Educación, germen del porvenir / Jorge Varona Rodríguez - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Para explicar nuestro presente, tenemos que ahondar en el pasado. Las decisiones correctas o incorrectas del pretérito, explican lo que somos actualmente, como nación, comunidad o individuos. Las acciones del pasado determinan el aquí y ahora. Y a la vez, las tareas del presente, serán las que den forma y base a nuestro futuro. A la vuelta de los años, cosecharemos lo que sembremos hoy.

El porvenir es, en gran medida, un acto de la voluntad humana construido por nuestras decisiones y acciones cotidianas. Por ello, para ampliar nuestro horizonte futuro, hay que sembrar con perseverancia, calidad y calidez la semilla de la educación. No sólo estamos llamados a hacer las cosas bien para cubrir las necesidades actuales, sino además, ante resultados insatisfactorios, enmendar el camino, tomar medidas correctivas y trabajar con visión prospectiva para dirigir al sistema nacional de educación pública hacia el rumbo indicado, al mejor futuro posible.

Al hacer un recuento histórico, advertimos importantes transformaciones en poco menos de un siglo. La Revolución mexicana engendró la primera constitución con visión social del planeta, que postuló el derecho a la educación. Hubo entonces que pasar de la letra -la idea-, a la práctica -el hecho-. Así, en 1921 se funda la Secretaría de Educación Pública. Su primer titular, José Vasconcelos, asumió la misión de materializar cabalmente un proyecto nacional educativo -iniciado en 1908 por Justo Sierra-, con el fin de expandir el conocimiento, alfabetizar al pueblo mexicano y sacarlo de la ignorancia. Entonces era un sueño lejano, ya que cerca de nueve de cada diez compatriotas era analfabeta.

Las acciones llevadas a cabo desde entonces, sin duda nos dan cuenta de logros notables. Actualmente hay escuelas y maestros en cada rincón del país. La cobertura de educación básica, en primaria y secundaria, es cercana al cien por ciento. Tres cuartas partes de los jóvenes que concluyen su formación básica, acceden a la educación media superior, y más de un tercio ingresa a la educación superior. Hoy en día somos un país donde estudian 34 millones de niños y jóvenes, en cerca de 260 mil primarias, secundarias, bachilleratos e instituciones de educación superior. Aquel sueño revolucionario es en nuestros días una realidad tangible.

El reto del siglo XXI es ampliar la cobertura y permanencia en la educación media y superior, y sobre todo, elevar la calidad en todos los niveles del Sistema Nacional de Educación Pública.

La base para dar cumplimiento a este nuevo y trascendental objetivo, se encuentra en la Reforma Educativa, con la cual las diversas fuerzas políticas establecimos a nivel constitucional el derecho de todos los mexicanos a recibir una educación de calidad. La legislación secundaria centra sus fines en garantizar este derecho, además de fortalecer la gratuidad y laicidad en la educación.

En el presente, la Federación, los estados y los municipios, los docentes, padres de familia, autoridades y la sociedad, estamos en la fase de congregar esfuerzos para poner la Reforma Educativa integralmente en acción. Transitamos de la idea al hecho.

Estamos cambiando de paradigma al colocar a la escuela en el centro del sistema educativo. Es decir, para asegurar que el organismo con la misión de educar sea saludable, debemos buscar el bienestar de cada célula, de cada escuela y sus integrantes. La salud de cada parte dará como resultado la salud del conjunto. De esta forma, al atender las necesidades específicas de cada escuela, y hacer que cada unidad educativa cuente con las condiciones óptimas para la enseñanza y el aprendizaje, estaremos garantizando a la niñez y a la juventud el derecho a recibir una educación de calidad.


De ahí la pertinencia de mejorar la infraestructura, el mobiliario, el equipamiento y cubrir las necesidades materiales básicas para la labor pedagógica en cada escuela. Para lograr en el menor tiempo posible esta meta, se creó el programa de certificados de infraestructura escolar. A través de este nuevo mecanismo financiero, se llevará a cabo la más revolucionaria apuesta nacional por la dignificación de los espacios educativos en nuestra historia. Para cumplir este fin, en los próximos tres años se planea invertir cerca de 50 mil millones de pesos para que cada escuela, en todo el territorio nacional, cuente con una infraestructura física digna y de vanguardia.

Pero la calidad de la educación la podremos garantizar plenamente si nuestras maestras y maestros están mejor preparados para desempeñar la tarea de formar, con valores y conocimiento, a mejores mexicanos. De ahí que el desarrollo profesional docente sea prioritario. Para ello se están fortaleciendo los procesos de evaluación integrales para que nuestros maestros mejoren, escalen en el servicio profesional docente, obtengan reconocimiento por su desempeño y accedan a mejores ingresos. En las instituciones de educación superior, incluidas las normales, se vigoriza el proyecto formativo de los docentes para que el magisterio cuente con un alto nivel académico, habilidades pedagógicas y aptitudes de excelencia, a fin de hacer efectiva la calidad en la educación.

Además, se atiende el reto de adecuar los planes y programas de estudio, para el desarrollo de competencias y el pensamiento crítico, la formación de una ciudadanía solidaria, responsable y comprometida con el avance de la democracia, el ejercicio de sus derechos, el cumplimiento de sus obligaciones y el respeto a nuestro marco legal.

De igual forma tenemos los desafíos de asegurar la equidad y una mayor inclusión, conseguir una pertinente y efectiva vinculación entre el sistema educativo y el mundo del trabajo, para que la juventud acceda a la educación como vía para la autorrealización, el desarrollo personal y su inserción en el mercado laboral, en condiciones óptimas, acordes a sus proyectos de vida. Hay que seguir construyendo nuestro futuro con más y mejor educación.

 


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