Plasmado sobre una pared de la calle General José María Arteaga, en la zona Centro de la ciudad, se encuentra el muro del beso; un espacio de reciente aparición, que en medio del ruido, el tránsito y el ir y venir de la rutina, invita a las personas a detenerse y en esa pausa, recordar, evocar a una persona que está lejos, que se ha ido, con quien se desearía estar.
Pide el muro se deje testimonio y con la impresión de los propios labios, firmar ese recuerdo; los espacios libres han empezado a llenarse.
Amable, solicita respeto, cuidado; eficiente en su organización, otorga un espacio en blanco para quien gusta y/o acostumbra marcar territorio o hacer una malobra, si bien ya hay muestra de la falta de voluntad hacia las indicaciones, es una excepción ante los mensajes que se interpretan sinceros.
La luz roja del semáforo, permite a los conductores y pasajeros que se percatan de este pequeño espacio, sonreír y prestar atención a esta iniciativa hecha para la gente.