Obama, China y Vietnam / Taktika - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Colegio de Estudios Estratégicos y Geopolíticos de Aguascalientes, A.C.

 

Saigón, Vietnam del Sur. 30 de abril de 1975. El traqueteo de los rotores de los helicópteros estadounidenses parece el redoble de tambor cuando se posan sobre el techo de la Embajada de la Unión Americana. Presurosos, nerviosos, pero sin perder su porte marcial, los infantes de Marina arrían la bandera de las barras y las estrellas y suben a las aeronaves.

Horas después los tanques del Ejército de Vietnam del Norte, proporcionados por la Unión Soviética, entran a la ciudad, la cual está envuelta en una vorágine de incendios y saqueos. Asimismo, el estruendo de los pelotones de ajusticiamiento, quienes eliminan a los colaboradores y “desviados políticamente”, simula una marcha fúnebre para la aventura estadounidense en Vietnam.

Las escenas arribas descritas sirven como prefacio al presente artículo, el cual pretende explicar el trasfondo histórico de la visita del mandatario norteamericano, Barack Obama, a Vietnam y su significado estratégico para China.

Los vietnamitas, según su cosmogonía, son el engendro de un dragón y una hada madrina. Esto explicaría su espíritu belicoso y justificaría que la nación asiática sea conocida como el “pequeño Dragón”.

China ha sido crucial para el desarrollo de la identidad nacional y la cultura vietnamita: desde el 111 a.C. hasta el 939 d.C., China ocupó o recibió tributo por parte de Vietnam. Asimismo, durante los siglos XI, XV y XVIII, los vietnamitas libraron guerras victoriosas contra los ocupantes chinos.

Napoleón III, apodado el “Pequeño” por Víctor Hugo, comenzó en 1859, con la ocupación de Saigón, la conquista de Vietnam, la cual sería completada entre 1883 y 1885 cuando se apoderó de Annam y Tonkín, en la península de Indochina, hasta entonces estados vasallos de China.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Vietnam fue ocupado por el Japón. Al término de la contienda, los franceses regresaron para intentar recuperar su señorío en Indochina. Sin embargo, se encontraron con la resistencia del Viet Minh liderado por Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap. Los líderes vietnamitas adoptaron la táctica de guerrillas y hostilizaron y desgastaron a los franceses.


El golpe final para los galos ocurrió en la batalla de Dien-Bien-Phu en 1954. Tras las negociaciones de Ginebra, Vietnam fue dividido: el norte comunista recibió el apoyo de la Rusia soviética y de la China comunista; el sur, que no signó los acuerdos de Ginebra, fue respaldado por los Estados Unidos, quienes deseaban “mantener una base militar en Asia sudoriental y negar a China un acceso a los arrozales del Sur y a las rutas marítimas de Asia”1.

Entre 1964 y 1975, el autoproclamado líder del mundo libre desató su furia contra una de las naciones más pobres del planeta. Sin embargo, campesinos vestidos con piyamas negras, descalzos y armados con fusiles de asalto AK-47 derrotaron, con el sostén de la Unión Soviética y la China comunista, a la maquinaria bélica más avanzada del orbe.

El precio pagado por Vietnam fue exorbitante: tres millones de bajas; el 20 por ciento del territorio inhabitable por las bombas norteamericanas no explotadas o por el efecto del Agente Naranja, un defoliante que podía causar cáncer y posibles defectos en el nacimiento. Por su parte, la Unión Americana tuvo 58 mil muertos y 150 mil heridos graves.

Sin embargo, el triunfo vietnamita renovó la rivalidad con China: Beijing consideró que un “Vietnam unificado por los comunistas y victorioso en 1975, sería una mayor amenaza estratégica para China que para los Estados Unidos”2.

En el verano de 1978, el Politburó vietnamita declaró a China su principal enemigo; en noviembre de 1978, la Unión Soviética y Vietnam firmaron un Tratado de Amistad y Cooperación. Al mes siguiente, los vietnamitas invadieron Camboya y depusieron al líder de los Jemeres Rojos, el genocida Pol Pot, un aliado de China.

Las acciones vietnamitas colmaron la paciencia china: en febrero de 1979 China invadió Vietnam con el propósito de dar una lección a “la Cuba de Oriente”. A pesar de que la ofensiva china no fue aplastante, Beijing logró dos objetivos estratégicos: “expuso los límites del compromiso soviético con Hanói y…China era capaz de arriesgar una guerra con la Unión Soviética para probar que rehusaba ser intimidada por la presencia soviética en su flanco sur”3.

En pocas palabras: China le había tocado “las nalgas al tigre” (Hua Guofeng dixit) y había salido victoriosa.

Durante los años 90, China y Vietnam centraron sus energías en hacer de sus respectivos países lo siguiente: un híbrido que combinara el dinamismo empresarial del sistema capitalista con el férreo control político de los gobiernos marxistas-leninistas.

En el plano estratégico, Vietnam, sin embargo, se molestó por la pasividad estadounidense ante los avances chinos en las Islas Spratly y su pereza en establecer lazos económicos y diplomáticos con Birmania.

En la aurora del nuevo siglo, y ante el dinamismo chino, los Estados Unidos descubrieron que Vietnam “comparte un interés en prevenir que China dominara las rutas comerciales marítimas y utilizara la coerción en sus reclamos territoriales”4.

Lo anterior explica la visita de Barack Obama a Vietnam. El mandatario norteamericano, omiso ante las violaciones a los derechos humanos, levantó el embargo de armas. Este gesto cimentó la alianza anti-china pues Washington gana un aliado que fastidiará el despliegue de Beijing en el Mar del Sur de China.

El gesto populachero de Obama quien, en compañía del chef Anthony Bourdain, degustó los sabrosos fideos y la cerveza fría en un changarro de Hanói no oculta lo siguiente: China, los Estados Unidos y Vietnam vuelven a formar un triángulo geopolítico y geoestratégico que definirá parcialmente el rumbo de Asia en el siglo XXI.

Aide-Mémoire.- La nación “aislada”, Rusia, se reunió con los diez países miembros de la Asean.

 

  1. – West, Morris. El Embajador. Barcelona., Ediciones G.P., 1974,  p. 18
  2. Kissinger, Henry. On China. New York, The Penguin Press, 2011, p. 343

3.- Ibidem, 376

4.- Kaplan, Robert D. Asia´s Cauldron: The South China Sea and the End of a Stable Pacific. New York, Random House, p. 55


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