En estos días el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, anunció que a partir del presente año cualquiera que tenga una licenciatura distinta a la docencia podrá concursar por una plaza: “quien tenga un título se puede presentar al examen para ser maestro, y si obtiene el puntaje adecuado, puede serlo”, explicó de manera textual.
Este mensaje seguramente no cayó nada bien a quienes hoy están cursando sus estudios para convertirse en mentores de la educación, y es que de por sí el panorama laboral no es muy alentador, ahora hay que sumarle la competencia que tendrán ahora con quienes obtengan su título como egresados de alguna de las universidades del país.
Tan solo en el estado existe un superávit de más de tres mil maestros, tal y como lo diera a conocer el propio titular del IEA, Francisco Chávez Rangel, quien además destacaba que era una total irresponsabilidad seguir alentando la formación de docentes, a los que no se podrá ocupar en los planteles educativos.
Los maestros que egresan no tienen la oportunidad de incorporarse al mercado de trabajo, por lo que recalcó en su momento el funcionario estatal: “es urgente un ajuste a la matrícula, tal y como se está haciendo en las distintas instituciones de educación superior, donde se está reorientando la fuerza educativa hacia aquellas áreas donde existe una oportunidad en el campo laboral”.
Hay que recordar que las Escuelas Normales originalmente planteadas como Escuelas Rurales tuvieron como premisa “la socialización de la educación en el ámbito rural mexicano como un medio para la concientización y participación social para la defensa de la educación pública como un derecho popular y sobre todo como un derecho de los más pobres”.
Estas instituciones serían pues, las encargadas de atender las necesidades educativas de las comunidades más marginales del país en donde se priorizó la formación de maestros campesinos que a su vez pudieran educar a los hijos de los campesinos.
El principal requisito para ingresar a estudiar en una normal rural era (y en algunos estados de una forma más marcada todavía lo es) no contar con los recursos suficientes como para aspirar a una educación en las universidades oficiales o estatales, en pocas palabras “ser pobre”.
Sin embargo, estas instituciones tendrían una doble intención: formar maestros rurales pero además con vocación de apoyo; es decir, un maestro rural era entre otras cosas, agricultor, médico y amigo del pueblo. La cuestión es ¿qué tan lejos estamos en la actualidad de estas premisas por las que hace 128 años nacieron las Escuelas Normales?
Tomando en cuenta estos datos que nos narra la historia y de acuerdo con el Informe 2015 Los Docentes en México, que en su momento fue entregado al Senado, el 60% de los egresados de las escuelas normales del país carece del perfil idóneo para ser maestro.
Hoy en día las normales no son las únicas instituciones formadoras de docentes. Tenemos el caso de la Universidad Pedagógica Nacional que tiene 76 unidades y 208 subsedes académicas. El 73.1% de los que ingresaron a alguna de sus sedes resultó no idóneo para la docencia.
Así las cosas, lo que es un hecho es que la educación es uno de los pilares en el desarrollo de las naciones y lamentablemente en México, de acuerdo a evaluaciones de organismos internacionales, estamos en los últimos lugares respecto de la calidad que se ofrece a las nuevas generaciones.
Como ya analizamos hay varios puntos que atender, desde los perfiles de los aspirantes a la docencia, hasta los recursos que se destinan a este apartado tan sensible. Sin duda, la Reforma Educativa debe irse complementando con el escenario actual pero también con experiencias de otras naciones para fortalecerla. El derecho de los niños y adolescentes a una educación de calidad es un aspecto fundamental que no puede ya dejarse de lado.