Una vez escuché que alguien dijo: “tal vez me tachan de conservador, y puede que lo sea, todo depende de lo que haya que conservar”. Yo por ejemplo pienso que una cosa que vale la pena conservar es el derecho a ser conservador. Creo que cada quien, en su fuero personalísimo puede elegir vivir su vida basada en los conceptos que desee siempre y cuando estos no dañen a los demás. ¿Qué significa ser dañada o dañado? Sentirnos “ofendidas u ofendidos” porque los demás no suscriben nuestro propio sistema de creencias no lo es. A mí no me daña la profunda creencia de las “buenas conciencias”, de quienes engrosan las filas de la derecha, aunque encuentre sus ideas extrañas y a veces francamente incomprensibles.
En semanas recientes diversas organizaciones de derecha se han mostrado públicamente para manifestarse a favor de la vida y la familia natural. Respecto a lo primero se refieren a la protección -al parecer sin miramientos- de la vida desde la concepción. Una forma de coherencia con la tradición aquiniana que sostiene que un alma es insuflada por voluntad divina en el encuentro del óvulo y el espermatozoide. Respecto a lo segundo, al parecer por familia “natural” se refieren -si bien no he escuchado una explicación prolija del concepto- a la conformada por hombre y mujer unidos en el matrimonio y con la finalidad última de procrear. Demás está decir que, aunque a algunas y algunos, especies como “alma” o “familia natural” nos parezcan esquivas o francamente inentendibles, la asunción de éstas forma parte de los inalienables derechos a elegir en qué creer y cómo vivir la propia vida que tienen quienes habitan en la derecha.
Y si bien no deberíamos discutir sobre los derechos de nadie, sí vale la pena discutir sobre la actitud que estos grupos de derecha han mostrado: no veo en ella una actitud de diálogo ni de construcción. No han apelado a la caridad ni al diálogo propositivo, porque, aunque nos interese conocerla, no han sido profusos en la fundamentación de sus ideas. ¿Importa? Sí, si es que les interesa tender puentes públicos sobre sus vidas privadas. Y uno pensaría que les interesa.
No han explicado -sin recurrir a un componente intangible que requiera de fe (y que nadie tiene obligación de suscribir), un componente que no es públicamente revisable ni corregible- por qué una vida recién concebida vale más que una que tiene planes, proyectos, riqueza pública, relaciones humanas complejas, no han explicado por qué esta segunda debería estar supeditada a la primera. No han explicado tampoco por qué el derecho de una adolescente a interrumpir su embarazo debe estar subordinado a que demuestre que fue abusada sexualmente, aunque esto signifique hacerla víctima dos veces. Tampoco han explicado qué significa el concepto de “familia natural”: no debe ser un concepto basado en lo biológico seguramente, pues apenas observamos la vida de los demás homínidos podemos intuir que la poligamia podría ser también una estrategia evolutivamente estable, no debe ser tampoco basado en la historia, porque familias exclusivas de padre, madre e hijos, no llevan tanto en la tierra como uno puede pensar: clanes, hordas, tribus, experimentaron modelos variados (aunque casi todos patriarcales) en su configuración. No debe ser basado en la cultura, porque basta una “investigación” de minutos en nuestra condición post-Google, para entender que aún hoy hay modelos diversos vigentes y algunos funcionales en el mundo. No debe ser ni siquiera bíblico: ¿Adán y Eva, con hijo fraticida y descendencia incestuosa lo son? ¿Lo son Noé y Cam, padre e hijo, cuando hay pistas para interpretar un pasaje del libro como una violación de hijo a padre? ¿Lo son Abraham y Sarai cuando éste consumó relaciones sexuales y tuvo un hijo con Agar mientras estaba casado? ¿Lo son Lot y sus hijas cuando éstas lo emborracharon para sostener relaciones y quedar embarazadas? ¿Lo son Raquel y Jacobo, cuando siendo primos estuvieron casados, aunque éste fue engañado primero para desposar a su hermana, y cuando al fin estuvieron juntos Raquel ofreció a su sirvienta para sostener relaciones con su marido? ¿Lo es siquiera la familia de Jesús, quien es hijo putativo de José y producto de concepción espiritual de su madre? ¿Será que ese “vayan y reprodúzcanse por el mundo” del Génesis es la razón, aunque quienes esparzan la palabra desde el magisterio -en una grandísima ironía- no lo hagan?
Y sin embargo en los derechos de las derechas se cuenta el de creer en lo que quieran sin explicar sus conceptos ni exigirles consistencia. Pasa, sin embargo, que la agenda reciente no sólo busca legitimar sus propias creencias (no es necesario, están salvaguardadas) y usted y yo, lector, con un mínimo de empatía y sin importar nuestras propias creencias o descreencias defendemos ese derecho. La agenda de derechas busca impedirles a las y los demás vivir bajos sus propios conceptos. Presionar al estado para que legisle públicamente con base en la vida privada de su grupo específico. Las derechas se equivocan en eso: el derecho absoluto a creer lo que quieran no da derecho a interferir en la vida de las demás personas, menos aún cuando ni siquiera se ofrece claridad en los conceptos que pretenden imponer.
El disenso no es una ofensa. El disenso no es un daño: la imposición sí lo es. Debemos aspirar a una vida pública en donde cada quien viva su vida como quiera, en donde cada cual suscriba las creencias que desee, en donde hombres y mujeres tengan derecho a vivir conforme crean es la mejor forma, en donde cada quien eduque a sus hijos en la tradición que elija. Pero si vivir la vida propia implica exigirle a las y los demás vivir la suya bajo ciertos cánones, y si se suscriben ideas que exigen que el otro también las suscriba, y si en búsqueda de una pureza se desea que el estado no eduque a los niños con información científica y se hace de un problema de salud un problema moral basado en el sonrojo, entonces estamos ante un acto de intolerancia y eso no se puede tolerar.
Si algún lector o lectora cree que mis nociones son equivocadas, ofrezco este espacio para mostrarlo y explicarnos, en un diálogo abierto, por qué no les basta con su derecho a vivir en su familia “natural” -lo que sea que eso les signifique-, sino además quieren que todas y todos los suscriban y pretenden presionar al estado para legislar conforme a sus intereses. Mientras no se haga ese esfuerzo de diálogo, seguirán con su derecho intacto a defender y proclamar sus creencias, pero no a presionar al estado para crear una agenda pública conforme a ellas, porque interferir en los derechos de las y los demás no es un derecho.
/alexvazquezzuniga
Eres un idiota, para empezar deja de escribir esa aberración de los y las, tú estas vivo gracias a que no te abortaron, aunque viéndolo bien no era una mala idea que te aborten si ibas a escupir tanta pendejada, como se nota que eres un traumado sin vida y sin amigos que no tiene ni la mas mínima idea, de lo que es vida, independientemente del dogma la vida es y no se discute, y hay que defenderla hasta con nuestra propia vida de ser necesario, de eso se trata la paternidad, nuestra vida queda en segundo plano cuando a nuestros hijos se refiere,