La acción diplomática de los Estados está condicionada por dos factores clave: un sistema internacional y ciertas fuerzas que son causa y efecto del mismo.
El sistema internacional de naciones ha funcionado en los tiempos modernos en una forma que pudiera ser caracterizada como anárquica. De hecho, es posible apoyar la tesis de que cada vez que un número de Estados soberanos con poderío más o menos similar se inserta en un sistema el resultado ha sido la competencia militar y la guerra.
La esencia del comportamiento de un Estado es afirmar, de una manera u otra, su poder sobre el pueblo. Pero los gobiernos se inclinan a utilizar la fuerza, no tan solo contra los individuos dentro de la comunidad política nacional, sino también contra otros Estados. La regla de la conducta internacional de las naciones parecería ser: “Aquellos que tengan el poder necesario, obtengan más ventajas; aquellos que puedan defender lo que tienen, háganlo”. Por lo general, las “razones de Estado” son esgrimidas para justificar las demandas o acciones en el campo de las relaciones internacionales.
En general la paz se mantiene, relativamente, en el sistema de naciones a través del principio del “equilibrio del poder”, lo cual significa en realidad, a menudo, un “equilibrio del terror”. De acuerdo con este principio, cuando ciertos Estados constituyen una alianza con objetivos predatorios, i.e. agredir a algún país, otros Estados formarán una alianza para contrarrestar a los primeros.
Sin embargo, consecuencia de lo anterior es la subsecuente competencia entre los dos grupos para establecer un predominio; de hecho, los Estados dentro de cada alianza compiten también entre sí. Como no existe ningún juez imparcial, ningún país o grupo de países se siente seguro, a menos de que sin interrupción aumente su poderío; cada alianza trata de obtener ventajas a expensas de la otra.
Por lo general, el sistema de equilibrio del poder denota la falta de confianza entre los Estados. Cada grupo pretende, continuamente, “reparar” el equilibrio del poder, pero en su beneficio propio. La tensión y la desconfianza son condicionantes del equilibrio del poder.
En adición al equilibrio del poder, otras fuerzas impulsoras del sistema internacional son las siguientes: el nacionalismo, el imperialismo, la competencia armamentista, la competencia económica, el regionalismo y los organismos internacionales.
Los enfoques geopolíticos pretenden lograr una explicación de las fuerzas impulsoras de las relaciones internacionales a través del análisis conjunto de las enseñanzas de la geografía, la política y la historia. La liaison entre realidades geográficas, razones políticas e intereses económicos y militares, proporciona la fundamentación para una causalidad espacial de los fenómenos internacionales, en la cual se fincan las pretensiones de la geopolítica.
En la medida en que intenta explicar y predecir el comportamiento político como variable dependiente del medio físico y geográfico podría argumentarse que la geopolítica implica cierto determinismo histórico.
Ciertamente los factores geográficos desempeñan un importante papel en las relaciones internacionales. La posesión de un territorio es la base necesaria para todos los Estados y la extensión territorial incide significativamente sobre la proyección del poder nacional. Asimismo, las condiciones climáticas propician en buena medida la accesibilidad de los insumos materiales.
La disponibilidad y diversidad de los recursos naturales hacen posible el proceso de desarrollo interno y determinan el grado de autosuficiencia de un país, elemento crítico de promoción, o de dependencia, en sus relaciones con otros Estados. La ubicación estratégica afecta también la viabilidad de un Estado en términos de protección o carencia de fronteras naturales, así como la proximidad y las características de sus vecinos. Finalmente, la topografía contribuye decididamente a la visión que una sociedad en cuestión tiene sobre sí misma y hacia el resto del mundo.
Los elementos descritos se conjugan para propiciar el “carácter nacional” de cada sociedad: pacifista o agresiva; neutral o comprometida; autosuficiente o mercantil; aislacionista o aliada. En cada caso, las características y los patrones de acción tienden a persistir históricamente.
La inestabilidad y la tensión son dos particularidades fundamentales del sistema internacional actual. La razón básica de lo anterior radica en la declinación del Estado-Nación como unidad viable.
A pesar de que la combinación del concepto jurídico-político de “Estado” y el concepto histórico-sociológico-cultural de “Nación” parecería constituir una unidad sólida, hay señales que podrían conducir a una interpretación diferente. El control por parte de los gobiernos nacionales sobre los factores económicos y políticos que determinan la viabilidad del Estado disminuye constantemente.
Así, el margen de libre acción de los Estados se reduce, tanto en el ámbito interno como en el externo, lo que trae consigo una crisis de autoridad que socava su fundamentación conceptual y funcional.
Esta erosión de la autoridad del Estado-Nación se manifiesta de dos formas: el desmantelamiento del “espacio político cerrado”, concebido en la teoría clásica, en el cual el Estado constituía el eje incuestionable del poder y la autoridad, y la terminación del monopolio gubernamental en la conducción de la política exterior.
Se perfilan nuevos escenarios de acción política en las relaciones internacionales con base en nuevas relaciones de poder.