Esta semana podrá ser crucial y decisiva en la discusión del Paquete Económico que ejercerá el Gobierno Federal durante el próximo año, y en el que encontramos coincidencias pero también las naturales diferencias, dado el cambiante escenario del país y los auténticos requerimientos que tiene nuestra sociedad.
Parto de la idea de que México está urgido de una mejor distribución de la riqueza; donde quienes ostentan el poder deben dejar de lado la codicia y la corrupción y sustituirla por las prácticas que conducen a la eficiencia y el ahorro, como primer paso para el crecimiento de este país.
Estamos hablando que el próximo año deberán aplicarse 4.7 billones de pesos, una cantidad que a pesar de las carencias y limitaciones, muestra un aumento de 52 mil millones de pesos con relación a lo que se ejerce en este 2015.
Comparto esa preocupación común de la ciudadanía, que percibe el monto como una exageración en gasto; sin embargo, en la realidad es insuficiente dadas las necesidades históricas del pueblo mexicano.
Siento que toda esa estela de corrupción y dispendio a los que sin excepción incurren los gobiernos ha derivado en el odio del pueblo. El empobrecimiento de la sociedad sólo nos refiere de malas prácticas en el ejercicio del gobierno y de la insensibilidad para procurar evitarlas.
Igualmente persiste la creencia de que a más dinero mayor corrupción. Y quien menos trabaja logra su enriquecimiento personal a costa de un pueblo cada vez más sacrificado y vulnerable.
Al presupuesto debemos orientarle un sentido de mayor sensibilidad. Que no se entienda como el arca para satisfacción de los políticos sino el capital económico que, bajo una buena administración nos dará un país competitivo y en condiciones de igualdad social.
Debemos reorientar esas lastimosas prácticas con las que mujeres y hombres emprendedores sienten que es su sacrificio el que soporta la vida de lujos de la clase política.
También debemos aprender a gastar lo que se tiene y no pretender un mejor futuro hipotecando al país y el destino de las actuales y futuras generaciones.
Quiero ser claro: no me opongo al gasto público cuando los gobiernos lo ejercen de forma transparente. Mi recomendación y exigencia es como la de todo ciudadano, que realmente se atiendan los rubros que contribuyen a la superación de la persona, fortalecen el clima de seguridad y de libertades de todos y participan en el desarrollo integral como comunidad.
Por ello, observo que el Paquete Económico, tal y como lo ha presentado la Presidencia de la República, se aleja en algunos rubros de tales intenciones.
Ello comienza con el tema de la austeridad, donde los recursos a ejercer desde la oficina de la Presidencia de la República tienen un sustancial incremento. O qué decir el del propio Senado donde se anticipa que habrá 300 millones de pesos de más -casi el siete por ciento con relación al ejercicio anterior- cuando existen otras áreas a las que se les recorta el recurso aún y cuando son prioritarias para la nación.
Tenemos que atender el desafío ante una mayor limitación financiera a consecuencia de un crecimiento económico apático, que muy apenas superaría el tres por ciento; mientras que la paridad del peso frente al dólar seguirá fluctuando con incertidumbre y el precio del barril continuará a la deriva.
Pero no es a través de recortar el recurso a salud, educación, al desarrollo social y a la investigación científica y tecnológica como podremos salir adelante.
No debemos dejar de invertir en la persona, en su bienestar y en su superación. Tal y como lo propone de origen el Paquete Económico, se están reduciendo las expectativas a los mexicanos de crecer en el estudio, de escalar posiciones laborales a través de la investigación, de tener la certeza del cuidado de su salud y la confianza de una vejez digna.
Insisto, el Paquete Económico próximo genera enormes retos, pero además una exigencia de responsabilidad, congruencia y austeridad en la asignación y gasto, de ahí que se requiere que el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2016, se apruebe por parte de la Cámara de Diputados considerando la real condición que vive el país y no como fue propuesto por el Ejecutivo federal.
De aprobarse el presupuesto de egresos 2016 en sus términos, sería un acto de total incongruencia, ya que se afectan a la baja ramos como el de educación con el 4.6 por ciento, salud con el 6.6 por ciento, ciencia y tecnología con el 2.1 por ciento y desarrollo social con el 5.1 por ciento.
En conjunto, el presupuesto total que se destina a esos rubros pasaría de 115 mil 200 millones que se ejercen en el presente a 109 mil 300 millones, previstos para el año que entra.
De antemano, ya puse de manifiesto mi oposición a esos ajustes a la baja y también a que se aumente el presupuesto del Senado de la República.
A través de un punto de acuerdo que sometí ante el pleno de la Cámara Alta, hice un respetuoso exhorto a la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados, a fin de que entre sus análisis se dejara fuera la intención de dar más recursos al Senado.
La honestidad en el ejercicio público no sólo implica el buen uso del dinero, sino el ser eficaces en responder a las necesidades de la sociedad.