“No me cabe concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona que la necesidad de sentirse protegido por un padre”
Sigmund Freud
No llores. No te metas eso a la boca. Siéntate bien. Acábate la comida. Saluda a tus tíos. No seas ranchero. Haz tu tarea. No es momento de tener novio(a). Aún no puedes salir solo. No rezongues. Mejora tus calificaciones. No llegues tarde. Tomar es malo. No fumes. Córtate ese cabello. Los tatuajes no se ven bien. Los piercings son incorrectos. Ese trabajo te conviene. Trata bien a tu esposo(a). Visítanos más seguido. Tráeme a mis nietos. Te quiero.
Mucho de lo que somos ha sido forjado por imposiciones de lo que se cree que es lo correcto. Órdenes que deben firmarse con sangre y seudorrecomendaciones que parecieran imposiciones. A fin de cuentas desde que somos niños vamos creciendo con una mentalidad creada por terceros.
La formación comienza en el núcleo familiar pero dista poco de las normas que rigen a la sociedad en general. Que la ética, que la moral, que las costumbres. El cúmulo de estas características rige y transforman al ser humano.
El vivir aislado de la sociedad no puede ser mejor que aprender de ésta. Nutrirse día a día con las opiniones, recomendaciones, críticas constructivas e incluso críticas destructivas es lo que ayuda a crear el carácter del hombre.
La capacidad de afrontar los problemas y resolverlos suele ser un don inherente a la humanidad, sin embargo muchas veces comienza a alterarse y a degenerarse con la falta de decisión que se adopta tras soluciones mal elegidas que tornan el camino adverso.
Deberíamos aprender a cambiar nuestros puntos de vista tras el planteamiento de un argumento contundente y no a articular las palabras con las entrañas. Adquirir la enseñanza que la experiencia nos pone en las manos. No decir un sí o un no atraídos por los arranques momentáneos, arranques que sin pensarlo pueden cerrarnos puertas o incluso trasgredir los sentimientos de terceros.
Por lo anterior no quiero decir que debemos ser débiles de convicciones, sino, sólo pienso que es más sano aprender a convivir de tal manera que nuestros actos aporten y no resten.
Un abrazo. Una palmada. Un beso. Un te quiero. Una sonrisa. Una palabra de aliento. Un reconocimiento. Un logro compartido. Éstos y muchos más son momentos invaluables si se comparten con la familia. El calor de la unión familiar nunca, y me atrevo a decirlo, NUNCA será mejor, incluso, que el extasiado sabor de una victoria que se vive individualmente.
A pesar de que mujeres y hombres tenemos una vida autónoma e independiente desde el momento en que la vida comienza y termina en cada persona, pienso que el volver al lecho familiar ayudará a apropiarnos de la fuerza de superarnos con la finalidad de crecer juntos.
Siempre te apoyaré. Sé que puedes ser mejor. Échale ganas. Cuentas conmigo. Aquí estoy para ti. Nunca dudes en contarme tus problemas. Festejemos tus alegrías. Compartamos estos momentos. Te escucho. Te acompaño. Tengamos confianza.
Hay frases que no tienen comparación y que son mejores si vienen de tu progenitor. Somos la suma de nuestras experiencias y las enseñanzas. Y hay algunas que sólo se pueden aprender de la unión entre un padre y un hijo.
Hoy me toca festejar con mi viejo un aniversario más de su valiosísima existencia. Un padre no tiene comparación.
Felicidades papá.