Esfera Pública: Del Chapo y verdades históricas - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Un video de la descomposición

Gilberto Carlos Ornelas

Resulta obligado abordar el tema del video de la fuga del capo Guzmán Loera, el ya legendario reo que por segunda ocasión escapa de prisiones de alta seguridad en nuestro país. El asunto no es sólo una nota policiaca, puesto que por el impacto que ha tenido en las instancias del gobierno mexicano, está evidenciando muchas de las debilidades y fisuras que tiene el entramado jurídico y político de nuestro país: manifiesta un proceso de descomposición institucional.

La forma en que la opinión pública conoció el famoso video no es cosa menor. No fue un empleado menor: por la manera en que había sido ocultado, quien lo filtró fue alguien que se mueve en los altos mandos de las corporaciones y agencias de seguridad. El comisionado nacional de Seguridad de la Segob se declara indignado; ha dicho que investigará y hasta regañó al senador Encinas por balconear a la autoridad que había negado la existencia de dicho video ante la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional. La Fiscalía General asume el papel de víctima, pues afirma que violaron la eficaz secrecía de su investigación. El Cisen, agencia señalada como responsable de la vigilancia del reo fugado, mejor calla. Y los demás órganos de inteligencia guardan cuidadoso silencio. Lo cierto es que algún alto mando quiso que se supiera que la fuga no fue sigilosa ni discreta, sino ruidosa y numerosa, tanto dentro como fuera del penal. Quizá nunca se sepa hasta dónde llegó la cadena de complicidad y de sobornos que permitieron la fuga y dejaron a nuestras instituciones al nivel de una caricatura.

Tal vez ya a nadie sorprenda que la cárcel “más segura” del país tenga personal dispuesto a permitir semejante túnel y que altos funcionarios se presten para todo ello. Lo que faltaba era que la investigación de los hechos derive en una guerra de lodo y una cacería tan cuestionable que ya está en la ruta de los casos con aclaración jamás creíble. Lo más preocupante, sin embargo, es el deterioro de las corporaciones que supuestamente estaban en vía de ser saneadas y reestructuradas para resolver la crisis de seguridad que ha marcado el siglo. Triste realidad es que la corrupción sigue penetrando como humedad en la estructura de esas instituciones y no se ve que puedan lograr la efectividad, la credibilidad y la confianza de los mexicanos.

Así, año con año, mes a mes, fracaso a fracaso, se viene evidenciando la descomposición de las instituciones del Estado mexicano. Se ha prometido al país la maravilla del progreso y el crecimiento, por obra y arte de las polémicas reformas estructurales, pero la terca realidad nos muestra instituciones y corporaciones que, ante los desafíos de un país con problemas y rezagos, muestran el cobre de sus debilidades tan estructurales y ancestrales que parecen no tener remedio.

Muchos años y miles de millones de pesos se han gastado para tener una policía federal que sigue sin ser confiable; justo cuando es más requerida exhibe sus carencias, como en Villa Purificación o en Tanhuato, Iguala y, ahora, Almoloya. Juran y perjuran que la Fiscalía General avanza, pero sigue entrampada en verdades históricas y dudosos basureros crematorios. El gobierno llevó al Ejército y la Marina, las instituciones más prestigiadas de México, a hacer labores de policía, pero al paso del tiempo sólo crece la convicción de que, por el bien del país, hay que regresarlas a sus cuarteles. Se anunció que la prevención social del delito sería la prioridad del régimen pero, en la poda presupuestal, la dejaron sin fondos. La transformación del sistema de justicia lleva años en preparación y en algunos estados ya está en uso pleno, sin embargo la impunidad no cede del ominoso 97%. Nos prometieron transparencia y combate a la corrupción, pero sólo vemos un nuevo laberinto legal que se habrá de ver quién y cuándo logra destrabarlo porque, si bien un escándalo canceló la construcción de nuestro primer ferrocarril chino, los escándalos no se esclarecen y sólo se guardan bajo la alfombra.  Mientras tanto, los estudios especializados informan que el costo de la corrupción en nuestro país alcanza ya dos puntos del PIB. La transición permitió la alternancia partidista, pero no detuvo el exorbitante flujo del dinero como el gran factor electoral y, en cambio, sí permitió la feudalización del país; ahora los estados padecen a primitivos jefes políticos que día con día nos demuestran que, en sus dominios, su chicharrón no deja de tronar. Las cifras de la realidad no ceden: la indigencia y pobreza están como hace más de 20 años. Y ahora agregamos una nueva cifra del horror: más de 25 mil desaparecidos.  

La divulgación del video de la fuga del Chapo,  sea “fuego amigo”, “filtración”, “traición” o como se le llame, es una muestra dramática de la descomposición de nuestras instituciones. Ya son demasiadas evidencias de esa decadencia que parece no tener fin. Todo esto merece análisis puntual porque causa una gran desazón, pero también la convicción de que el modelo político del país ha llegado a su límite y debe ser sustituido.

 

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De simulación, verdades históricas y cosas peores…

Fernando Aguilera Lespron

 

El referente que utiliza don Gilberto Carlos Ornelas para el inicio de la Esfera Pública de esta semana es sólo un botón de muestra de la corrupción que vivimos en el día a día en México. No debemos olvidar que las instituciones son una creación humana, que éstas son operadas por individuos y que son reflejo de los mismos.

El impulso que llegan a sentir los servidores públicos de cualquier nivel de representar sus propios intereses, de grupo o de partido, trae consigo el riesgo de la corrupción y la exigencia moderna de la rendición de cuentas.

Las formas de corrupción son tan diversas como lo es la propia actividad pública, desde la “mordida” que pide el agente de tránsito hasta “el diezmo” que cobran los funcionarios públicos a los proveedores, o los diputados a los presidentes municipales por la gestión de recursos, o incluso el político que creando una asociación civil accede a recursos públicos para invertirlos en su próxima campaña política, o el funcionario que utiliza recursos del Estado para su confort personal incluso helicópteros.

La corrupción puede ser vista desde tres ideas principales: la culturalista, que es la tesis apoyada por Enrique Peña Nieto, que dice que la corrupción existe como algo generalizado en ciertas naciones; la individualista, que dice que la corrupción es sólo característica de algunos individuos en proporcionales variables; y la institucionalista, que dice que la corrupción dependerá si se castiga o no el uso de bienes o servicios públicos para beneficio particular.

Es por ello la necesidad de la existencia de mecanismos de rendición de cuentas, entre los que se pueden mencionar los verticales y los horizontales. Los llamados verticales son aquellos que se dan entre políticos y la sociedad, como es el caso de las elecciones, que se convierten en un mecanismo de rendición de cuentas cuando quienes pretenden acceder a un cargo público piden el voto ciudadano, lo es porque se someten al juicio del electorado que juzgará si la labor realizada por ellos mismos o sus partidos políticos fue buena o mala. Aunque el principal problema que tiene este mecanismo es las prácticas fraudulentas para la obtención y/o anulación de votos, así como la entrega de dádivas.

Otro mecanismo vertical que se ha desarrollado últimamente y con gran rapidez son las redes sociales en internet que hoy por hoy juegan y jugarán un papel decisivo en el actuar de los agentes de gobierno, como se ha visto en los recientes casos como la “casa blanca” de la primera dama, la desaparición forzada de estudiantes de Ayotzinapa o la ejecución de civiles en manos del Ejército en Tlatlaya.

Por último ejemplo de mecanismo vertical tenemos el que se da entre gobernantes y la sociedad civil organizada, que es más específica pues se da en acciones de gobierno o legislativas en temas o problemas públicos abordados por las organizaciones. Existen además procedimientos como el plebiscito, referéndum y revocación de mandato, que además de ser pocos usados, las legislaciones las limitan a ciertas decisiones.

Encontramos también mecanismos de rendición de cuentas horizontales que son  manejados por organismos del Estado, legalmente constituidos y con la capacidad de supervisión y de imponer sanciones administrativas o penales. La propia división de poderes es parte de este mecanismo, aunque es insuficiente, es por ello que se requiere de la existencia de otros organismos como son los institutos de transparencia, las comisiones de derechos humanos, las contralorías, fiscalías, etc.

Todos los mecanismos mencionados serán insuficientes para combatir la corrupción en tanto no se deje de practicar otro vicio de la clase política y la sociedad mexicana: la simulación.

La simulación también arremete contra el avance democrático y lo ha demostrado durante las décadas del PRI como partido hegemónico en el poder, eso a lo que Mario Vargas Llosa definió en alguna ocasión “dictadura perfecta”; que resultó no ser tan perfecta pues en el 2000 hubo una alternancia de siglas partidistas pero a la que sobrevivieron todos los internacionalmente conocidos vicios de la burocracia y representados satíricamente en varios filmes protagonizados por Cantinflas.

Los dos partidos políticos que han compartido el poder  nos han demostrado la incapacidad de ambos (por conveniencia o discapacidad) de cambiar la forma de vida que ha llevado hasta ahora el Estado mexicano. El PRI no ha podido hacerlo pues su mal congénito es balancear la fuerza de los cotos de poder para gobernar y no en la cultura de la legalidad. Es por ello que la presidencia de Enrique Peña Nieto a pesar de su ascendencia tricolor tiene el reto de romper con esa tradición de generar “verdades históricas” y concebir un hito histórico que presente a los responsables no sólo de la fuga de Guzmán Loera sino también de aquellos que llevaron a cabo las miles de desapariciones forzadas y demás delitos en nombre de la guerra contra el crimen y la violencia.

Para detener la descomposición social e institucional se requiere de acciones reales, de un gobierno fuerte, que lamentablemente, no parece ser el actual.

El ánimo con el que un buen número de ciudadanos ha acogido a los candidatos independientes no es más que una muestra del hartazgo existente en la forma mañosa de actuar de clase política. Si los gobiernos independientes retoman la simulación como manera de proceder, sin duda apagaría una última luz de esperanza de verdadero progreso y desarrollo para nuestro pueblo.

@aguileralespron


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