Últimamente me siento inseguro con las agujetas flojas / Desde la Redacción - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Si usted practica o ha practicado futbol soccer o algún arte marcial y ha conectado un buen disparo con el pie, seguro también habrá experimentado cuán providencial resulta ver una bola alejándose o escuchar el alarido del juez que marca un punto a su favor.

(Si la patada entra girando vale dos puntos, si entra girando y en el aire, tres. Así, cuando el tiro entra rozando la escuadra de la portería contraria vale por cuantos ruidos guturales recabe, si entra del mismo modo, pero en el propio marco, vale por vergüenza produzca; no lo olvide).

En momentos como este, la frase que dice “vale la pena” es tan real que bien podría metérsele por la nariz hasta atragantarlo.

¡Falta menos campeón, la gloria, el fin único de la existencia ahora está más cerca!

Por supuesto que nos referimos a la felicidad en abstracto. No podríamos ser tan insensatos como para hablar de dinero, belleza, poder, fama, galanura, virilidad inagotable, buen gusto, erudición científica o perfección técnica.

Las más de las veces, cuando usted percibe, por decirlo metafóricamente, olores fétidos en su vida, se debe a que transita por un problema en específico; pongámosle nombre: infelicidad y no falta de dinero, buen gusto o apetencias sexuales. Infelicidad a secas.

Para continuar por la línea sugerida, por la de la claridad en el discurso, debemos decir que acto seguido a convencerse de que usted es una persona infeliz que desea ser feliz, debe disponerse a hacer la cosa más sencilla del planeta: debe hacer exactamente lo que le venga en gana, nada más y nada menos. (Aquí cabe aclarar que este no es un mensaje del Doctor Dobson…. son las 21:30, tengo que enviar el texto o Edilberto Aldán me mata).

¿Ha escuchado estos proverbios?: “no hay cosa más buena y más sana que cada quien haga lo que le dé la gana”, “están jodidos porque quieren”, “todo parece imposible hasta que se hace”…


Estos mensajes están cargados de razón.

Un servidor, Carlos A. López, no estudió Filosofía sino Comunicación e Información; no  obstante, algunos de los textos que se leen en la materia (Cómo leer al pato Donald o el Homo Videns) refieren con sumo escándalo la existencia de una estrategia especialmente tramada para lograr que usted, por inverosímil que suene, no haga lo que quiere sino lo que se le indica en el molde de donde muchos provenimos, el status quo.

Hablamos de imperialismo cultural.

Cuando usted sube a un taxi y escucha que el conductor le dice: “yo creo que Calderón es un genocida” o, “yo creo que Calderón nos ha dado estabilidad macroeconómica”, piense en que el interlocutor no ha hecho sino repetir lo captado en esa cosa que llamamos prensa.

Las ideas de nuestro chofer en realidad no son sus ideas. Si sus ideas fuesen suyas no gastaría saliva en consideraciones tan inanes. Imagine la sabrosura de trabar diálogo con una persona con ideas propias.

Lo que buscamos plantear con este ejemplo es que cuando una persona es dueña de sus ideas hace lo que quiere, es dueña de su vida y por consiguiente es feliz. Este proceso no es sencillo, pues lo nublan la tele, las revistas, las iglesias, Harry Potter, Arjona y Maná.

Para reafirmar la hipótesis de que felicidad equivale a hacer lo que plazca, otro ejemplo, sacado de una de nuestras mejores clases universitarias.

Usted tiene un conocido. Este conocido le dice que no le satisface más la vida junto a quien ha sido su esposa por 15 años, y que ha comenzado a engañarla con su secretaria. Todo es divino, el tiempo pasa lento, ya no hay peleas, discusiones estúpidas, estrés, desánimo, desilusión, cada instante de sexo es suculento, todo sabe a melón. Ahora sí es feliz y se nota en sus ojos.

Ahora imagine que el mismo conocido toca un día a su puerta para contar que ha sido descubierto, que el proceso de divorcio está en trámite, que no podrá ver con libertad a sus hijos, que además del desgaste moral perderá parte de sus ingresos pues se avecina pagar una pensión alimenticia, renta, etcétera.

El hombre debería estar botado de contento pues ya no tendrá que ocultarse o cuidarse de no andar por ahí con olor a jabón chiquito; sin embargo ocurre todo lo contrario pues su vida aparece peor que antes y, claro está, eso también lo dicen sus ojos.

La única explicación posible para tal desajuste es que el famoso conocido jamás hizo lo que en realidad quería, se comportó de manera compulsiva, idiota, tonta, tibia, cortoplacista, ciega.

Si hubiese hecho lo deseado, sería feliz pese al divorcio y la montaña de gastos que le aplastará las manos.

Cuando usted valora (a partir de ideas propias y no descolgadas del ambiente) las consecuencias de cada uno de sus actos puede distinguir, sin margen de error, el camino a tomar para llegar a la felicidad.

Si usted “quiere” licenciarse en Psicología pero le jode que sus clases comiencen a las 7:00 a.m., entonces deje la carrera, en realidad no quiere convertirse en psicólogo. Así de simple.

Sartre decía que “felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”. Usted me comprende. Salga a la calle y haga lo que quiera, sea genuino.

Su servidor aprendió esta lección por la vía larga y difícil.  Ojalá estas líneas le sirvan, si algo se aprende como reportero es que sólo vale la pena construir.

Para conectar un buen disparo es elemental tener bien firmes las agujetas, estar bien equipado y presto para tomar el momento. O traducido: para ser feliz, de golpe y porrazo, hay que convencerse de que en alguna parte de su mente existe una cosa llamada voluntad de poderío, endosársela al pie y sacar a patadas, sin miramientos, imposiciones, basura, vacilaciones, hipocresías, mentiras, mediocridades, tepocatas y víboras prietas.


Show Full Content
Previous Diputados locales: visiones divergentes sobre la validación de la elección presidencial
Next /AUTONOMÍA 49: La banda que todos querían imitar
Close

NEXT STORY

Close

Estilos de vida influyen en el despertar sexual prematuro en adolescentes

25/05/2014
Close