Es obligado emitir mi opinión analítica sobre las inferencias y alternativas que permanecen, después de conocer los resultados del informe IMCO con su Índice de Competitividad Urbana 2012, que comenté la pasada entrega. Sobre todo por su contundente mensaje editorial: “El Municipio una Institución diseñada para el fracaso”, y la ventana que abre, como alternativa de solución, Propuestas para la gestión profesional de las ciudades.
Recordemos, brevemente, que la palabra “municipio” tiene origen en el imperio romano y se usaba para designar el poblado amurallado donde se asientan los poderes políticos de una ciudad (del latín: proveniente de la derivación verbal: munire- fortificar, amurallar y/o del sustantivo munus-eris/cargo o función pública, sumado al participio pasivo del verbo capio-is-ere/ tomar o asumir). El término civitas-tatis es la ciudad en tanto espacio físico que aloja al cives/ciudadano, como habitante con derechos de pertenencia al imperio y a la protección del poder político del estado. Y, finalmente, la palabra latina urbs-urbis que remite al concepto de edificación de construcciones para el servicio público y espacios para la vivienda e industria de la población.
A lo largo de su historia, los conceptos de “municipio” y “ciudad” han sido intercambiables, pero dado que el municipio en los estados modernos comprende zonas rurales conexas a la ciudad, se fue oponiendo al término “urbano”, que es estrictamente aplicable al espacio edificado, tanto para instalación de los poderes civiles como de habitación ciudadana, y perfectamente distinguido de “lo rural” o el campo. Estas distinciones semánticas están a la base de nuestra concepción contemporánea de ciudad.
Remitiéndonos a nuestro análisis, el informe del IMCO privilegia el concepto de “urbe” como el espacio propio del asentamiento de los poderes públicos y poblacional, que debe garantizar el disfrute de los derechos ciudadanos (desarrollo personal integral, libertad, conocimiento, autoexpresión, seguridad, paz y convivencia social, etc.), por un lado; y por otro lado, el proveer los servicios públicos indispensables para la producción económica, el abasto alimentario, el agua, la sanidad, la industria, el comercio, el transporte, el acceso educativo, cultural, recreacional y de salud, entre los más críticos. Esta gama multifuncional de la urbe es la que actualmente está en juego y ha llegado a niveles críticos.
Hay que destacar que el corte temporal para el estudio es el año 2010, por lo que sus indicadores, subíndices e índice principal captan los datos relativos a esa fecha límite, por lo que el posible movimiento cuantitativo y cualitativo de dichos indicadores no registra los hechos y datos sociales de 2011 en adelante. Esta precisión es importante, porque el asunto de interés para quienes somos nativos o habitamos en Aguascalientes reside en ¿qué tanto ha cambiado la ciudad en el bienio 2011-2012?, habida cuenta de la nueva administración municipal de la licenciada Lorena Martínez Rodríguez.
Este punto permanecerá como incógnita, al menos en tanto no se produzca un estudio similar al del IMCO, que nos informe acerca de cómo las acciones del actual Gobierno municipal han logrado cambiar los valores históricos que los indicadores seleccionados venían arrojando. Pues una hipótesis de base puede consistir en postular que al haberse planteado objetivos y metas de cambio precisas, para la mayoría de los rubros de interés estratégico del estudio en cuestión, habría de esperarse un cambio significativo, que indique sin ambigüedad, la corrección de aquellas variables negativas o de tendencia precaria en el desarrollo integral del ámbito municipal, y el fortalecimiento de trayectorias positivas que los nuevos planes, proyectos y programas operativos están instaurando.
Es un hecho que la presente administración municipal, al haber partido de un diagnóstico integral sobre las condiciones más críticas detectadas en Aguascalientes, precisamente en tanto que urbe, caza perfectamente con el criterio metodológico del IMCO, y tiene amplias y serias posibilidades de estar induciendo modificaciones importantes en los indicadores más sensibles e impulse la evaluación y ranking de nuestro municipio capital.
Basta señalar el tema de la creación de la Línea Verde, al oriente de la ciudad, para observar una intervención gubernamental decisiva en el cambio radical de distribución y aprovechamiento de espacios urbanos, que hasta ayer eran inhóspitos e inútiles para la vinculación ciudadana y que ahora comienzan a ser espacios públicos ordenados, con equipamiento adecuado y propicios para el aprovechamiento de sus habitantes, fundamentalmente como regeneración del medio ambiente circunstante al ofrecer áreas verdes, pero también para el ejercicio físico, la recreación, el deporte y la sana convivencia familiar y comunitaria. El desordenado crecimiento urbano anterior es causa directa y eficiente de una ciudad en riesgo, agresiva y semillero de múltiples violencias; el nuevo desarrollo urbano que asume criterios de recuperación y rehabilitación de áreas para usufructo de la ciudadanía, apunta y promete hacia una fundada esperanza de reconstituir su traza y organización urbana y, por ende, a transformar la ciudad en una amigable y reforzadora de la integración poblacional para la competitividad, la igualdad, la paz cívica, el buen orden y la sana convivencia de los cives, ahora sí investidos con derechos y responsabilidades hacia los poderes políticos cabe los cuales pone su suerte y su patrimonio.
El lugar número 30 entre 77 ciudades de México, en que nos ubica la cuadrícula del IMCO, es claramente indicativo de que no estamos tan mal, después de todo, ya que compartimos niveles de desarrollo en la escala de media-alta o media-baja con el resto del país. Pero, es inaceptable este punto de consolación, porque los requerimientos e imperativos inexcusables de desarrollo están allí, patentes, y no podemos sino aspirar a alcanzarlos. Sería grave y antiético que nuestra generación no se haga cargo de su responsabilidad histórica, hipotecando en consecuencia el porvenir de las siguientes generaciones, hacia el futuro.
No cabe duda de que hemos tenido muchos alcaldes y una terna de alcaldesas bien intencionados y elegidos como personas honorables que han deseado generar un bien para la ciudad; pero, las tendencias analíticas del presente, en la Era del Conocimiento y de la Información, son algo más que buenas intenciones para aliviar conciencias; exigen la revisión de errores, fallas ostensibles de cálculo y, sobre todo, exorcizan los demonios del interés ególatra, narcisista, o de complejo de Edipo, que los partidos políticos vigentes se han esmerado en procrear, como relevos al fracaso. Profesionalizar la gestión es el reto y la vía alternativa.