¿Llegamos a Peak Marvel? Ese era el tufo que nos dejó Age of Ultron hace un año debido a una saturación de películas de superhéroes desde Iron Man en 2008. Ya fuera la escuela súper seria de Nolan con Batman o lo ridículo de X-Men con Bryan Singer, Ultron fue la culminación de un mal catalogado género en una trama con preocupaciones sinceras, pero retacada de semillas para historias futuras. El público en general no tiene por qué comprender que hay tres grandes estudios hollywoodenses compitiendo por el pastel de audiencias cada verano; Marvel con sus Vengadores y Guardianes de la Galaxia; Fox con X-Men/Fantastic Four; y Warner con DC Cómics (Batman, Superman). El que se lancen al menos seis películas al año con base en gente disfrazada y superpoderosa puede sentirse un tanto asfixiante si las tonalidades y argumentos caen en lo mismo.
2016 fue el año de los enfrentamientos entre los héroes, aunque en realidad no es algo nuevo para Marvel. Desde el final de Iron Man, vimos esbozos de Civil War (la saga del cómic) con la declaración de Yo soy Iron Man, echando a la basura más de 60 años del peor lastre de las historietas como medio de expresión artística: las identidades secretas. ¿Por qué cíclicamente la industria del cómic se ha ido destruyendo económicamente y con la crítica ? Por historias con base en “oh, mi esposa/padres/jefes se darán cuenta que soy un disfrazado”, resultando en tramas no más complicadas que aquel capítulo de Los Picapiedra en el que Pedro y Pablo van al boliche mientras tienen una cena romántica con sus esposas. Total, las identidades son lo más ñoño de los cómics. Hasta Zack Snyder, el Federico Wilkins del cine de acción, se dio cuenta y destruyó todo el drama a causa de la identidad secreta de Superman al final de Man of Steel.
Precisamente, Civil War [el cómic] tenía su base en el Acta de Registro de Superhumanos, dónde cada enmascarado debía revelarse ante el gobierno. En el mundo de Marvel (el estudio propiedad de Disney) para el cine, es algo sin importancia y se retoma un problema que viene desde Alan Moore y su Quis custodiet ipsos custodes?. En sí todas las historias modernas de superhéroes, luego de Watchmen, Kingdom Come y Marvels, tienen su origen ahí. La rendición de cuentas, el no ser una especie de dioses que destruyen todo a su paso mientras pelean con “los malos”. Puedo equivocarme, pero la semilla en el cómic Marvelita sucede en Marvels de Kurt Busiek y Alex Ross, donde vemos décadas de historias ya vistas en el canon pero desde el punto de vista de un fotógrafo, un ser humano común, que fue testigo de cada gran pelea, desde El Duende Verde aterrorizando la ciudad hasta Galactus llega a la Tierra. Hay un subtexto de miedo y descontento ante la indiferencia de Iron Man, Spider-Man y el Capitán América. Otra obra seminal sería ¿Y si Punisher asesinara al Universo Marvel?, donde el vigilante somete a cada uno de los héroes debido a que un enfrentamiento entre mutantes y Vengadores tiene como daño colateral la vida de su familia.
Luego de Avengers en 2012, al parecer todo el cine de género ha tomado ese mantra con desviaciones agradecidas al estilo de Winter Soldier (agarrándose de la moda de los “soplones” como Snowden -héroe de la vida real-) y Ant-Man (pequeña historia en un gran universo). Con maestría, los shows de Marvel para televisión muestra cómo lidian los ciudadanos ante la destrucción de Nueva York, Londres, Nuevo México, California y Alemania e incluso locaciones ficticias como Sokovia. Puro estrés post traumático. Los héroes pagan las consecuencias de su arrogancia en Civil War, con un equipo fracturado por su arrogancia, y comienza una nueva narrativa para los de Marvel. ¿A dónde iremos ahora?
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