Por un mundo donde seamos socialmente igual, humanamente diferentes y totalmente libres
Rosa Luxemburgo
Estimadas lectoras y lectores, un par de mujeres jóvenes lesbianas me buscaron esta semana para pedir un espacio que dé voz a la denuncia sobre los hechos de discriminación lesbofóbica cometidos contra ellas dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Como casi todas las injusticias que ocurren en este país, ellas temen represalias si dan sus nombres, sin embargo, de lo que están seguras es de usar su voz y su experiencia para hacer esta denuncia pública contra los prejuicios que aún en la máxima casa de estudios del estado siguen respirando y ordenando, dejando la idea del desarrollo humano en un plano meramente discursivo, qué tristeza la frecuencia con la que nos enteramos de la intolerancia en la UAA, que a final de cuentas es reflejo del pensar institucional de Aguascalientes. Damos pues, espacio a su denuncia y desde luego que seguiremos el curso.
Martes 6 de octubre, 9:30 de la mañana. Estamos abrazadas en una banca mientras bebemos un café para resguardarnos del viento que anuncia que el otoño ha llegado a la ciudad; es un día en la universidad como cualquier otro, quizá hoy el cielo se vea un poco menos azul, pero no por ello deja de ser un buen día. Me mira y siento ganas de besarla, busco sus labios y mi boca entra en contacto con la suya, nos reímos al sentirnos como un par de adolescentes que están descubriendo el amor por primera vez.
Estamos tan absortas en nuestra conversación que no advertimos que una mujer perteneciente al personal administrativo, se ha acercado hacia donde estamos nosotras para pedirnos que “nos retiremos de ahí”, porque no quiere “estar viendo nuestro exhibicionismo”. Me pregunto si el comentario es en serio y si es dirigido a nosotras, cuando observo que alrededor hay muchas otras parejas (heterosexuales) besándose, no contesto nada porque me invade la indagación ¿no es la universidad un lugar seguro, libre de discriminación?
Nos retiramos del lugar, estamos incómodas porque nos hemos sentido violentadas, no por el comentario evidentemente insensible, sino porque no es la primera vez que nos pasa algo así dentro de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, esa que presume de ser humanista e incluyente, no es tampoco la primera ocasión en la que al visibilizarnos como lesbianas nos ponemos en una situación de riesgo.
Lo bizarro es que dentro de la máxima casa de estudios se cuenta con un “Comité Institucional para la Equidad de Género”, cuya misión y cito textualmente, “es la de promover la construcción de equidad de género al interior de la institución, además de la promoción de los derechos universitarios y derechos humanos”; sin embargo, a pesar de tener un presupuesto asignado y de organizar conferencias, talleres y diversas actividades, ninguna de sus acciones ha sido encaminada a erradicar la violencia, discriminación y exclusión que vive la comunidad universitaria perteneciente a la diversidad sexual.
Me pregunto después de cuántas conferencias de Marcela Lagarde, de cuántos números de la Revista Caleidoscopio que están dedicados a los “estudios de género”, cuántas veces se tendrá que tomar la foto conmemorativa del “día morado contra la homofobia”, cuántas “Semanas de la diversidad sexual”, para que realmente se termine con la violencia que vivimos dentro de la ciudad universitaria.
¿Qué tiene que pasar para que esto importe? Muchas personas dirán que estamos exagerando, pero la violencia simbólica, estructural y física está latente en el día con día, ya que las personas que están frente a las diferentes áreas que conforman la universidad no están capacitadas para evitar realizar actos discriminatorios y violentos hacia la comunidad, y cuando estos actos se manifiesta no contamos realmente con ninguna herramienta para la defensa de nuestros derechos humanos.
Nos dirigimos a la defensoría de los derechos universitarios para levantar una queja, creemos que es importante que exista una cultura de la denuncia. El trámite parece una broma de mal gusto, llenamos una papeleta donde se nos pide nuestros nombres y que describamos la situación, nos dicen que nosotras tenemos que redactar un oficio donde expresemos nuestra inconformidad. Según el artículo 20 del capítulo IV del procedimiento que forma parte del reglamento de la defensoría de los derechos universitarios, una vez que entreguemos nuestra queja la revisarán dentro de los siguientes tres días hábiles para evaluar si es de tomarse en cuenta o no, en razón de su competencia. Estamos desilusionadas porque para la burocracia, estos asuntos pueden ser desechados por no considerarse como urgentes.
Sabemos que es difícil conciliar dentro de un mismo espacio las distintas voces, las distintas experiencias y las diversas identidades sexuales que existen dentro de las áreas que conforman la estructura de la Universidad; pero es necesario que la institución propicie las condiciones adecuadas para que esta convivencia surja dentro de un ambiente de respeto y aceptación a la diferencia.
Es necesario que se cuestionen desde las raíces las leyes y estatutos que rigen la Universidad, ya que en ninguno de sus puntos consideran las mediaciones que atraviesan a las y los individuos (raza, género, sexualidad, estrato socioeconómico, religión, etc.), lo que nos pone en situación de vulnerabilidad a las y los alumnos, docentes y administrativos.
La construcción de la universidad como un espacio seguro es un trabajo que nos atañe a todas y a todos los integrantes de dicha comunidad. No se trata de vigilar y castigar, es un proceso de aprendizaje en conjunto, pero es necesario que la autoridades tengan la apertura de reconocer las debilidades y deficiencias con las que cuenta la institución, pero aún más importante es reconocer que las situaciones de violencia existen y no son casos aislados, porque las y los integrantes de la comunidad universitaria en sus diferentes niveles están integrados por individuos/as que viven y forman parte de la diversidad sexual.
No existen lesbianas invisibles, sino ojos que no las quieren ver.
Denuncia anónima.
@Chuytinoco