Hubo dos grandes noticias en el ámbito internacional que llamaron la atención de mi ya saturado y olímpico cerebro, pues desde hace dos semanas intensivas, hoy en día todo es olimpiadas, récords, recorridos turísticos por Gran Bretaña e incluso, de vez en vez, algún asomo a la historia, a la literatura, al arte pictórico y a otras artes inglesas, aunque muy poco para ser honestos. Y es que las grandes cadenas de televisión y de periódicos han cometido, histórica y repetitivamente, el error de insistir en que la cultura no es un elemento comercial para sus programaciones. Yo creo que están completamente equivocados, y que su equívoco es a propósito. Imaginen a una compañía televisora tratando de mangonear a Vargas Llosa, o a cualquier otro escritor medianamente inteligente. Es más fácil hacer negocio con artistas inflados de aire que con gente de cultura, eso es innegable. No es otra cosa que un negocio y así lo tratan con justa razón. Si yo fuera dueño de una de estas cadenas, quizá haría lo mismo… No, la verdad no lo haría, pero quizá es por eso que no soy dueño de una cadena de medios masivos de comunicación. Un ejemplo en la televisión mexicana de que la cultura es un producto llamativo e interesante lo encuentro en el programa La Dichosa Palabra. No sólo se trata de una curiosidad televisiva cultural, sino de un proyecto que ha resultado comercial. La décima temporada al aire es una prueba de que no todo en la vida de la televisión tienen que ser chismes de artistas. Ejemplos culturales exitosos habitan en la BBC de Londres, en el History Channel, Animal Planet, National Geographic Channel, etc.
Pero de regreso a mi asunto, la primera noticia que me sorprendió fue que la empresa Samsung, más propiamente dicho, la gigante Samsung, ha sido acusada de emplear a niños y menores de edad para la fabricación de sus productos, en una de sus plantas de producción ubicada en el Sur de China. Sin duda China sufre el estigma de conceptualización de que los ciudadanos comunes y corrientes viven bajo un régimen de servidumbre muy al estilo de las “tiendas de rayas” que se usaban en las haciendas en tiempos previos a la Revolución Mexicana. (Aún hoy en día, también en Brasil, esta esclavitud disfrazada bajo el modo de “tiendas de raya” existe en Los Sertones y en otras partes de ese país). China ha creado fama de ser un país donde los derechos humanos son ignorados a voluntad de los gobernantes y los intereses a los que éstos responden. Como toda imagen generalizada o esquema de pensamiento genérico, no toda China vive bajo esta situación. Pero sí resulta indignante que compañías que son reconocidas internacionalmente y que económicamente son muy poderosas, lleven a cabo estas prácticas laborales con el objeto de aumentar sus ganancias. No dudo que en México también se dé la explotación laboral infantil. Pero reitero, no se vale que corporativos gigantes internacionales se presten a este tipo de aprovechamiento abusivo de las poblaciones vulnerables y en estado de necesidad. Samsung posee una buena parte del mercado internacional en productos como teléfonos celulares, televisores, reproductores de video, cámaras, videocámaras, equipo de cómputo, multifuncionales (impresoras que también son fax y escáneres), artículos de línea blanca y otros productos derivados de los ya mencionados forman el universo mercantil de este emporio. Es imperdonable que se preste a la continuación de estas prácticas, no sólo desleales sino reprobables.
La segunda noticia que me atrajo, fue la nota del New York Times al respecto de que el columnista y conductor de televisión Fareed Zakaria, usó en su colaboración con la revista Time, varios párrafos de otro escritor como si fueran de él. Reporteros de medios señalaron que Zakaria realizó esta plagiaria práctica, y citaron la publicación de la revista Time del 20 de Agosto, donde Fareed copió párrafos completos del artículo publicado por el profesor Jill Lepore en el mes de abril en la revista New Yorker. Dentro de este mal asunto, la postura de la revista Time de suspender al columnista Zakaria por un mes mientras se investiga que no haya sido una práctica habitual en sus colaboraciones, me parece una respuesta responsable. Es hora de que las instituciones y los medios castiguen estas prácticas desleales. No se trata de poner unos pesos más en la bolsa sino de poder hacer la diferencia de alguna manera. Los que tenemos la oportunidad de escribir en los medios de comunicación, encarnamos una responsabilidad genuina de respetar, no sólo al público que gentilmente nos lee, sino de honrarnos a nosotros mismos en el ejercicio periodístico o literario. La oportunidad de participar en un medio de comunicación debería estar graduada por un código, pero en ausencia de ello nos queda sólo el apelar al sentido común, a la honestidad y a que los periodistas y conductores de televisión dejen de usar sus espacios para dirimir querellas personales o pelear por intereses particulares.
Muy bien por la revista Time que no acepte colaboraciones que no sean genuinas y que castigue el plagio. Confío en que la empresa Samsung, a razón del pequeño escándalo que la sujeta con la contratación de niños y menores de edad en sus plantas de producción, cambie su política hacia una visión más humanitaria donde comparta su éxito con sus colaboradores.