde las tiernas nutrias hasta las territoriales focas, pero definitivamente me encantó el geniudo pulpo Hank, un solitario pero divertido animal que quiere alejarse de todos, no dudo que en la próxima entrega veamos un protagónico para este molusco discapacitado (sólo tiene 7 tentáculos).
La obra lleva además un mensaje sobre la conservación al medio ambiente, durante la trama existen varias situaciones donde vemos la contaminación a que ha sido sometido el océano. Una parte de la ciencia jurídica se ha debatido en los últimos años sobre la discusión de si los animales tienen derechos, en esa misma medida sobre si el medio ambiente los tiene. La cuestión encierra una complejidad enorme, se remite a su vez a definir lo que entendemos por derecho. En la línea que he manejado, influenciado definitivamente por el maestro De la Torre Rangel, me he inclinado a pensar que el derecho es esa facultad que tenemos para exigir algo, está íntimamente ligada a la conciencia o posibilidad de conciencia que sólo el hombre tiene. De igual forma me inclino a pensar que el derecho es un producto cultural, nacido de y por el hombre de tal forma que los animales no pueden tener derechos. Por otra parte, desde una perspectiva meramente pragmática, pensar que los animales tienen derechos es muy problemático: no me refiero a la capacidad de ejercicio que podría quedar zanjada con nombrarles un tutor (se ocuparían, por cierto, billones de tutores) sino al hecho de que asignarles prerrogativas implicaría una serie de medidas que podrían derivar en lo absurdo. Sin embargo, la vida está ahí, desde hace millones de años, conservando su orden natural que no se desequilibró sino hasta la aparición masiva del ser humano, es decir de unos dos mil años para acá, lejos de coadyuvar con la naturaleza, el homo sapiens se encarga de destruirla, distinto de lo que preceptuaba Santo Tomás, la ley del hombre se contrapone con la ley natural. Incluso, cuando se trata de ayudar al medio ambiente, pareciera que a la civilización tampoco nos va bien, y es que son varias investigaciones y documentales que han dado cuenta que los animales no son felices en los lugares de cautiverio, presuntamente que tienen por objetivo salvaguardar la vida silvestre; precisamente por ello Buscando a Dory encierra una crítica a los acuarios, incluso varios de los ejemplares resguardados en el Instituto de Vida Marina, terminarán por preferir vivir en el mar.
Ya sea por su defensa del medio ambiente, por la forma tan maravillosa que retrata la comunidad de amigos constituida en familia, su rompimiento con el pensamiento racionalista o la crítica implícita a toda forma de cautiverio de los animales, Buscando a Dory vale la pena.