El siguiente libro en mi cajón es Stories of Your Life and Others de Ted Chiang. Muchos amigos lo recomendaron efusivamente y aunque había leído un par de sus historias en internet, no me había animado. Pero ya me animé, como payasito operado por monedas, y los fines de semana y algunas noches, sigo con interés a uno de los representantes más chipocludos de la ficción especulativa (Nota: la ficción especulativa es el cajón grandote donde ponemos varios géneros: fantasía, ciencia ficción, horror). He descubierto en Ted Chiang un profundo amor al lenguaje (el concepto de lenguaje, en general) y su posibilidad como una puerta científica para modificar el tiempo, además de anticiparlo y aceptarlo. Creo que pueden leer uno de los cuentos de Ted Chiang en la antología de ciencia ficción que editó Almadía hace un par de años (25 minutos en el futuro, Almadía, antología de Pepe Rojo y BEF). Pero no me hagan mucho caso. Aunque lo tengo todavía no la he leído y no sé si alguien ha tenido el valor de editar a Ted Chiang en español. Tsundoku.
Mientras tanto, otro par de noches, en vez de mirar el futbol o buscar algún reinito cholulteca para los placeres inéditos, me encierro en mi oficina y juego Marvel Super Heroes Lego. Es uno de los comerciales más descarados que he jugado (qué juego de Lego no lo es), pero a veces aparecen cosas que satisfacen a mi ñoño interior, como las referencias a la Tierra Salvaje (Tarzan meets Marvel), por ejemplo y un par de chistes a veces filosóficos, como cuando La Mole le dice al Cap: “No tengo idea de lo que hablas” y pues no, porque están divididos por las compañías cinematográficas. Lo increíble, quizás, es que para jugarlo tuve que hacer cambios importantes en mi pequeña PC de juegos… es decir, tuve que escalarla. El sistema para escalar una computadora, una vez que te adentras en él, es muy similar a hacer pequeñas modificaciones en tu coche: empiezas con una estampita, terminas con un equipo de nitro y unos lentes oscuros y, si tienes suerte, en vez de hablar como el Sifón de la Buenos Aires, adoptas el acento del memo de Vin Diesel. Supongo que no siempre se puede vivir de ensalada y de juegos viejos.
Ya que estamos en este camino tan doloroso de recomendaciones, ficción especulativa y súper héroes, quizás debería recomendarles una serie que no va a continuar, sino que fue cancelada en la primera temporada, pero que, a pesar de su humor y sus momentos escandalosos, sugiere preguntas interesantes. La serie se llama Limitless (es una especie de secuela de aquella película que salió en el 2011), y trata de una pastillita que permite puras genialidades intelectuales, además de abrir un acceso total a los recuerdos, a quien la toma. Ficción o no, hay mucho ruido de fondo acerca de este tipo de drogas que aumentan y rompen los límites humanos, además que en otras comunidades ya surgieron preguntas interesantes, como si deberíamos usar la tecnología para esto y quiénes deberían usarla. Bueno, la gente que hace las preguntas es muy amable, obviamente quien tiene dinero o las llaves del changarro. Pero la serie, en una combinación de ciencia ficción y la pura chacota, suele enfrentar a gente común con gente poderosa y, al tomarse la pastilla, de repente se enfrentan en territorios más o menos balanceados. Otra broma: al parecer, una genialidad según la serie, es convertirse en el espectador y de repente adquirir la inteligencia del sentido común, en vez de comportarse como un personaje histérico.
Me gusta la situación de los humanos aumentados porque nosotros, de algún modo, ya lo somos. Si tenemos un teléfono o una tableta, tenemos en nuestros manos una extensión de la memoria y de los recuerdos. En nuestras oficinas siempre habrá una computadora para extender nuestras habilidades, compensar nuestra ignorancia, salvarnos del propio tedio. Un segundo cerebro, diminuto e incomparable (cruzo los dedos) al de un ser humano, para servirnos de calculadora o de reproductor de los videos de Yuya en YouTube. Como cualquier adulto, sí, a veces me sorprende la familiaridad que tienen los chamacos para comunicarse con una pantalla de cristal y aceptar fácilmente el mundo inexistente de ese otro lado. Probablemente por eso mucha gente aún prefiere sus libros de papel: parece menos impuro el sacrificio de los árboles que la explosión de luz. Quién sabe. Yo ya me asomé a hacer un par de preguntas y recomendaciones, seguramente alguien sabe mejor que yo cuáles puertas deberían abrirse y cuáles deberían mantenerse cerradas.