- La responsabilidad de las artes y la cultura, por encima de la soberbia y los reflectores
- Para el actor colimense, se ha perdido tanto la convivencia social que ha dado origen a la violencia en nuestro entorno
El artista debe ser un representante social de su momento, de su espacio y entorno, no sólo un elemento de entretenimiento sin fondo, subraya el actor de teatro y cine colimense Silverio Palacios, quien durante su visita al Festival Cultural de la Ciudad con su espectáculo unipersonal El Ticuz, enfatizó a La Jornada Aguascalientes su interés por romper con ese esquema elitista que se ha generado en el arte y la cultura, con el fin de obtener una sociedad más sensible y con mayor convivencia.
La inquietud de volver a las calles, tanto con el teatro como con el cine, obedece a una preocupación personal sobre la pérdida de convivencia social en México, “se ha extraviado tanto que ha dado origen a la violencia en nuestro entorno”, es por ello que llevar espectáculos de calidad con una incidencia social ha funcionado para disminuir ciertos índices de violencia en las regiones donde a la fecha Palacios ha trabajado y otras personas han replicado.
Después de un ejercicio que realizó en Pachuca el año pasado, sobre cine en las calles, se percató que la temática de la muerte sensibiliza más a la sociedad por las circunstancias nacionales (como el caso Ayotzinapa), lo más complicado es lograr que se abran más espacios en los cuales puedan compartir esas expresiones artísticas; por ejemplo en un barrio de alta peligrosidad, por el índice delictivo, “si se transmite ahí el tema de la muerte algo pasa, porque se ha comprobado que no es concientizando a la gente sobre la gravedad de matar gente, si es malo, triste o penoso, sino sensibilizándola en relación a la consecuencia de proceder de esa manera”, desde su experiencia, las personas necesitan que la violencia le duela porque no es hasta que esto sucede cuando se reacciona, y a veces el arte en todas sus expresiones son el vínculo directo para inducir el dolor y la sensibilización de un problema.
Para este gestor cultural mexicano, es necesario profesionalizar al artista callejero para que los transeúntes vean expresiones artísticas que toquen su sensibilidad y que no lo subestime porque hay algo más interesante en la televisión. “El problema es que el arte se volvió elitista, las grandes expresiones artísticas sólo tiene acceso aquellos que tienen recursos”, cuando en realidad la problemática más grave está en las calles, es por ello que aquellos artistas con cierto dominio del arte tienen que salir a las calles.
“En definitiva hay un problema de orden social en este país”, lo que necesita pues es que el arte incida directamente en la sociedad para mejorar las condiciones de convivencia, si no sucede así, si no hay algo que pueda sensibilizar a la persona y en consecuencia el problema se agrava cada vez más, razón por la cual considera que el arte tiene una función particular, un poder especial en esta incidencia contra la violencia, “es que el arte y la cultura tiene una fuerte utilidad social, el problema es que confundimos arte con entretenimiento”, lo que predomina actualmente en los centros de espectáculos, televisión e internet es entretenimiento en lugar de expresiones artísticas donde se tenga el espacio implícito para reflexionar, tramitar y debatir conceptos, entorno a una problemática social.
El enemigo llamado soberbia
Silverio Palacios puso énfasis en la existencia de un mal: La soberbia del creador. Ahora con las nuevas tecnologías tan a la mano, muchos creadores elevan su ego asegurándose de poder hacer todo sin necesidad de más equipo, esto es el principal error pues el arte social no puede proceder sólo de una cabeza, de ella puede proceder la idea pero se tiene que desarrollar en comunidad, “se necesita unir esfuerzos, concentrar criterios comunes para generar proyectos porque las sensibilidades son diversas”.
Esta soberbia lleva al oportunismo, donde por “moda” se toman como base algunas problemáticas sociales para hacer productos artísticos sólo para generar una riqueza, sin tomar en cuenta el efecto negativo que puede causar en su entorno.
“Es lamentable cómo toman los temas que consideran de moda para hacer negocio, sin pensar en lo que realmente debe de incidirse”, por ejemplo, cuando se crea una película sobre indígenas o narcotráfico pero sin conocer realmente la profundidad del conflicto y se entrega un producto alejado de la realidad con soluciones, “ahí es cuando lucras con la problemática social y no estás haciendo la labor real del arte”, por lo que considera que a eso se le llama oportunismo.
“Insisto, el artista debe ser un representante social de su momento, espacio y entorno, no de su interés monetario”, sin esta representatividad, la cultura deja de generar su objetivo y por lo tanto no pueden llamarse artistas.