La era desigual / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Desde nuestra niñez nos han enseñado a conocer nuestro mundo por las eras de evolución por las que ha debido pasar. En este sentido la Paleontología, la Antropología, la Etnología, la Historia y un gran elenco de ciencias afines han convenido en describir el desarrollo físico de nuestra Gea o madre Tierra, como de uno de fases evolutivas o eras. Por ejemplo, la Era Mesozoica fue el tiempo de aparición y vida de los dinosaurios, que inició hace 251 +/- 0.4 millones de años y finalizó hace 65 +/- 0.3 millones de años, una duración de 186 millones de años, aproximadamente. En cambio la Era Cuaternaria o periodo Neozoico, se remonta a 2.588 millones de años hasta el presente, y marca la aparición del Homo sapiens, dentro de la familia de los mamíferos vertebrados, nuestro más remoto antecesor. El Homo erectus vivió entre 1.8 millones y 300,000 años antes del presente, probablemente conocía ya el uso del fuego y fue el primer humano que salió de África, habitó Europa, China y alcanzó Indonesia. Es el nuevo Adán de cuya cadena genética provenimos usted y yo. Un moreno profundo, de pelo crespo, frente corta y huidiza, nariz ancha y pómulos prominentes, nos guste o no, sobre todo para aquellos que dividen la raza humana en güeros y morenos, como criterio de discriminación.

Las otras eras supervinientes obedecen más a la difusión geográfica, los principios de lengua, cultura, economía, política o reparto del poder, desarrollo tecnológico y científico. Así, nuestra historia se fue escribiendo, en primer término por la Era Agrícola o de la producción sedentaria y doméstica del campo que abarcó un largo trecho dominado por los modos ancestrales y tradicionales de producción agrícola y pecuaria. Su transición definitiva se da con la emergencia de la Revolución Industrial que preside principalmente Inglaterra y Europa Continental, durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX. En ella aparece la economía de mercado y de producción en gran escala. La fábrica es el símbolo de la nueva era que instaló la servidumbre el trabajo asalariado, el dominio de la máquina por encima del trabajo humano vivo, el nuevo ciclo de la forma dineraria en cuanto tal y con ello el Capital. La riqueza de las naciones se mide ya no tanto por sus materias primas, su variedad de productos agropecuarios y marinos, minerales del subsuelo, energéticos fósiles, mantos acuíferos, metales preciosos, etc., sino por su capacidad de acumular el Capital de manera más pronta y en grandes volúmenes. Estableciendo reglas de apropiación de capitales -supuestamente muy civilizadas- de los países periféricos o en vías de desarrollo, por los países centrales dominantes. En esto residió la potencia de los reinos e imperios que se dividieron política y económicamente el mundo.

Esta división de poder o hegemonía política eclosionó en los mega movimientos armados del siglo XX, el llamado periodo entre guerras, las dos apellidadas Mundiales, que produjo una gran revolución tecnológica en el transporte de cielo, mar y tierra y detonó una industria armamentista y estratégica de gran envergadura entre los países contendientes. El armisticio final sólo fue posible con la aparición del poder destructivo del átomo, el poder de vuelo supersónico y una incipiente tecnología cibernética, y por ello se convino en llamar la Era Atómica. Que trajo un nuevo reparto continental del planeta, e instaló un sistema bipolar de dominación: Oriente y Occidente. La escala de medición mundial es por meridianos: este y oeste.

Apenas 30 años después, irrumpe el desarrollo de la ingeniería computarizada con base en la tecnología digital que centra su eje de desarrollo en la transmisión, acumulación y producción de información, por ello también llamada informática, y da origen a la Era de la Información. Nace en el valle del silicón, California, EUA. La década de los años ochenta, del siglo XX, prueba ser un claro criterio de distinción entre el mundo que fue y el nuevo mundo de la tercera ola o del cambio mundial, señalado por los esposos Alvin y Heidi Toffler, como las megatendencias de “the shift of power”/ el cambio del eje del poder -redefinición política internacional- en el mundo contemporáneo.

Esta revolución tecno-política tiene su paralelo en el derrumbe del esquema bipolar, con la caída del imperio soviético y el nacimiento de la conocida Era de la Globalización Económica. Un mundo con rostro unipolar, cuyo centro de influencia ubica al capitalismo monopólico, radicado en los países centrales o altamente desarrollados, apenas ocho en el planeta, cuyo poderío radica en su capacidad de manejo discrecional de políticas económicas aplicadas al servicio de la acumulación dineraria jamás vista antes en la historia de las naciones. La férrea imposición de este modelo económico, nace con el pacto Trilateral, Inglaterra, Estados Unidos y Japón, que se extiende al llamado club de los ocho que incluye a Francia, Alemania, Italia, Rusia y Canadá. México ingresa a esta era con su apertura comercial y al TLCAN o tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Cuya vigencia inicia el 1 de enero de 1994, término del sexenio de Carlos Salinas de Gortari e inicio de la Administración de Ernesto Zedillo Ponce de León. Las políticas públicas de corte neoliberal se entronizan en el mundo, haciendo de éste uno efectivamente globalizado. Los problemas congénitos que trae este modelo de desarrollo, entre los más significativos, está el de la contaminación ambiental, su llamado “efecto invernadero” que destruye la capa de ozono, provoca el sobrecalentamiento de la Tierra y trae consigo cambios climáticos de gran impacto en los cinco continentes y océanos que los circundan.

Los cambios socioeconómicos, políticos y ambientales a que induce la aplicación irrestricta de este sistema neoliberal de manejo de la economía mercantil-capitalista, o de mercado, han demostrado a lo largo del último cuarto de siglo que su sino unipolar arrastra al resto de países del mundo a una economía subalterna al Capital central, que se instaló como polo único dirigente de la economía global y, por ende, como nuevo eje dominante de todas las naciones. El dominio omnímodo del dólar se suma al poder económico de la Unión Europea con su euro, que están conduciendo al mundo a un esquema hegemónico centrado en la lógica monetaria de la acumulación del Capital que ha demostrado la creciente y rampante concentración monopólica del Capital mundial, en muy pocas manos.

La organización internacional OXFAM, que también tiene sede en México, acaba de divulgar su más reciente informe que, sin rodeos, afirma el hecho de que 62 personas en el mundo poseen la misma riqueza que las 3.5 mil millones de personas más pobres del planeta. Lo que frasea de la siguiente manera: “La desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad. La brecha entre ricos y pobres está alcanzando nuevas cotas. Recientemente, Credit Suisse ha revelado que el 1% más rico de la población mundial acumula más riqueza que el 99% restante”. (Ver: Una economía al servicio del 1%. Fecha de publicación: 17/01/2016. Página: http://goo.gl/7p0B6g ).

Este esquema hiperconcentrador de la riqueza de las naciones y de las personas, lleva el monopolio capitalista al más exacerbado grado de división entre pobres y ricos de la Tierra y funda hoy, lo que ya podemos llamar, la Era desigual, con sus imponderables consecuencias e impacto global, en las naciones, en los pueblos y en las personas. En nuestra región de América Latina y México en particular, se está traduciendo en el fenómeno conocido de los Ni-Ni’s, jóvenes que ni trabajan ni estudian, al menos 20 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad, de los que 7 millones son mexicanos, grupo de población que está literalmente transmitiendo la disparidad intergeneracional, tanto de género, de ingresos y obviamente de la distribución del ingreso entre las personas, convirtiendo a las sociedades en unas cada vez más desiguales; fenómeno que acrecienta la emergencia de mayor violencia, delincuencia, adicciones y desintegración social. Efectivamente estamos de acuerdo con el llamado de OXFAM, “se acaba el tiempo, cambia las reglas”.

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