A estas alturas del año, querido lector, no nos queda de otra, o los amamos o los odiamos, pero no pueden pasar desapercibidos. No me refiero a nuestros políticos y gobernantes, sino al fenómeno mediático que resurge después de once años de ausencia. Como nos diría mi amado maestro de cine de aquellos tiempos, cuando el gerente de la OSA y un servidor éramos sus discípulo, es una historia de príncipes y princesas, de la lucha eterna entre el bien y el mal, de caballeros y dragones, y yo agregaría, de políticos ambiciosos que asistidos por la fuerza oscura pretenden desaparecer a cualquier precio la bella y hermosa república, claro, la galáctica, para convertirla en un imperio.
En México, conocida simplemente como “La guerra de las galaxias, sin duda el producto cinematográfico más redituable de la historia del cine mundial, llega en el momento preciso para servir como válvula de escape a los pobladores de la tierra resguardada por la amada madre Tonantzin.
Sacudidos por un año lleno de sinsabores, el Episodio VII nos alejará de la realidad para llevarnos no precisamente a una galaxia muy, muy lejana, sino a una retrospección personal de los que alguna vez jugamos con las diminutas figuras articuladas (a medias) marca Lili Ledy. El recuerdo de la infancia como la nostalgia que difícilmente sale de manera cotidiana, el recuerdo de la casa, las mascotas, los hermanos y los primos de la edad que se daban cita los fines de semana para compartir (presumir) todos los juguetes de Star Wars que cada quien tenía en su haber, los papás y tíos jóvenes llenos de energía, emocionados también por la película de ciencia ficción del momento: “nada desde 2001 Odisea del espacio hasta ahora con Lucas”, decían los más conocedores del cine. Esos recuerdos que sirven de bálsamo para una gran parte de la población que ahora tiene la responsabilidad de sacar adelante a los hijos y que la guerra es cotidiana pero sin héroes como Luke o Han.
Definitivamente la lectura de este fenómeno tiene varias interpretaciones, la que le planteo hoy reflexiónela; tal vez hoy muy de mañana llegó a la sala cinematográfica acompañada de su hija o hijo, y usted fue otra vez la princesa Leia, seguramente más emocionada que sus propios retoños porque hoy por fin volvió a ver en la pantalla a Han Solo, invadidos por la euforia, sus hijos sintieron que la fuerza era intensa también en ellos y recordó cuando por primera vez y sin saber qué iba a ver, entró al cine de la mano de mamá, quien por iniciativa propia decidió llevarla a ver una cinta de ciencia ficción, la producción más ambiciosa y criticada de su momento. Con la nostalgia de los años 70 hoy se dará a la tarea de buscar en su cápsula del tiempo aquellos juguetes de la película y seguramente encontrará también las fotos que dejan evidencia de su enorme parecido con la protagonista de la saga.
Tal vez hoy muy temprano llegó a la sala cinematográfica y de nueva cuenta fue el joven Skywalker acompañado de un nuevo miembro de la familia elegida para estabilizar la galaxia, orgulloso porque ahora su “pequeño” lo adentra al mundo fantástico de la película y conoce más que usted, digamos que el ciclo se cerró, el aprendiz superó al maestro o por lo menos al que sabía más de la historia de los jedis; pero el sentimiento se combina; la nostalgia de recordar la mano de papá que tomaba la suya mientras que con la otra usted empuñaba una lámpara con una extensión de plástico que simulaba una “espada láser”, los dos caminando hacia la sala donde serían testigos de una batalla épica intergaláctica, e igual que la princesa de esta relatoría, usted llegará a buscar todos los juguetes que le heredó a su hijo y que de nueva cuenta están en su poder, no arrumbados pero sí guardados con el cariño del recuerdo de su propia infancia y después otro recuerdo más, sus hijos pequeños siendo iniciados a la fuerza, con aquellos juguetes que le dieron batalla cuando usted estaba listo para vencer a Vader.
Así la historia creada por George Lucas se convierte en un estilo de vida, sobrepasa el fenómeno de las primeras horas de este día y de la cobertura mediática que devora todos los medios del mundo.
Tal vez en este momento necesitemos un distractor del tamaño del Halcón Milenario que nos aleje de la realidad aunque sea por un par de meses más, la euforia es grande, lo pude corroborar el domingo en el teatro, dos llenos con la sinfónica interpretando a John Williams no se dan todos los días, tal vez debamos aprovechar esta inercia para ser más conscientes de que juntos, compartiendo un mismo fin, podemos acabar con el imperio, nuestro imperio, ¿cuál? No me diga que vivimos en una república.
Para los nuevos seguidores, pronto le encontrarán el ingrediente adicional que hace de esta saga algo fuera de lo normal, la nostalgia, la fuerza, la esperanza, el amor por compartir con todo el mundo (literal) el gusto por Star Wars y la forma de vivir la historia dentro de la realidad de cada lector. Los conflictos que prevalecen en nuestra sociedad, las marchas de los supuestos normalistas y profesores que impiden aplicar la evaluación docente en varias entidades de la República (la nuestra, no la galáctica), son síntomas de la eminente descomposición de nuestro sistema, sólo por hoy démosle oportunidad a los jedis para que nos ayuden con estos menesteres, tienen experiencia, acabaron con el imperio e implementaron su república de nueva cuenta, aunque al parecer el mal siempre rondará en las historias de caballeros y princesas.
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