Carlos Fuentes en el CIELA - LJA Aguascalientes
23/11/2024

La noche lluviosa fue el manto protector y bohemio que cobijó la charla literaria de los escritores Ricardo Esquer y Eduardo López en el Centro de Investigación y Estudios Literarios de Aguascalientes (CIELA) Fraguas. Ahí, en una mesa de disección, los “hijos de las palabras” colocaron el cuerpo literario de Carlos Fuentes, para descubrir al “disoluto Carlitos”; y a uno de los indispensables “cachorros de la Revolución”.

Archivo LJA

Todo empezó tan informal como la caída de las lágrimas del cielo. Ricardo Esquer miraba a Eduardo López y ambos a los asistentes, comentaban sobre La región más transparente, de la que dijo aquél que es una novela muy complicada, muy compleja… Pero ya muchas partes de La región más transparente están rebasadas. Como dijo Gonzalo Soltero, un escritor de mi generación, “se lee en sepia”; como en viejito, dijo alguien del público.

Sí, sí, pero en su momento –dice Ricardo– fue algo así como un enigma. Y después, Retrato de familia –por ejemplo– es mucho menos experimental; es  algo, ¿cómo se dice?, conservador.

 

Sin embargo, Fuentes tuvo éxito, claro, coincidió con el boom editorial, con todo ese aparato de difusión de los escritores no sólo en México, sino en toda América Latina, que impulsó a García Márquez, Vargas Llosa y a montón de gente más, apunta Ricardo.

Eduardo dice que de pronto está lo de los medios electrónicos “que nos divulgan en una proporción no solamente mayor, sino también con una calidad que no se puede comparar; quiero decir, no hay mucha comparación porque hay también mucha vulgaridad ahí, mucha basura, y no sabes cómo te van a recibir”. Es complicado pues el tema, la calidad y la cantidad ya no responden; hay mucha autoedición, autopromoción, en las redes sociales, se queja. Eran rounds de calentamiento, el presídium se hallaba vacío; la charla se daba en un círculo de sillas, que una anfitriona calificó de “muy íntimo”. Charlaron sobre el libro electrónico, aunque algunos se quejaron de haberlos bajado y que contienen muchas faltas de ortografía… “Yo sí apoyo el libro electrónico. Claro, es muy sabroso el libro de papel, pero los electrónicos son unas cositas de este tamaño”, ilustró una joven.

Eduardo López dijo que Carlos Fuentes es uno de los indispensables para leer, el asunto es que él carece de autocrítica, sobre todo en la segunda parte de su trabajo como escritor; escribe prácticamente lo que le da su gana, con poco cuidado, si lo comparamos con la primera parte de su obra. A mí me parece difícil hoy en día, todavía, –añade– que se supere no solamente el estilo, que ya es harto decir, sino el tema, porque nos concierne mucho. Es, como se dice, “un cachorro de la Revolución”, un heredero –por ejemplo– de los poetas contemporáneos… No de una manera directa pero vemos que todavía está protegido de esa idea que tiene el sistema cultural que nos heredó, afortunadamente, Vasconcelos, o Torres Bodet, para aventar a los jóvenes al ruedo.

Afortunadamente Fuentes es un hombre, como Paz, que fue muy bueno para la autopromoción. Yo creo –apunta Eduardo– que en gran medida se debe a eso; si Carlos Fuentes no hubiera tenido la personalidad, creo que difícilmente hubiéramos conocido su obra. Lo mismo sucedió con Paz, no así en el caso de Rulfo, que no sabía promoverse; en cambio Fuentes tuvo esa gran virtud de mantener una armonía entre la manera de trabajar y cómo vender su obra, que quedó estrechamente vinculada con su imagen.

Ricardo Esquer planteó: “yo les voy a platicar de Carlos Fuentes como el primer escritor profesional en México, es decir, el primer escritor que vive de escribir, a diferencia de otros escritores que eran funcionarios y escribían, eran diplomáticos y escribían; eran médicos, abogados, de cualquier otra profesión liberal y escribían; y Fuentes no, él se dedica a escribir exclusivamente”. Daba conferencias, clases, traducía, pero el centro de su principal actividad era escribir para él. Por ahí hay entrevistas en donde Fuentes confiesa que muy chavo, de unos 18 años, su padre le dijo: “mira Carlitos, dedícate a algo”, porque frecuentaba los bares, los lupanares y otros lugares divertidos en la Ciudad de México y se la pasaba muy bien, pero su futuro se veía bastante dudoso. Entonces el papá le dijo: “si no te pones a trabajar o a estudiar, o dejas esa vida disoluta que llevas te retiro el apoyo económico”. Y Carlos Fuentes muestra ahí su primer arranque de carácter, en el sentido de que dijo. “yo quiero ser escritor”, y se dedica a escribir.


Él también confiesa que desde muy joven ya escribía, para sí mismo; se dice que la primera revista que hizo fue de un solo ejemplar, para él mismo, a los 13, 14 años, algo así. También escribía teatro, como un juego infantil para él. Ya tenía la calidad literaria como para completar una obra. Ya como estudiante empieza a ganar todos los concursos de la escuela y empieza a tener el prestigio de escritor bueno –y más que bueno–, pero no vivía de lo que escribía.

Lástima, amainó la lluvia y había que agarrar camino porque, además, tampoco había mucho espacio para seguir disfrutando esa deliciosa “sopa de letras”.


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