Después de terminar el séptimo concierto que cierra la cuarta temporada del año en curso de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, tuve la oportunidad de conversar brevemente con el maestro Román Revueltas, director musical de nuestra sinfónica, lo intuí satisfecho con el trabajo realizado, no sólo de este concierto, sino de la temporada completa, incluso de todo lo realizado durante el año, sin duda el 2015 ha sido un buen año para nuestra máxima institución musical, y aún falta el cierre del año con algunas actividades sin duda muy interesantes, como la presentación del concierto especial con música de la saga Star Wars de John Williams, los conciertos navideños en plazas públicas, templos y centros comerciales, y la tradicional temporada de El Cascanueces de Tchaikovski en el Teatro Aguascalientes.
Sí, el maestro Revueltas se veía contento, y tenía motivos para estarlo, el programa del séptimo concierto, muy ambicioso y complicado, resultó exquisito, soberbio, con música que no es lo que el grueso del público espera escuchar, no son obras que podamos considerar taquilleras, si me permites el término, amigo melómano, pero finalmente necesarias, de hecho, indispensables en el repertorio de cualquier orquesta que se precie de ser buena.
El público espera escuchar siempre a Mozart, Beethoven y Tchaikovski, y cuando esto sucede el teatro está lleno, y eso sin duda es bueno, pero una orquesta sinfónica, no me refiero sólo a la de Aguascalientes, sino a la entidad musical llamada orquesta, ya sea filarmónica o sinfónica, eso es lo de menos, es una institución cultural, y como tal, no puede y no debe ignorar este repertorio. Sin embargo, con todo lo desfavorecido que es este tipo de música, con la casi nula o incluso nula atención que recibe de los medios de comunicación, el recinto habilitado como sala de conciertos estaba lleno, cierto es que la Caja Negra -este es el nombre del recinto en cuestión- no es muy grande y su capacidad, al menos lo dispuesto el pasado viernes 27 de noviembre debió ser para unas 500 personas, más o menos; estaba lleno, incluso con gente de pie en los costados y en la parte posterior de este lugar, el público respondió, y eso es casi tan bueno como la magnífica ejecución que escuchamos de dos obras de complejidad incuestionable.
Originalmente se había anunciado para abrir el concierto, El llamado de Shofar, de Georgina Derbez, joven compositora mexicana, y digo joven porque nació en 1968, pero tengo entendido que la partitura llegó con cierto retraso, lo que impidió un digno trabajo de ensayo, y creo que la decisión de posponer la ejecución de esta partitura para otra ocasión fue acertada, tengo entendido, yo no conozco la obra, que no es ningún dulcecito y exige de los intérpretes un trabajo titánico, además el programa ya es en sí mismo rico y generoso en contenidos y su adecuada digestión requiere de tiempo, así que por donde lo veamos, posponer la obra de Derbez me pareció una decisión inteligente.
El séptimo programa inició con el Concierto para Violín y orquesta de William Walton con la participación de la maestra polaca Marta Magdalena Lelek como solista al violín, por Dios, una ejecución soberbia, de verdad. Me doy cuenta ahora con qué ligereza e irresponsabilidad solemos hacer uso de los superlativos, y cuando nos encontramos con algo que verdaderamente los merece nos quedamos sin saber qué decir. Y ahora qué hago, calificar la ejecución de este concierto de majestuosa, grandiosa, me parece poca cosa, pero eso fue, sin duda, no sólo por la evidente elocuencia de la violinista Marta Lelek, sino por el comprometido trabajo del maestro Revueltas que supo responder a las exigencias de un programa que sin duda lo llevó al límite, y a una solista que requería de una batuta desinhibida, casi descarada, para poder lucir sin restricciones en una partitura diseñada sólo para talentos muy agudos.
Después del intermedio escuchamos, conforme a lo programado, la Sinfonía No. 1 de Henri Dutilleux. De acuerdo con el maestro Revueltas, este es uno de los compositores más importante de la segunda mitad del siglo XX, porque en la primera mitad podemos contar con verdaderos monstruos sagrados de la música, como Stravinsky, Bartók o Shostakovich pero sin duda, Dutilleux es uno de los que le dieron sentido a la segunda mitad del siglo XX.
No me queda duda de la sapiencia musical del maestro Revueltas, siempre he pensado que lo suyo es el romanticismo, pero viéndolo dirigir un repertorio contemporáneo resulta igualmente convincente.
Yo creo, salvo tu mejor opinión, que la Caja Negra no fue exactamente la mejor opción para un concierto de la sinfónica. Yo no conocía este recinto, la verdad no me resultó tan desagradable, la acústica no es mala, el material del que está hecho absorbe bien el sonido e impide ese rebote tan desagradable que es evidente en Palacio de Gobierno, parece una cancha de squash, pero lo Caja Negra presentó algunos serios problemas, como es el escaso del estacionamiento y lo reducido del lugar para un concierto sinfónico, por otro lado, la sinfónica se merece algo mejor, merece su propia sala de conciertos para no estar como judío errante cada viernes pidiendo posada en diferentes lugares como peregrino en Navidad.
La sinfónica concluye así sus temporadas formales de este año, estaremos al pendiente de lo que venga para compartirlo contigo, amigo melómano. Seguimos en contacto.
