Livin’ la vida Lorca / Memoria de espejos rotos - LJA Aguascalientes
24/11/2024

 

So, always look on the bright side of death…

Just before you draw your terminal breath:

Life’s a piece of shit, when you look at it;

life’s a laugh and death’s a joke, it’s true.

You’ll see it’s all a show, keep ’em laughin as you go.

Just remember that the last laugh is on you

And… Always look on the bright side of life…

Always look on the bright side of life, Monty Python.


 

Federico García Lorca dejó inconclusa su Comedia sin título, escrita hacia 1935, ya que los fusiles del franquismo nos lo arrebataron muy pronto. En este texto teatral sin terminar Lorca explora y experimenta sobre cómo la dramaturgia y la puesta en escena teatral podrían contribuir al cambio social a partir de planteamientos estéticos en los que ensaya con la metaficción: desarrollar una obra de teatro dentro de una obra de teatro; algo sumamente vanguardista para su época.

Me permito traer a esta columna un fragmento del primer parlamento (casi monólogo) de La comedia sin título, dicho por el personaje del AUTOR, quien se dirige al público real de la obra:

–Señoras y señores: No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso. No… Venís al teatro con el afán único de divertiros y tenéis autores a los que pagáis, y es muy justo, pero hoy el poeta os hace una encerrona porque quiere y aspira a conmover vuestros corazones enseñando las cosas que no queréis ver, gritando las simplísimas verdades que no queréis oír… Ver la realidad es difícil. Y enseñarla, mucho más. Es predicar en el desierto. Pero no importa. Sobre todo a vosotros, gentes de la ciudad, que vivís en la más pobre y triste de las fantasías. Todo lo que hacéis es buscar caminos para no enterarse de nada… ¿Por qué hemos de ir siempre al teatro para ver lo que pasa y no lo que nos pasa? El espectador está tranquilo porque sabe que la comedia no se va a fijar en él, ¡Pero qué hermoso sería que de pronto lo llamaran de las tablas y le hicieran hablar, y el sol de la escena quemara su pálido rostro de emboscado! La realidad empieza porque el autor no quiere que os sintáis en el teatro, sino en la mitad de la calle; y no quiere, por tanto, hacer poesía, ritmo, literatura; quiere dar una pequeña lección a vuestros corazones.

 

Me disculpo por una cita tan larga, pero quise traerla a colación para ilustrar un punto que me parece vertebral: el arte como agente de cambio social. Traigo esto a cuento porque en la emisión anterior del programa radial de La Jornada Aguascalientes, Algo que decir, que se transmite todos los viernes a las 20:30 por Radio UAA 94.5 (y en podcast unos días después), Álex Zúñiga, Edilberto Aldán y yo comentábamos sobre la abyecta censura homofóbica que unas “Damas de la Congregación del Buen Decir y el Mejor Hacer” y unos “Caballeros de la Cofradía del Santo Reproche” impulsaron contra una campaña de prevención del VIH porque en ella aparecían dos hombres besándose y -entonces- estas señoras y señores qué le iban a decir a las criaturas, no se fueran a hacer gays, y tal. En esa morcilla estábamos, cuando Álex lanzó un tirabuzón que no supe contestar a botepronto. Con su habilidad argumentativa me tendió la trampa y mordí el anzuelo: hablábamos de lo inaceptable de la censura y sacó a tema la crítica hacia un video de música grupera de un tal Gerardo Ortiz en el que se incita al feminicidio, y la posterior avalancha de la dictadura del buenpedismo exigiendo la censura de dicho material. Álex preguntó por qué eso era censurable y otras expresiones narrativas de ficción, igual o más violentas (por ejemplo Shakespeare y la fascinación por el tánatos en su dramaturgia), no lo eran. Mi primer impulso fue intentar responder algo horrible: que el público que consumía esos productos audiovisuales como el video en comento, independientemente del corte socioeconómico (que el dinero no da ni el garbo ni el decoro), era -por su evidente carencia de criterio estético- fácilmente maleable, lo que abría el riesgo de la imitación y legitimación de conductas misóginas en un país en el que de por sí ser mujer ya es un factor de riesgo. My mistake, my fault. Ahora, en la reflexión, respondo que no va por ahí.

Respondo a la pregunta con tirabuzón: ¿Por qué obras cargadas de violencia, como las shakespearianas, no pueden ser igual de censurables que el video de este cantante de narcocorridos llamado Gerardo Ortiz? En principio, ambos productos no pueden ir en el mismo costal, básicamente por un par de cosas técnicas que definen a la dramaturgia como arte: la catarsis y la anagnórisis, que pueden explicarse como la revelación que tienen los personajes y los espectadores luego de la conclusión del drama, y la transformación que sufren éstos luego de haber llegado a dicha revelación. El arte, por antonomasia, debe tender a la estética, a lo bello, y aunque en la obra artística se muestre el tánatos o lo atroz de la miseria humana (Otelo es una historia sobre los celos, por ejemplo, en la que el protagonista se suicida por la culpa de matar a su amada Desdémona; o en Romeo y Julieta se narra el suicidio imprudencial de dos jóvenes que resulta en la reconciliación de sus familias), al final -en el arte dramático- el impacto sobre el espectador habría de tender a la ética socrática, a las virtudes platónicas, o al justo medio aristotélico, a fin de que (sin llegar necesariamente a la simple moraleja de las fábulas) dicho arte sea -más allá de la experiencia meramente contemplativa- un catalizador, un referente, un provocador, en la colectividad en la que está inmerso. En este sentido, el video de marras expone sólo la venganza disfrazada de justicia y hace ver como deseable el tratar a la mujer como objeto, sin meternos en el género musical ni en la expresión folclórica que representa. Como podemos ver, no hemos evolucionado mucho en dos mil 500 años, por lo que si nos extinguimos como especie el futuro no se habrá perdido de mucho.

Ahora bien, hecha la distinción y puesto el argumento que Álex Zúñiga planteaba sobre el particular, en elemental congruencia no habría por qué promover la censura en ningún sentido, así sea al video profeminicidio que comentábamos, pero sí el debate, el disenso, y la exposición de ideas. Sin embargo, sí hay que estar atentos a cuándo la apología del delito se quiere hacer pasar por arte, ya que no es deseable ni permisible legislar sobre el buen gusto, pero sí esforzarnos como creadores y consumidores de arte en que los productos estéticos lleguen a ser, además de bellos, agentes de cambio y reflexión en su sociedad. Esto, en palabras de Lorca, pudiera parecerse a “predicar en el desierto. Pero no importa”.

 

[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9


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