Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer
En el mes de julio de 1981, en el marco del primer Encuentro feminista de Latinoamérica y el Caribe, en la ciudad de Bogotá, Colombia, se propuso organizar actos en toda América Latina contra la violencia que sufren las mujeres y declarar el 25 de noviembre el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, en memoria de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, asesinadas en 1960 durante la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana.
El 17 de diciembre de 1999 la Organización de las Naciones Unidas, en su resolución A/RES/54/134, declara el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, instando a los gobiernos, organismos, órganos, fondos y programas del sistema de las Naciones Unidas y a otras organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales a que emprendan ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto del problema de la violencia contra la mujer y que consideren que “por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Asimismo se señala que la violencia contra las mujeres no es un problema de índole personal o privado, sino social y que “constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer”.
La violencia contra las mujeres: patrón social ampliamente extendido a lo largo y ancho del territorio nacional
Los resultados de la última encuesta levantada por el INEGI a finales de 2011 permiten determinar la prevalencia de la violencia por cada cien mujeres de 15 años y más. A partir de esta información es posible afirmar que la violencia contra las mujeres es un problema de gran dimensión y una práctica social ampliamente extendida en todo el país, puesto que 63 de cada cien mujeres de 15 años y más residentes en el país ha experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo, ya sea emocional, física, sexual, económica, patrimonial o laboral, misma que ha sido ejercida por cualquier agresor, sea la la pareja, el esposo o novio, algún familiar, compañero de escuela o del trabajo, alguna autoridad escolar o laboral o bien por personas conocidas o extrañas.
Cerca de la mitad del total de mujeres de 15 años y más (47.0%) que tienen o tuvieron al menos una relación de pareja -ya sea de cohabitación por medio del matrimonio o la unión de hecho, o bien alguna relación de pareja o noviazgo sin vivir juntos- ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual o la última a lo largo de su relación.
Asimismo 45% de las mujeres declaró que al menos una vez ha sido agredida de diferentes formas por personas distintas a su pareja, ya sea por familiares, conocidos o extraños en diferentes espacios.
La violencia emocional es la que presenta la prevalencia más alta (44.3%) y ocurre principalmente por la pareja o esposo (43.1%). Por el contrario, la violencia sexual ha sido experimentada por poco más de un tercio de todas las mujeres (35.4%), pero particularmente la ejercida por agresores distintos a la pareja y en sus distinta formas, desde la intimidación, el abuso sexual o el acoso sexual, no obstante que es menor el nivel de este tipo de violencia donde el agresor es la pareja, los actos de violencia sexual son de mayor gravedad. La violencia física está principalmente circunscrita a las agresiones de la pareja.
La violencia económica incluye el control y abuso económico por parte de la pareja, el despojo por parte de otros agresores, la discriminación en el trabajo ocurrida en el último año y la discriminación que en algún momento han enfrentado las mujeres al limitar sus posibilidades para ingresar o acceder a un trabajo requiriéndoles pruebas de embarazo como condición para ello, con lo que se da por sentado que esta situación es un impedimento para que ocupen o permanezcan en un empleo remunerado.
Con excepción de una entidad, en las 31 restantes más de la mitad de las mujeres residentes ha sido agredida de alguna manera por cualquier agresor y en al menos un espacio de su vida.
Resaltan dos hechos importantes: la violencia contra las mujeres está ampliamente extendida en todo el país y no se trata de actos aislados sino de un patrón general, ya que aun cuando en entidades como el Estado de México, el Distrito Federal, Sonora y Baja California se observan las prevalencias más altas, todas están por encima del 50 por ciento.
Las mujeres jóvenes, más expuestas a los abusos
Las mujeres que se encuentran más expuestas a la violencia de la pareja o de cualquier otro agresor son las jóvenes y de edades medias (entre 20 y 39 años). Particularmente de las mujeres de 30 a 39 años, 68 de cada cien han enfrentado al menos un episodio de violencia o abuso, llegando al 80% en Chihuahua y al 78% en el Estado de México.
Entre las mujeres más jóvenes, más de la mitad han enfrentado algún tipo de abuso físico, sexual o intimidación emocional. En entidades como el Estado de México y el Distrito Federal alcanza a 65 de cada cien chicas de entre 15 y 19 años.
Múltiples violencias, diversos agresores
Si bien en general 63 de cada cien mujeres ha sido víctima alguna vez de cualquier tipo de abusos, incluyendo la discriminación, al combinar las dimensiones que lo integran se aprecia que el 33.5% de ellas ha recibido agresiones ya sea sólo de la pareja (18 de cada cien), de cualquier otro agresor (12 de cada cien), o una menor proporción (3.7%) fue discriminada en el trabajo o le pidieron constancia médica de no gravidez. El restante 28.3% ha sido violentada por distintos agresores, incluyendo a su pareja o expareja. Ello muestra que las mujeres están sometidas a agresiones múltiples que se ejercen por muy diversos agresores, desde los más cercanos hasta por extraños o ajenos a su espacio y relaciones cercanas.
La escalada de la violencia de la pareja
De acuerdo con la situación de su actual o última relación de pareja, la violencia que ejercen dichas parejas en contra de las mujeres es de distinto tipo y magnitud. Los datos señalan que:
- Entre las mujeres que tienen o tuvieron pareja sin cohabitar con ellas, la violencia alcanza a un tercio de quienes sostienen actualmente una relación y llega al 40% entre quienes la tuvieron. La principal violencia que han experimentado es de tipo emocional, mientras que la violencia económica es casi inexistente. La violencia física y/o sexual alcanzó a 7.2% de las mujeres con expareja.
- La mayoría de las mujeres separadas o divorciadas (77.7%) han sido sometidas a agresiones de todo tipo por parte de sus exparejas o exesposos, principalmente a violencia física y/o sexual junto con alguna de los otros tipos de violencia (45.4%).
- Entre las mujeres que cohabitan con su pareja, casi en igual medida enfrentan sólo violencia emocional, o emocional y/o económica; 13.6% violencia física y sexual en menor medida.
Violencia que mata
La expresión más brutal de la violencia es aquella que pone en riesgo la vida de las personas y que en muchos casos tiene la intención de terminar con su vida. Esta violencia extrema tiene características diferentes si la víctima es una mujer o un hombre.
Cuando ocurre un deceso se determina la causa que lo provocó, y cuando éste se debió no a una falla orgánica o enfermedad, entonces la muerte fue ocasionada por una causa es externa. Las defunciones pueden ocurrir por una causa de este tipo, cuando las personas sufren un accidente en el que pierden la vida, o bien por agresiones provocadas intencionalmente.
Durante 2013 murieron 65 mil personas por causas externas. De ellas, el 55.6% se debió a causas accidentales y cerca de 29 mil personas (44.6%) fallecieron a causa de las agresiones intencionales infligidas en su contra por otras personas o por sí mismas con la intención de provocar un daño letal.
En 2013 se registraron 12 mil 214 defunciones por causa accidentales y violentas; 21.7% de ellas fueron por homicidio y el 8.9% por suicidio.
En el periodo de 2000-2014 se registraron 235 mil defunciones por homicidio, 11.2% de las cuales fueron contra mujeres.
En promedio se estima que durante 2013 y 2014 fueron asesinadas siete mujeres diariamente en el país.
La tendencia en los homicidios de mujeres muestra un patrón diferente: pocas variaciones, manteniéndose en un rango constante de entre dos y tres homicidios por cada cien mil mujeres y con un importante aumento entre 2008 y 2012. Otra diferencia importante es que mientras que la tasa de defunciones por homicidio de hombres desciende a partir de 2011, en el caso de las mujeres inicia en 2013.
De acuerdo con la información de los últimos 15 años, los homicidios de mujeres están menos sujetos a los cambios de contexto o coyunturales e indican que se trata más de un fenómeno estructural, mismo que sin duda se ve afectado por las coyunturas, pero no lo determina. Es decir, los asesinatos de mujeres derivan de un patrón cultural y en menor medida de los cambios de la violencia social por el crimen organizado.
Sin duda el periodo de mayor violencia en el país se ubica entre 2008 y 2011, observándose los principales cambios en el estado de Chihuahua, que pasó de una tasa de 15 a 75 defunciones por homicidio de 2007 a 2008 y alcanzó su nivel más alto en 2010 al llegar a 126 defunciones por cada cien mil habitantes. Si bien esta tasa es mayor entre los hombres (334 en 2011), entre las mujeres ascendió a 34 por cada cien mil mujeres, que representa el nivel más alto en la historia reciente del país.
En los últimos tres años (2011-2013), las entidades que presentan las tasas más altas en homicidios de mujeres son Guerrero, Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila, Durango, Colima, Nuevo León, Morelos, Zacatecas, Sinaloa, Baja California y Estado de México.
Las entidades que presentaron el mayor aumento en la tasa de homicidios de 2012 a 2013 son: Guerrero, Zacatecas y el Estado de México. En tanto, aquellas que se ubicaban entre las más altas y presentaron una disminución son: Chihuahua, Coahuila, Durango, Tamaulipas, Colima, Oaxaca y Nuevo León.
Por el contrario las entidades con las tasas más bajas son: Hidalgo, Aguascalientes y Yucatán.
En 2013 las tasas más altas de homicidios de hombres se ubicaron en los estados de Guerrero y Chihuahua con más de cien homicidios por cada cien mil habitantes hombres en el estado, seguidos con una diferencia amplia por Sinaloa, Morelos y Colima con tasas de entre 79 y 63 defunciones por cada cien mil hombres.
Las tasas de defunciones por homicidio de mujeres más altas se ubican entre 13 y 6 defunciones por cada cien mil mujeres en los estados de Guerrero, Chihuahua, Coahuila, Zacatecas, Morelos y Durango.
Guerrero y Chihuahua presentan las tasas más altas, tanto en hombres como mujeres, seguidos por Morelos.
Una de las características más importantes a tener en cuenta para el análisis de la violencia extrema es la edad, ya que derivado de los patrones de género, ésta constituye un factor determinante pues, por un lado, los hombres jóvenes están más expuestos debido los patrones de masculinidad imperantes que definen la hombría en función de la agresividad y su defensa por medios violentos.
Comparando los niveles de las tasas de defunciones por homicidio del año 2000 con la información más reciente disponible, que corresponde a las defunciones registradas durante el año 2013, se aprecia que las tasas más altas se ubican entre las mujeres de 20, 23, 25 y 30 años de edad y estas tasas se incrementaron en más del 100% de 2000 a 2013.
La violencia homicida tiene una característica central, que según algunos historiadores se mantiene similar desde hace siglos en el mundo occidental, alcanzando su máxima intensidad entre los hombres jóvenes de 20 a 29 años, y también entre las mujeres, aunque con tasas más bajas, es en estas edades donde existe un mayor riesgo de morir por causas violentas.
Es por ello que la violencia cobra más vidas entre la población joven, particularmente entre quienes tienen de 15 a 30 años. Entre las mujeres la tasa más alta se ubica entre quienes tienen entre 20 y 30 años, donde ocho por cada cien mil mueren por agresiones intencionales, mientras que entre los hombres de 25 a 30 años, 80 por cada cien mil.
La saña, distintivo de la violencia feminicida
De acuerdo con la Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, se deberá entender por violencia “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento sicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público”. Asimismo determina que la violencia feminicida es la forma extrema de violencia, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres.
Para Marcela Lagarde, el feminicidio no sólo se trata de un homicidio de mujeres, sino ante todo es un crimen de odio contra las mujeres, el conjunto de formas de violencia que en ocasiones concluyen en asesinatos o suicidios y, además, que ocurren ante la inexistencia o debilidad del Estado de Derecho, donde se reproduce la violencia sin límite y los asesinatos no se castigan. Para Lagarde, se trata del conjunto de delitos de lesa humanidad que contienen los crímenes, los secuestros y las desapariciones de niñas en un contexto de fractura del Estado de Derecho que se traduce en impunidad.
En este sentido, los aspectos considerados para identificar un homicidio de un feminicidio son que se trata de homicidios de mujeres que ocurren en circunstancias específicas y se perpetran con saña, pero sobre todo en condiciones donde el Estado y sus agentes no lo castigan, sino por el contrario existe impunidad ante estos hechos.
Un acercamiento al problema para estimar su magnitud es a partir de la información de las defunciones por causas, y con la información de los medios utilizados para asesinar a las mujeres y a las niñas, a partir de ella es posible identificar el grado de violencia y sufrimiento causado, lo que da cuenta de la saña con fueron cometidos.
Un acercamiento al problema para estimar su magnitud es a partir de la información de las defunciones por causas y con la información de los medios utilizados para asesinar a las mujeres y a las niñas, a partir de ella es posible identificar el grado de violencia y sufrimiento causado, lo que da cuenta de la saña con fueron cometidos.
La información muestra aspectos altamente relevantes:
- Las mujeres asesinadas durante 2013 son predominantemente niñas, adolescentes y mujeres jóvenes: siete de cada cien mujeres asesinadas eran niñas de cero a 14 años.
- Una cuarta parte de las mujeres ultimadas tenían entre 15 y 24 años y 42% tenían entre 25 y 49 años; 17% eran mujeres mayores de 50 años.
- Entre los hombres, la proporción de infantes menores de 15 años asesinados es del 1.4%; mientras que los jóvenes de 15 a 24 años que murieron por una agresión fueron el 22.1%; el 57.2% de los fallecidos tenía entre 25 y 49 años.
Otro elemento a tener en cuenta es que mientras una proporción importante de las mujeres y niñas son agredidas predominantemente en sus viviendas (29.4%), sólo el 10% de los varones recibieron lesiones mortales en su vivienda. Ellos son agredidos en su mayoría en la vía pública (calle o carretera).
Es importante señalar que entre 2006 a 2013, el patrón de lugar donde ocurrió la lesión o agresión, que era mayoritariamente en la vivienda, se ha ido desplazando y en 2009 estaban casi en el mismo nivel, pero a partir de ese año más mujeres son asesinadas en la vía pública, esto ocurrió particularmente de 2010 a 2012, tiempo durante el cual casi la mitad de las mujeres fue asesinada en espacios públicos.
Aunado a lo anterior, los datos muestran que las mujeres son asesinadas con mayor violencia o saña, utilizándose medios que produzcan mayor dolor y que lo prolonguen antes de fallecer. En 2013 a 32 de cada cien mujeres las ahorcaron, las estrangularon, las ahogaron, las quemaron o las lesionaron con objetos punzocortantes o a golpes con objetos; mientras que la mayoría de los homicidios de hombres fueron con arma de fuego (65.2%). De 2004 a 2013 la proporción de homicidios de mujeres con arma de fuego aumentó considerablemente, al pasar de 28.8% a 43% en 2013.
Suicidios
Durante 2013 se registraron cinco mil 923 defunciones por violencia autoinfligida (373 más que el año anterior), cuatro mil 470 de hombres y mil 77 de mujeres, lo que representa en conjunto el 1.0% del total de las defunciones registradas durante ese año y el 8.5% de las defunciones accidentales y violentas.
Las defunciones por lesiones autoinfligidas ocurren particularmente entre los jóvenes de diez a 29 años (41.3%) y sobre todo entre las mujeres que en más de la mitad (54.8%) eran jóvenes de ese grupo de edad.
A diferencia de lo que ocurre en las muertes por homicidio, las diferencias en las tasas entre mujeres y hombres son amplias, pero lo son menos que en el caso de las defunciones por homicidio.
Es de suma relevancia observar que las tasas de suicidios más elevadas entre las mujeres se observan en estados donde las tasas de homicidios están por debajo de la media nacional; tal es el caso de entidades como Campeche, Aguascalientes, Quintana Roo, Baja California Sur, Tabasco, Querétaro y Yucatán.
El único estado que se ubica con las tasas más altas tanto de homicidios como de suicidios de mujeres es Chihuahua.
En el caso de los suicidios de hombres, las tasas más elevadas también se ubican en Quintana Roo, Sonora, Yucatán, Aguascalientes y Chihuahua.
En los últimos 25 años, la tasa de suicidios ha ido aumentando de manera sostenida año con año. Entre la población de diez años y más, la tasa pasó de tres por cada cien mil habitantes en 1990 a 6.1 en 2013.
A diferencia de los homicidios, el patrón de suicidios entre mujeres y hombres es muy similar:
- La tasa de suicidios se duplicó en ambos casos durante estos últimos 25 años.
- El principal medio o arma utilizada es el ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación, cerca de ocho hombres y siete mujeres por cada diez que logran suicidarse lo hacen por este medio.
- En segundo lugar se ubica el arma de fuego y en este caso la diferencia entre mujeres y hombres es mayor: 11% de hombres utilizan un arma de fuego mientras que entre las mujeres sólo el 4.3%.
Donde sí se observan algunas diferencias entre mujeres y hombres en torno a la manera de comisión de los suicidios, es en los lugares donde ocurre la agresión.
- La gran de las mujeres y los hombres que se suicidaron en los últimos 14 años lo han llevado a cabo en viviendas particulares, aunque en mayor proporción las mujeres.
- Alrededor del cinco por ciento de las mujeres que se han autoagredido lo han hecho menos en lugares públicos, como la calle, la carretera, espacios comerciales, de servicio, en el trabajo o en una granja, en tanto que entre los hombres esta proporción asciende al once por ciento.
Con información del INEGI